A pesar del intenso frío y
el fuerte viento, durante la mañana del domingo 3 de junio, los catamarqueños
se dieron cita para participar de la Solemnidad de Corpus Christi, fiesta en
que la Iglesia celebra a Jesús presente en la Sagrada Eucaristía.
Los actos centrales dieron
inicio con la Santa Misa, que estaba prevista en el Paseo de la Fe, pero debido
al clima adverso se concretó en el interior de la Catedral Basílica y Santuario
de Nuestra Señora del Valle repleto de fieles. La misma fue presidida por el Obispo
Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por
numerosos sacerdotes de San
Fernando del Valle de Catamarca.
Los niños que se preparan
para recibir la Primera Comunión dieron un marco especial a la ceremonia, junto
con los abanderados y escoltas de diversas instituciones educativas del medio.
Durante su homilía, Mons.
Urbanc brindó una clase de catequesis sobre la Eucaristía como alimento para la
vida eterna, a partir de un ameno diálogo con los niños, ubicados en el
Presbiterio y delante del altar.
El Obispo afirmó que “hemos
venido a celebrar este regalo que nos hizo Jesús, cuando dijo: ‘Yo soy el Pan
vivo bajado del Cielo’”, agregando que “no podemos prescindir de ese alimento que
nos lleva a la vida eterna”.
Recordó que “la Fiesta de
Corpus Christi ha pretendido ser siempre desde sus inicios una fiesta pública, para
salir a la calle, que se vea que los cristianos reconocemos que Jesús es el Pan
Vivo bajado del Cielo que nos da la vida de Dios. Por eso vamos a hacer una
procesión con una gran custodia
mostrando a todos que Jesús es quien da vida, fuerza,
alegría”.
Asimismo, afirmó que “Jesús
hizo un lindo milagro al quedarse en la Eucaristía. En la Última Cena, se
regaló a sí mismo en un pedacito de pan y en un poco de vino. Cuando dijo: ‘Tomen
y coman todos de él porque esto es mi Cuerpo’”. Palabras que en cada misa repiten
los sacerdotes en nombre de Cristo, en el momento de la consagración. “Esto lo
aceptamos por la fe”, enfatizó el Pastor Diocesano.
En otro tramo manifestó que “el
gusto de Jesús es el amor, ese amor que sana,
fortalece, entusiasma, da vida y ganas
de servir a los demás”. Y exhortó a que los adultos, “con humildad y caridad, transmitamos
a los niños el deseo de comulgar, de alimentarse de Jesús, todos los domingos”.
También señaló que “aquí estamos
a los pies de la Virgen, a quien le venimos a agradecer porque nos ha regalado
este fruto bendito de su vientre, su Hijo Jesús, este Tesoro para la vida de
todos los seres humanos”.
“Le vamos a pedir a Jesús en
esta misa que todos, especialmente los adultos, nos ocupemos de estos niños,
les demos el
ejemplo, los entusiasmemos, no los dejemos solos, no los
abandonemos, ellos necesitan un ejemplo inquebrantable”, dijo.
Finalmente pidió a “Jesús, a
la Virgen y al Espíritu Santo que nos iluminen a todos y nos fortalezcan para
que podamos comprender y sobre todo aceptar lo que Jesús nos deja, que es su
presencia real en la Eucaristía como verdadero alimento”.
Luego de la predicación, el
Pbro. Daniel
Pavón, responsable de la Pastoral de la Salud, leyó el decreto de
designación de los Ministros Extraordinarios de la Comunión, quienes tendrán la
misión de llevar la Eucaristía a los enfermos y ancianos, y distribuirla
durante las Misas.
A continuación, el Santísimo
Sacramento fue adorado por todos los fieles con el canto y la oración siendo
luego llevado en una custodia embellecida con flores.
La marcha procesional se
concretó
alrededor de la plaza 25 de Mayo, en cuyo trayecto, además entre cánticos
de alabanza y súplicas, deteniéndose frente a los altares dispuestos para este
fin en las cuatro esquinas del paseo público.
En el Paseo de la Fe, el
Obispo impartió la bendición con el mismísimo Cuerpo de Cristo presente
realmente en la Eucaristía.