El martes 14 de diciembre por la mañana, los Pbros. José Antonio Díaz y Julio Alejandro Murúa, Rector del Santuario y Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle y Párroco de San José, departamento Fray Mamerto Esquiú, respectivamente, festejaron sus Bodas de Plata Sacerdotales, con una Misa celebrada a los pies de la Madre del Valle. La misma fue presidida por el Obispo Emérito de Catamarca, Mons. Elmer Osmar Miani, y concelebrada por numerosos sacerdotes del clero catamarqueño, de la Arquidiócesis de Tucumán y de la Prelatura de Humahuaca, quienes llegaron especialmente para esta ocasión.
El Camarín de la Virgen del Valle se vio colmado por religiosas, seminaristas, miembros de movimientos e instituciones eclesiales, familiares y amigos de los sacerdotes cumpleañeros.
En su homilía, el Padre Jorge Blunda, Párroco de la Parroquia Nuestra Señora del Valle, ubicada en Yerba Buena, Tucumán, destacó el motivo de la convocatoria: “Nos hemos reunido acá frente al altar de la Eucaristía en este día, viniendo de lugares tan distintos, porque queremos darle gracias a Dios de una manera particular en esta Eucaristía por el regalo que nos ha hecho, el regalo del ministerio sacerdotal, que hemos recibido del Señor como prolongación de su amor, como prolongación del ministerio de Jesús en medio de su pueblo. Darle gracias porque nos ha concedido esta gracia en la persona del Padre Julio y del Padre Pepe”.
Al referirse a la vocación sacerdotal dijo: “Nuestra vida de curas es una constante acción de gracias. Qué le podemos dar al Señor sino lo que El mismo nos ha dado antes, y eso es lo que ponemos en sus manos, la vida que de El hemos recibido para que El la convierta en un signo de su presencia y su bondad. Esta presencia de Dios en medio de la gente para ser fiel a la voluntad de Jesús, tiene que seguir los mismos carriles que El ha abierto en la sencillez, en la pobreza, en la humildad, en ese escándalo del misterio que acontece tan humanamente”. Luego manifestó que “el Señor no ha elegido a ángeles para poner al frente de su comunidad, sino a nosotros, personas sencillas, humanas, y por eso, precisamente, brilla más su amor y su cercanía, su misericordia y su gracia para su pueblo”.
María, modelo de lo que tiene que ser el ministerio sacerdotal
Al referirse a María, manifestó que “si hay alguien que vive de una manera intensa y especial esta realidad de la humildad, ésa es la Virgen María. Y es precioso que estemos reunidos aquí, en su casa, para darle gracias con Ella al Señor. Quién más que Ella ha sido pobre y humilde y se ha convertido en signo de la cercanía, de la ternura, de la compasión de nuestro Dios, quién más que Ella puede alabar y bendecir la gloria de Dios y la acción de Dios en su vida”.
“La Virgen -enfatizó- es para nosotros, los curas, modelo de lo que tiene que ser nuestro ministerio, nuestra vida entera. Nosotros, como Ella, hemos recibido un llamado, una invitación de Dios, que nos ofrece la posibilidad de participar en su plan de salvación… Y también nosotros, como María, temblando con la conciencia de nuestra fragilidad hemos dicho un día, Sí, confiando no en nuestras habilidades y nuestra fuerza sino sólo en que el proyecto de Dios es suficientemente sabio y poderoso como para llevarse a cabo, incluso a través de instrumentos pobres y débiles”.
Antes de la bendición final, Mons. Miani agradeció la invitación para presidir la Sagrada Eucaristía, indicando que los 25 años de ministerio sacerdotal de los Padres Díaz y Murúa “es un acontecimiento en la vida de la Iglesia y eso es ocasión de mucha alegría”.