Camino a la Beatificación

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24 diciembre 2010

Mensaje de Navidad

Queridos hermanos catamarqueños:


Con ocasión de celebrar un nuevo aniversario del nacimiento de nuestro Redentor, Jesucristo, el Hijo de Dios, hecho hombre, los saludo y bendigo de corazón, a la vez que comparto una breve reflexión que les ayude a vivenciar mejor el Misterio inefable que celebramos.
 El año 2011 ha sido señalado como el Año de la Vida. Esta VIDA es Dios mismo. Él, en su Hijo, tomó nuestra condición humana de vivientes para enseñarnos a respetar toda vida humana, que es participación en la VIDA. De allí que el cuidado y valoración de la vida en todas sus formas será siempre central en toda sociedad humana. Si bien la preocupación debe abarcar todo el desarrollo de la vida, adquiere una responsabilidad mayor en los momentos de más fragilidad y dependencia. Por ello, frente a una mentalidad que disminuye la gravedad del aborto, podemos ubicar este tema en uno de sus encuadres, que es el estatuto científico y jurídico que presenta el embrión humano. Hoy nadie puede dudar, debido a los adelantos de la ciencia, que desde la concepción existe una nueva vida humana, es decir, un nuevo sujeto: un YO, con derechos y deberes. Aquí estamos ante el primer derecho de todo hombre, que es el derecho a la vida. La legislación no puede desconocer esta realidad desde su etapa de gestación. No podemos negar las dificultades que presenta a la futura mamá un embarazo no querido o con dificultades. Sólo partiendo del estatuto ontológico y ético del embrión humano, se puede afrontar con justicia esta situación. Habrá que acompañar este embarazo, o incluso pensar en una adopción, pero nunca el camino del aborto. Esta actitud define el grado de civilización de una sociedad. Al respecto, decía el doctor Tabaré Vázquez, cuando era presidente del Uruguay, al fundamentar su veto a la ley de despenalización del aborto, “que el criterio para definir una vida no es el valor del sujeto en función de los afectos que suscita en los demás, o de la utilidad que presta, sino el valor que resulta de su mera existencia”. Por eso, la libertad que cada uno posee no es un bien absoluto.


Aceptar el límite que nos presenta la vida es un acto moral y jurídico que reclama acompañamiento político.


Exhorto a todos los católicos y personas de buena voluntad a que nos convirtamos en ‘discípulos-misioneros’ de la VIDA, puesto que el respeto por ella es la base que da sustentabilidad a todo proyecto social, político, educativo y religioso.


La Virgen del Valle y su santo esposo José inspiren todo pensamiento, deseo y acción de cada uno de ustedes desde su misma fuente que es Jesucristo.


                                                                    Mons. Luis Urbanč
                                                                 Obispo de Catamarca