En la noche del sábado 21 de abril, rindieron homenaje a la Virgen del Valle, en el último día del Septenario en su honor, la Pastoral Familiar y el Movimiento Familiar Cristiano. La celebración eucarística se ofició en el Altar Mayor de la Catedral Basílica, fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino; el Delegado Episcopal para la Pastoral Familiar, Pbro. Eduardo López Márquez; el Rector de la Catedral Basílica, Pbro. José Antoni Díaz; entre otros sacerdotes.
En su homilía, tomando el texto del Evangelio en que Jesús caminaba sobre las aguas cuando los discípulos estaban en medio de una tempestad, el Obispo expresó que “estas tempestades de la vida siguen bramando en nuestro tiempo. Junto a ellas se ciernen sobre nuestro pueblo densas tinieblas de absurdos errores y se encrespan olas de infernal maldad. Y también hoy da la sensación que Jesús está ausente, a pesar de que nunca se retiró de nuestro lado. Sin embargo, habitualmente es excluido de los corazones, de las instituciones y de la sociedad”.
“De un modo particular, se multiplican los peligros que hostigan a la familia: *falsa independencia de los cónyuges entre sí; *ambigua relación de autoridad entre padres e hijos; *apatía y mediocridad en la transmisión de los valores; *lúdica práctica del divorcio; *aceptación sin escrúpulos de la mera convivencia y del matrimonio civil, prescindiendo del sacramento; *el aborto, disimulado con eufemismos; *la manipulación del embrión humano; *las prácticas abortivo-anticoncepcionales; *el rechazo de la normas morales; *la concepción de la libertad como autonomía absoluta; *la promoción reconocida legalmente de estados de vida que pretenden sustituir a la familia; *estilos de vida que excluyen los bienes del matrimonio y la familia; *el menosprecio socio-político de la familia llamada “tradicional”, etc. En las familias más pobres: la falta de alimento, de trabajo, de vivienda, de prevención de enfermedades, de acceso a la medicina, de posibilidades de progreso, de esperanzas de un mañana mejor, etc. En las familias más pudientes: el consumismo exacerbado, cierta angustia existencial, incertidumbres espirituales y demás”, dijo citando al documento Familiaris Consortio.
Profundizar en la naturaleza del matrimonio y la familia
En otro tramo de su predicación, manifestó que “ante estos peligros hemos de reproponer la profundización de la naturaleza del matrimonio y la familia a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia, la promoción de un nuevo humanismo según el Evangelio, la valoración de la sabiduría para vivir, la educación de la conciencia moral, la reconstitución de la cultura, la conversión permanente, la inculturación adecuada del Evangelio y otras propuestas convenientes.
Pero en esta noche Jesús mismo se acerca a nuestras familias caminando sobre las aguas turbulentas del mar de la vida y nos dirige su firme, consoladora y fortalecedora Palabra: ‘Soy Yo, no teman’, ‘Yo he vencido al mundo’. Conscientes de que Jesús ha recibido todo poder en el cielo y en la tierra (cf. Mt 28,18) y de que, ante Jesús, María Santísima es omnipotente en la súplica, a Ella dirigimos todo nuestro ser para decirle: Virgen del Valle, intensifica tu intercesión a favor de cada una de nuestras familias y ayúdalas a ser ‘pequeñas Iglesias”’; guíalas en su vida cotidiana para que reflejen nítidamente el misterio de Cristo; anímalas a imitarte a Ti, aceptando humilde y generosamente la voluntad de Dios; alivia las penas de las que viven en la aflicción, enjuga las lágrimas de las que sufren y aliéntalas eficazmente en la adversidad; hazlas avanzar en la fe, acompáñalas en el culto divino y proporciónales una recta conciencia moral; guárdalas en la unidad, exhórtalas a la comprensión y promuévelas en la caridad. Como en Caná, permanece a su lado mientras degustan el vino nuevo del Reino y reitera en sus oídos el sapientísimo consejo de vivir el Evangelio. Y, sobre todo, haz que puedan ver a Jesús y seguir poderosa y amiga voz: ‘Soy Yo, no teman’”.
Durante la ceremonia religiosa, los matrimonios presentes renovaron las promesas matrimoniales, a los pies de la Sagrada Imagen de la Morenita del Valle.
En el momento del ofertorio se acercaron las ofrendas, en las que estaban representadas las diferentes etapas de la vida del ser humano en familia: hijos niños y jóvenes, padres y abuelos.