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07 abril 2012

“Que nuestras familias catamarqueñas sean entusiastas misioneras de Cristo Resucitado”

Queridos catamarqueños:

¿Qué es la Pascua o “Misterio Pascual”? Es el acontecimiento de la salvación cristiana mediante la muerte y la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Sobre la estructura de la pascua judía, Cristo mismo se constituye en una maravillosa personificación de la Pascua mediante su propio “paso” por la muerte y la resurrección. “Nuestra Pascua es Cristo inmolado” canta la Iglesia entre los aleluyas de la resurrección. Toda su vida y su obra está marcada con el signo pascual: fue una pascua la “hora” señalada por el Padre para la redención del mundo. Su muerte en la cruz fue la inmolación del verdadero Cordero pascual; y, en una cena pascual, Jesús crea el memorial eucarístico que hará presente en medio de toda realidad humana, cuánto más la de nuestras familias, la maravilla de su redención.

¿Quién puede medir la potencialidad redentora de este “paso” de la muerte a la resurrección?... Si con su Muerte queda destruido el imperio del pecado, del infierno y de la muerte, su Resurrección, que implanta ya en la historia el imperio de la vida eterna, nos ofrece la capacidad para las más audaces transformaciones de la historia y de la vida. La Resurrección constituye a Jesús “Hijo de Dios en su Poder” (Rom 1,4) “Señor y Cristo” (Hch 2,36) “Cabeza y Salvador” (Hch 5,31) “Juez y Señor de los vivos y de los muertos” (Hch 10,42). “Primogénito de entre los muertos” (Hch 26,23; Ap 1,5) y “Señor de la gloria” (1 Cor 2,8).

Jesús, que realizó nuestra redención bajo el signo pascual, ha querido prolongarse así también, en un estilo pascual, en la vida de la Iglesia. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo Resucitado, y, por el bautismo todos los miembros que la integran viven esa tensión de pascua, ese “paso” de vida a muerte, el tránsito que nunca termina y que se llama “conversión”: exigencia continua de eliminar en sí mismo todo lo que es pecado y hacer vivir cada vez con más pujanza todo lo que es vida, renovación, santidad, justicia y verdad.

Resulta así el carácter atrayente de una Iglesia que no vive para sí, sino para servir de instrumento a Cristo en la redención de todos los hombres. Y me agrada mucho subrayar este sentido de servicio en este saludo a todos ustedes para que juntos vivamos según los criterios del Buen Pastor que “no vino a ser servido sino a servir y dar su vida” (Mt 20,28).La Iglesia, nacida de la Pascua para llevar las gracias pascuales a los hombres, como familia de Jesús, es descrita así en una de las más profundas síntesis del Concilio Vaticano II: “Cristo, el único Mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y caridad, como un todo visible, comunicando, mediante ella, la verdad y la gracia a todos” (Lumen Gentium, n° 8).

Hacer Iglesia será siempre edificar sobre esos tres cimientos queridos por el mismo Cristo: compactar en la fe, la esperanza y el amor una comunidad, la Iglesia-Familia, en torno del Obispo, Pastor que hace visible a Cristo; evangelizar esa comunidad con la única verdad de Cristo y desde la comunidad evangelizar al mundo; vivir y comunicar la gracia pascual que es liberarse del pecado y hacerse partícipe de la filiación divina que Cristo nos adquirió con su muerte y resurrección.

Con esta reflexión he querido compartir mi gozo pascual con ustedes, especialmente para que nuestras familias catamarqueñas sean entusiastas misioneras de Cristo Resucitado.

¡Feliz Pascua de Resurrección!

Mons. Luis Urbanč
Obispo de Catamarca