El sábado 8 de
febrero, el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, acompañado por el Vicario
Parroquial, Pbro. Lucas Segura, visitó la localidad de Siján, en el departamento
Pomán, llevando aliento a los damnificados y voluntarios, que trabajan desde la
primera hora asistiendo a los hermanos afectados por el alud. También dejó
donaciones en la capilla de Santa Rosa de Lima, convertida en el centro desde
donde se distribuye ayuda material y se brinda acompañamiento a las familias.
La principal tarea
de los voluntarios se realiza en forma conjunta con médicos y enfermeros de
Saujil, los Bomberos Voluntarios de
Pomán y Sajujil, y en coordinación con
organismos oficiales municipales y provinciales. En este sentido, el director
de Defensa Civil se acercó a dialogar con el Obispo, comentando que la
situación en la zona está controlada, que están coordinando acciones para la
asistencia.
Actualmente, el
principal problema es el agua potable, cuyo suministro se resintió por las precipitaciones
que afectan la zona. De esta forma, se está abasteciendo a los habitantes del
pueblo con agua mineral.
En el salón y las carpas
ubicadas en el predio de la capilla se concentran los elementos
donados, que
luego se clasifican y se entregan a 55 familias, según el registro que se
encuentra expuesto en la puerta de un armario. Los bolsones con alimentos están
garantizados para los meses siguientes.
Mons. Urbanc
agradeció a las personas que realizan a diario esta tarea por “el servicio que
están prestando a la gente, no sólo llevando lo material sino también
consolando frente al dolor”, y los alentó a continuar trabajando frente a “esta
desolación”.
Testimonios de esperanza ante la desolación
Los recuerdos de
aquella jornada están vivos en la mente de los habitantes del pueblo. Recordaban
que el fenómeno ocurrió alrededor de las 22.30. “Sentíamos la vibración de la
corriente en el pueblo. Tuvimos un día muy sofocante y se cortó la luz como a
las 20.00. El río se desbordó y arrastró mucho lodo y piedras enormes, del
tamaño de una camioneta. Fue algo desesperante”.
Otro vecino comentó:
“Uno que conocía lo que era esta zona no puede creer cómo está ahora. Todo
quedó tapado. Una gruta de San Cayetano desapareció bajo el barro y las gigantescas
piedras, que al chocar una con otra se veían como fuegos artificiales”.
Algunas personas se
encuentran refugiadas en casas de parientes o amigos, hasta donde llegó el
Obispo con su palabra de esperanza, compartió un momento de oración y les
impartió su bendición.
Como un signo
alentador, en medio de la desolación se elevan voces de esperanza: “Perdí todas
mis propiedades, pero no las manos. Puedo seguir trabajando. Le doy gracias a
Dios que mi familia está a salvo. Ahora hay que mirar para adelante. No me voy
a ir de acá”, sentenció uno de los productores que sufrió el tremendo impacto
de la correntada.
También en El Rodeo
El jueves 30 de
enero, el Obispo también recorrió la localidad de El Rodeo, en el departamento
Ambato, donde mantuvo contacto con afectados por el trágico aluvión registrado
en la villa veraniega. También estuvo con policías y brigadistas que trabajaban
ese día en la zona devastada por el fenómeno natural.