El Santo Padre envió un
videomensaje a los encuentristas en la segunda jornada del Encuentro. En el
mismo aseguró que cada joven puede renovar la historia: “¡La renovó una chica
de 16 años que en Nazaret dijo SI! ¡Podés renovar la historia!”.
Los jóvenes que participan
del II Encuentro Nacional de Juventud se llenaron de alegría y emoción cuando
al finalizar la Adoración Eucarística en el Hipódromo, se compartió un
videomensaje del Papa Francisco para ellos. “Donde hay jóvenes hay lío, por el
amor hacia Cristo y los hermanos que en estos días seguramente va a ir en
aumento, pero que no sea espuma, que no sea sólo espuma, que sea jabón que hace
espuma, pero que sea jabón”.
En su mensaje el Papa se guió
utilizando tres palabras: presencia, comunión y misión. Presencia porque “Jesús
está con nosotros, está presente en nuestra historia, si no nos convencemos de
esto no somos cristianos, camina con nosotros, aunque no lo conozcamos,
pensemos en los discípulos de Emaús”.
“No tenemos derecho de mirar
a nadie desde arriba, nada con la naricita así (para arriba); si yo miro desde
arriba es para agachar y ayudar a levantar. Pero para recorrer este camino de
ayudar a levantar a otros, no lo olvidemos, necesitamos de los encuentros
personales con Jesús, momentos de oración, de Adoración y sobre todo de
escuchar la Palabra de Dios”, aseguró.
“Te pregunto nomás, ¿cuántos
de ustedes leen dos minutos el Evangelio en el día? Dos minutos, eh. Tenés un
evangelio chiquito, lo llevás en el bolsillo, en la cartera, mientras vas en el
bus, mientras vas en el subte, en el tren, o te parás y te sentás en tu casa,
lo abrís y leés dos minutos, ¡probá! Y vas a ver cómo te cambia la vida, ¿por
qué?, ¡porque te encontrás con Jesús! ¡Te encontrás con la Palabra!”,
sentenció.
Comunión porque “no vamos
solos escribiendo la historia, algunos se la creyeron, piensan que solos o con
sus planes van a construir la historia; ¡Somos un pueblo! Y la historia la
construyen los pueblos, ¡no los ideólogos!”
A su vez dijo a los jóvenes
que “Jesús cuenta con vos, y también cuenta con él, con ella, con todos
nosotros, con cada uno. Los invito a ser
partícipes, protagonistas desde el corazón, de este acontecimiento especial,
tan importante, no se queden al margen, comprométanse, digan lo que piensan, no
sean exquisitos, `que me miró, que me tocó, que, si la piensa distinto, que no
estoy de acuerdo con el mensaje´, vos, ¿cómo vivís?, ¡compartí lo que vivís!”.
“Ustedes saben mejor que yo
que las computadoras, los celulares, necesitan actualizaciones para funcionar
mejor, también nuestra pastoral necesita actualizarse, renovarse, revisar la
conexión con Cristo, a la luz del Evangelio; ese que desde ahora vas a llevar
en el bolsillo y vas a leer dos minutos por día”.
Misión porque se nos llama a
ser “Iglesia en salida, en misión. Una Iglesia misionera, no encerrada en
nuestra comodidades y esquemas, sino que salga al encuentro del otro”.
“Muchas veces han oído decir
que ustedes son el futuro, en este caso el futuro de la Patria, el futuro está
en las manos de ustedes, es verdad, porque nosotros nos quedamos, y ustedes
siguen; pero cuidado, un futuro sólido, un futuro fecundo, un futuro que tenga
raíces”.
Cerró su mensaje invitando a
los jóvenes a mirar a María, “la Virgen del Rosario, que supo estar cerca de su
Hijo, acompañándolo en sus misterios de gozo y de dolor, de luz y de Gloria”, e
recordándoles que recen por él: “por favor, no se olviden de rezar por mí, para
que sepa transmitir las raíces a las nuevas generaciones, que las hagan
florecer en el futuro, y ¡eso son ustedes! ¡Gracias!”
Texto
completo del mensaje:
Queridos chicos y chicas:
Me alegra hacerme presente a
través de este video mensaje, en este Encuentro Nacional de juventud, que están
viviendo en Rosario.
Me lo pidieron mis hermanos
Obispos y lo hago con gusto. Sé que se prepararon con mucho esfuerzo y de
muchas maneras para poder estar ahí, gracias por todo ese trabajo, por ponerse
en camino con alegría, con fe y esperanza, con ilusiones compartidas; cuando
uno va a un encuentro de jóvenes, siempre hay fe, esperanza, ilusiones que se
van compartiendo allí y van creciendo. ¡Gracias por el entusiasmo que
contagia!, donde hay jóvenes hay lio, por el amor hacia Cristo y los hermanos
que en estos días seguramente va a ir en aumento, pero que no sea espuma, que
no sea sólo espuma, que sea jabón que hace espuma, pero que sea jabón.
Cuando pensaba en ustedes y
en que podía compartirles para este Encuentro, se me ocurrieron tres palabras:
presencia, comunión y misión.
La primera palabra es
presencia: Jesús está con nosotros, está presente en nuestra historia, si no
nos convencemos de esto no somos cristianos, camina con nosotros, aunque no lo
conozcamos, pensemos en los discípulos de Emaús.
Jesús se ha hecho nuestro
hermano, nos invita también a nosotros a encarnarnos, a construir juntos esa
palabra tan linda: “la civilización del amor”, como discípulos y misioneros
suyos, acá y ahora, en tu casa, con tus amigos, en las situaciones que te tocan
vivir a diario; para eso es necesario estar con Él, ir a su encuentro en la
oración, en la Palabra, en los sacramentos, dedicarle tiempo, hacer silencio
para oír su Voz. ¿Vos sabés hacer silencio en tu corazón para escuchar la voz
de Jesús? No es fácil, probá.
Él está con vos, aunque tal
vez en algunos momentos, te sientas como los de Emaús antes de encontrarse con
Jesús Resucitado, te sientas triste, decepcionado, bajoneado, bajoneada, sin
muchas esperanzas de que las cosas cambien, y bueno, se ven cada cosa en la
vida, que a veces, claro, nos bajoneamos. Vas herido por el camino y parece que
ya no podés más, que las contradicciones son más fuertes que todo lo positivo,
de toda la polenta que vos le quieras poner, que no ves la luz al final del
túnel, pero cuando te encontrás con Jesús, es una gracia, el buen samaritano
que se acerca a ayudarte, ese es Jesús: todo se renueva, vos te renovás y podés
con Jesús, renovar la historia.
Eh, Padre, ¡no exagere!
¿cómo vamos a renovar la historia? ¡Podés renovar la historia! ¡La renovó una
chica de 16 años que en Nazaret dijo SI! ¡Podés renovar la historia!
El buen samaritano es Cristo
que se acerca al pobre, al que lo necesita; el buen samaritano también sos vos
cuando, como Cristo, te acercás al que está a tu lado y en él sabés descubrir
el rostro de Cristo. Es un camino de
amor y misericordia. Jesús nos encuentra, nos sana, nos envía a sanar a otros.
Nos envía a sanar a otros.
Solamente nos es lícito
mirar a una persona de arriba a abajo, desde arriba, solamente para agacharnos
y ayudarla a levantarse, sino, no tenemos derecho de mirar a nadie desde
arriba, nada con la naricita así, eh (hace el gesto, tocándose la nariz, eleva
la cabeza); si yo miro desde arriba es para agachar y ayudar a levantar.
Pero para recorrer este
camino de ayudar a levantar a otros, no lo olvidemos, necesitamos de los
encuentros personales con Jesús, momentos de oración, de Adoración y sobre todo
de escuchar la Palabra de Dios. Te pregunto nomás, ¿cuántos de ustedes leen dos
minutos el Evangelio en el día? Dos minutos, eh. Tenés un evangelio chiquito,
lo llevás en el bolsillo, en la cartera, mientras vas en el bus, mientras vas
en el subte, en el tren, o te parás y te sentás en tu casa, lo abrís y leés dos
minutos, ¡probá! Y vas a ver cómo te cambia la vida, ¿por qué?, ¡porque te
encontrás con Jesús! ¡Te encontrás con la Palabra!
La segunda palabra es
comunión: no vamos solos escribiendo la historia, algunos se la creyeron,
piensan que solos o con sus planes van a construir la historia; ¡Somos un
pueblo! Y la historia la construyen los pueblos, ¡no los ideólogos! ¡Los
pueblos son los protagonistas de la historia! ¡Somos una comunidad, somos una
Iglesia! Y si vos querés construir, como cristiano, tenés que hacerlo en el
Pueblo de Dios, en la Iglesia, como Pueblo, no en un grupito “pitucón” o
estilizado apartado de la vida del pueblo de Dios. El Pueblo de Dios es la
Iglesia, con toda la gente de buena voluntad, con sus chicos, sus grandes, sus
enfermos, sus sanos, sus pecadores, que somos todos, con Jesús, la Virgen, los
santos que nos acompañan. Caminar en
pueblo, construir una historia de pueblo.
Jesús cuenta con vos, y
también cuenta con él, con ella, con todos nosotros, con cada uno. Sabemos que como Iglesia estamos en un tiempo
muy especial, en el año del Sínodo de los obispos, que va a tratar el tema de
los jóvenes. Ustedes, los jóvenes serán el objeto de las reflexiones de este
Sínodo, y, además, recibiremos de ustedes los aportes, ya sea de la Asamblea
pre sinodal que se realizó en Roma con 350 (trescientos cincuenta) chicos y
chicas de todo el mundo, cristianos, no cristianos y no creyentes, del cual
también participaron 15000 (quince mil) a través de las redes sociales que se
iban comunicando con ellos. Ellos han
hecho una propuesta, una semana estudiaron, peleando, discutiendo, riéndose, y
ese aporte nos llega al Sínodo, y ¡ahí estás vos! Con ese aporte vamos
adelante.
Los invito a ser partícipes,
protagonistas desde el corazón, de este acontecimiento especial, tan
importante, no se queden al margen, comprométanse, digan lo que piensan, no
sean exquisitos, “que me miró, que me tocó, que, si la piensa distinto, que no
estoy de acuerdo con el mensaje”, vos, ¿cómo vivís?, ¡compartí lo que vivís! El
Papa quiere escucharlos, el Papa quiere dialogar y buscar juntos nuevos caminos
de encuentro, que renueven nuestra fe y revitalicen nuestra misión
evangelizadora. Ustedes saben mejor que
yo que las computadoras, los celulares, necesitan actualizaciones para
funcionar mejor, también nuestra pastoral necesita actualizarse, renovarse,
revisar la conexión con Cristo, a la luz del Evangelio; ese que desde ahora vas
a llevar en el bolsillo y vas a leer dos minutos por día. Mirando al mundo de hoy, discerniendo y dando
nuevas energías a la misión compartida, ese es el trabajo que van a tener
ustedes en estos días, sobre todo, y que yo acompaño con mi cercanía y mi
oración, y mi simpatía.
Decíamos entonces, presencia
y comunión, la tercera palabra es misión. Se nos llama a ser Iglesia en salida,
en misión. Una Iglesia misionera, no encerrada en nuestra comodidades y
esquemas, sino que salga al encuentro del otro; Iglesia samaritana, misericordiosa,
en actitud de diálogo, de escucha. Jesús nos convoca, nos envía y nos acompaña
para acercarnos a todos los hombres y mujeres de hoy, así lo escucharemos el
próximo domingo en el Evangelio: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis
discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, y Yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo”.
Vayan, no tengan miedo. Los
jóvenes tienen la fuerza de la inquietud, del inconformismo, sean
inconformistas, hagan lio, no dejen que la historia se escriba afuera mientras
miran por la ventana, no balconeen la vida, pónganse las zapatillas, salgan con
la camiseta de Cristo y juéguense por sus ideales. Vayan con Él a curar las
heridas de tantos hermanos nuestros que están tirados al borde del camino.
Vayan con Él a sembrar esperanza en nuestros pueblos y ciudades. Vayan con Él a renovar la historia.
Muchas veces han oído decir
que ustedes son el futuro, en este caso el futuro de la Patria, el futuro está
en las manos de ustedes, es verdad, porque nosotros nos quedamos, y ustedes
siguen; pero cuidado, un futuro sólido, un futuro fecundo, un futuro que tenga
raíces, algunos sueñan con un futuro utópico…”no, la historia ya pasó, no, lo
de antes…no, ahora empieza…”, ahora no empieza nada, ¡te la vendieron!
Bernárdez, nuestro poeta, termina un verso diciendo: “lo que el árbol tiene de
florido viene de lo que tiene de soterrado”, volvé a las raíces, y armá tu
futuro desde las raíces, de donde te viene la savia, no renegués de la historia
de tu Patria, no renegués la historia de tu familia, no niegues a tus abuelos,
buscá las raíces, busca la historia, y desde allí, construí el futuro. Y aquellos que te dicen: “Si, los héroes
nacionales ya pasaron, no tiene sentido, que ahora empieza todo de nuevo”
¡reíteles en la cara! Son payasos de la historia.
Y los invito también a mirar
en estos días a María, la Virgen del Rosario, que supo estar cerca de su Hijo,
acompañándolo en sus misterios de gozo y de dolor, de luz y de Gloria, que
ella, María, Madre de la cercanía y de la ternura, Señora del corazón abierto y
siempre disponible para ir al encuentro de quienes la necesitan, sea su Maestra
en el modelo de la vida de fe; ustedes busquen allí, que Ella les enseñe.
Que Jesús los bendiga, que
la Virgen Santa los cuide a ustedes, a su familia, a sus comunidades; y por
favor, no se olviden de rezar por mí, para que sepa transmitir las raíces a las
nuevas generaciones, que las hagan florecer en el futuro, y ¡eso son ustedes!
¡Gracias!