La disertación fue ofrecida por el historiador Marcelo Gershani Oviedo el 27 de noviembre en la Catedral Basílica Santuario de Nuestra Señora del Valle
La multifacética vida del Presbítero
José Facundo Segura, conocido entre nosotros como el Vicario Segura, transcurrió durante casi todo el siglo XIX. Nacido dos
años antes de la Declaración de la Independencia, cerró los ojos cuando ya la
Nación se consolidaba.
Hoy, su nombre nos remite
inmediatamente a una calle céntrica de nuestra ciudad y seguramente muchos de
nosotros, cuando la nombramos, no siempre advertimos a quién nos referimos.
Incluso, de tanto mencionarlo, se piensa que, en este caso, Vicario es un apellido y no una dignidad
eclesiástica.
Nuestro Vicario llegó al mundo hace
doscientos años, el 28 de noviembre de 1814. Con respecto a esta fecha,
conviene aclarar que hasta el momento, varios de los historiadores que se han
referido al Vicario Segura, y que hemos consultado, han planteado fechas
cercanas pero no correctas. Incluso, en la lápida de su tumba, ubicada aquí
mismo, se anotó como fecha de nacimiento el 27 de noviembre. Nosotros
aseguramos que su nacimiento se produjo el 28 de noviembre, pues así está
asentado en su partida de bautismo.
Sabemos que el nacimiento del futuro Vicario se
produjo en la localidad de Quirós, actual Departamento La Paz. Allí, las
familias de los abuelos maternos del niño, los Lobo de Mereles y los
Bustamante, tenían propiedades inmuebles. El niño fue bautizado “de socorro” en
ese lugar del este catamarqueño por Fernando Aguilar, “sujeto instruido en la materia y facultado para ello”. Tres meses
después del nacimiento, la familia Segura-Lobo ya se encontraba en su
residencia de Valle Viejo, en la actual localidad de Villa Dolores. Desde allí
se trasladaron hasta la Iglesia Matriz de Catamarca, que se levantaba en el
mismo sitio donde hoy nos encontramos, para completar los ritos bautismales el
15 de abril de 1815. Fue entonces cuando el Presbítero José Domingo de
Echegoyen puso óleo y crisma al niño que recibió los nombres de José Facundo.
Siete años antes, sus padres habían contraído
matrimonio en ese mismo templo dedicado a la Virgen del Valle. El 23 de
septiembre de 1807 el Cura Rector Juan Pablo Molina, quien
era primo segundo del novio, casó a éste, Juan Manuel Segura, vecino del curato
de Piedra Blanca, con María Juana Lobo.
Recorrer la historia familiar del
Vicario Segura implica transitar algunos momentos significativos de la historia
civil y eclesiástica de Catamarca. Refiriéndose a los Segura, dice Manuel Soria
que “los hombres de este apellido han
figurado siempre en primera fila en el grupo de los catamarqueños encargados de
presidir los destinos de la patria chica”.
Provenía nuestro Vicario José Facundo Segura, por
línea paterna, de un linaje presente en la fundación de la ciudad de San
Fernando de Catamarca en 1683 y su apellido figuraba en el elenco de los quince
integrantes del primer cabildo de la nueva ciudad: su tatarabuelo, el capitán
Domingo de Segura, había sido regidor del mismo. Domingo de Segura era
originario de Vizcaya, España, y se incorporó a la sociedad lugareña por su
casamiento con Feliciana de Nieva y Castilla, perteneciente a una importante
familia de la región. Ellos se constituyeron en el tronco y origen de la
familia Segura en Catamarca. Varios hijos nacieron del matrimonio Segura-Nieva
y Castilla. Uno de ellos fue el maestre de campo Manuel de Segura y Nieva, que
será el bisabuelo del Vicario.
Hasta ahora, los
biógrafos de nuestro protagonista no habían reparado en que el bisabuelo del
Vicario Segura, el maestre de campo Manuel de Segura y Nieva, había sido uno de
los testigos que declaró en la Información Jurídica de los Milagros de la
Virgen del Valle. Dice Monseñor Samuel Toranzos que “ciento cincuenta años
después del venturoso hallazgo (de la Imagen de la Virgen)… se vio la
impostergable necesidad de levantar una información jurídica de estos portentos
y milagros, librándolos de las contingencias del tiempo, de las adulteraciones
del vulgo y de la frágil memoria de los pueblos…”. La Información Jurídica se inicia
en 1764, por un pedido presentado en 1761 ante el Cabildo de Catamarca por
parte de uno de sus miembros, solicitando “se
siga información jurídica de los prodigios antiguos y modernos, el origen de
esta soberana señora, y si fue tenida por patrona y mediadora en la población
de españoles de este valle en tiempo que fue jurisdicción de la ciudad del
Tucumán…”.
El testimonio del
bisabuelo del Vicario Segura se convierte en fuente significativa que permite
reconstruir la historia de Nuestra Señora del Valle, a favor de cuya devoción
trabajará incansablemente varias generaciones después, como veremos, su
bisnieto José Facundo Segura. Sabemos que el bisabuelo en cuestión residía en
su hacienda de Piedra Blanca, y que por su avanzada edad declaró allí mismo y
no en la ciudad. Tenía 80 años, por lo que debió nacer alrededor de 1684, a
poco de fundarse la ciudad de San Fernando de Catamarca. Era Manuel de Segura “descendiente de los primeros conquistadores
y pobladores de esta ciudad y provincia”.
En su testimonio, y
sobre el origen de la Santa Imagen, el bisabuelo del Vicario dijo que oyó decir a los antiguos que de Choya la
llevaron al Valle Viejo experimentados de sus muchos milagros, y de la casa en
que la pusieron que dice era de un Salazar, se volvía sin ser vista a Choya por
muchas veces, y visto aquello le edificaron Capilla en la que se mantuvo
Nuestra Señora por mucho tiempo. Agregó que sabe que fue tenida por Patrona de
este Valle desde muchos años siendo este Valle jurisdicción de la ciudad del
Tucumán y que en esa fe los antiguos hacían su fiesta con mucha solemnidad por
ocho días y que saber haber sido en la antigüedad muy milagrosa, y lo era, y es
en estos tiempos, socorriendo, y defendiendo a los vecinos en sus necesidades y
en las ocasiones de pestes suspendiéndola, cuando han ocurrido a su protección
con rogativas. En cuanto a las plagas de langostas y gusano, eran públicas sus
maravillas y prodigios…
Casi cuatro décadas
antes de la Información Jurídica de los Milagros de la Virgen, el 26 de abril
de 1726, el capitán Manuel de Segura contrajo matrimonio en la Iglesia de
Piedra Blanca con María Justa de Tula.
El mismo don Manuel de
Segura declaró que en 1763 había experimentado el favor de Nuestra Señora del
Valle, que habiendo estado cercano a la muerte, según su juicio y el de los que
le vieron enfermo de hidropesía, hizo su esposa doña María Justa de Tula
promesa a Nuestra Señora del Valle, que si le mejoraba de aquel peligro iría a
la Ciudad, y le haría cantar una misa; y que luego mejoró, y así lo cumplió
yendo la dicha su esposa a la Ciudad (y su Merced el Señor Juez cantó la misa)
y que sanó de la dicha enfermedad en poco tiempo. Don Manuel de Segura
manifestó no poder firmar la declaración, y en su nombre lo hizo su hijo
Francisco Antonio de Segura, que será tío abuelo del Vicario Segura.
Otro de los hijos de
Manuel de Segura y de María Justa de Tula se llamó Ventura Alonso de Segura y
fue el abuelo paterno del Vicario. Era, además, primo hermano de la abuela del
Obispo de Salta, Buenaventura Rizo Patrón, y del abuelo del Obispo de Paraná,
Luis Gabriel de Segura y Cubas. Conocemos, de esta manera, el cercano
parentesco que unía a nuestro Vicario con dos Obispos argentinos. Los tres, el
Vicario, el Obispo de Salta y el Obispo de Paraná, eran tataranietos del
capitán Domingo de Segura, que participó en la fundación de la ciudad de
Catamarca.
Es interesante mencionar que Luis Gabriel Segura,
que era Vicario cuando fue designado Obispo de Paraná, fue reemplazo por Fray
Wenceslao Achával, el futuro Obispo de Cuyo. Al tomar posesión de su sede de
Salta, el Obispo Buenaventura Rizo Patrón, catamarqueño nacido en Piedra
Blanca, nombró Cura y Vicario Foráneo de Catamarca a José Facundo Segura, que
tomó posesión de su cargo el 14 de septiembre de 1862. No conozco si ellos se
reconocían parientes, pero en ese momento las vidas de los tres primos
estuvieron vinculadas por el cargo de Vicario Foráneo de la Iglesia de
Catamarca.
Expuesta parte de la
historia familia del Vicario, es momento de retomar su propia de historia de
vida. El futuro
Vicario cursó los estudios secundarios y también los de su formación
sacerdotal, en la Escuela de San Francisco, y en su capilla recibió la tonsura
y las órdenes menores, en 1838, de manos del Vicario Apostólico de Salta. En
1840, con tres compañeros, uno de ellos Victoriano Tolosa, partió para Santiago
de Chile, donde el 1 de marzo fue ordenado subdiácono por el Obispo de
Concepción y el 8 y 14 del mismo mes, diácono y presbítero por el Arzobispo de
Santiago de Chile.
Huérfano de padre, vivió en Villa Dolores junto a su
madre, María Juana Lobo, hasta el fallecimiento de ésta en 1850. Ambos educaron
a su pariente y ahijado don Ramón Covarrubias, que al quedar huérfano de madre
se convirtió en hijo adoptivo del Vicario. Entretanto, ayudaba eficazmente a su
amigo, el presbítero doctor José Joaquín de Acuña en la construcción de la
capilla de Villa Dolores.
En 1850, al inaugurarse el Colegio Seminario de
Nuestra Señora de la Merced, fundado por el gobernador Manuel Navarro, fue
nombrado vicerrector de la novel institución “por su virtud acrisolada y contracción al estudio”. Una década
después ocupó el cargo de rector, hasta 1862, en que fue designado Cura y
Vicario de la Iglesia Matriz de Catamarca.
A partir de ese momento, su pensamiento central fue
el de crear el santuario de la Virgen del Valle: construir para ello un templo
de vastas proporciones, adosarle un gran seminario y coronar la Imagen. El
ciclo completo se cerraría cuando la vieja Iglesia Matriz se convirtió en
Catedral.
Gran parte de la obra del Vicario Segura se
concretará en uno de los contextos más complejos de la historia catamarqueña:
el periodo que se conoce como “la noche de los siete años”, de profunda
inestabilidad política, sumado al impacto que en Catamarca y en la República
Argentina produjo la Guerra del Paraguay. A pocos días de asumir el gobierno
Ramón Rosa Correa, le correspondió al flamante mandatario prestar su
aprobación, en ejercicio del vice-patronato, para que el presbítero José
Facundo Segura desempeñase el cargo de Vicario Foráneo.
¿Qué significaba ser Vicario Foráneo? La actual provincia de Catamarca perteneció a
la jurisdicción del obispado del Tucumán (con sede en Santiago del Estero y después
en Córdoba) y luego, por las sucesivas fragmentaciones del mismo por las
erecciones de los obispados de Salta (1806) y de Tucumán (1897) estuvo
integrada a los mismos hasta 1910 en que finalmente fue erigida la diócesis de
Catamarca. Con anterioridad a la erección del obispado catamarqueño, esto es,
desde 1570 hasta 1910, el obispo nombraba un representante para la jurisdicción
en quien delegaba facultades para la administración religiosa: tal era el
Vicario Foráneo, que además, era el cura párroco de la ciudad. Así, el vicario
foráneo era un juez
eclesiástico que ejercía en un solo partido y fuera de la capital de la
diócesis. Esta autoridad, el
Vicario Foráneo, tenía a su cargo la administración de los sacramentos y el
registro de su realización (bautismos, matrimonios, defunciones) como así
también de los expedientes incoados por diversos asuntos judiciales y/o
administrativos (como las informaciones matrimoniales).
Cuando el 14 de septiembre de 1862 tomó posesión del
cargo de Vicario Foráneo, José Facundo Segura se propuso continuar y terminar
las obras de la nueva Iglesia Matriz, actual Catedral Basílica (donde nos
encontramos ahora), iniciadas por su pariente y antecesor, el presbítero Luis
Gabriel Segura. Dice
Gerardo Pérez Fuentes que “la centenaria
e inconclusa Iglesia Matriz de Catamarca, era pequeña, al promediar el siglo
XIX, para albergar a la multitud de fieles y peregrinos que concurrían a las
fiestas de la milagrosa Virgen del Valle”. Seguramente también el estado del
edificio era una preocupación. En 1859 se firmó un contrato entre el vicario
Luis Gabriel Segura y los arquitectos italianos Carlos Tenivella y Natalio
Balloca, pero por muerte del primero, el contrato fue rescindido. Tres años
después, en 1862, el vicario interino Wenceslao Achával firmó nuevo contrato
para la edificación del templo con otro arquitecto italiano, Luis Caravati,
quien llevaría a feliz término las obras con el apoyo del “alma mater” del
Santuario, que sin duda alguna fue el Vicario José Facundo Segura.
No solamente le interesaba edificar la Casa de la Virgen sino también enjoyar
su Imagen con un símbolo propio de esta advocación, la media luna que lleva a
los pies la Inmaculada Concepción. Refiere Rafael Cano que el ex gobernador
Víctor Mauvecín, que tenía un taller de platería, le comentó que un día llegó
el vicario Segura con un pañuelo en el que traía envueltos alhajas y brillantes
y le dijo: “Don Víctor, traigo estas alhajas y brillantes
para que haga una media luna de oro, que deseo colocar a los pies de la Virgen
del Valle”. Mauvecín intentó explicarle que era un aficionado y
que no estaba preparado para encarar semejante obra, pero el vicario Segura le
dijo que haga el esfuerzo y “que la Mama
Virgen lo tendría muy en cuenta…”. Cuarenta noches pasó en vilo Mauvecín
cuidando esas joyas tan valiosas, atemorizado por un posible robo. Dormía con
esos objetos de valor en una bolsita, atada a su cintura. Por fin terminó su
trabajo y aunque no lo firmó, dice Rafael Cano que nadie puede negar a Víctor
Mauvecín la paternidad de la obra “por
ser público y notorio en Catamarca”.
Dice el padre Olmos que el Vicario Segura comunicaba a todos su fervor, su entusiasmo, su actividad, al rico como
al pobre, al niño como al anciano, y de todas partes hace brotar el óbolo
necesario para continuar la obra emprendida. La primera parte de la construcción
fue inaugurada el 4 de diciembre de 1869, cuando vino a coronar la obra la
cruz de hierro con la imagen de Nuestro Señor que se colocó encima de la cúpula, y la conclusión de
la misma fue en 1875.
Monseñor Samuel Toranzos realiza una elegante descripción del templo:
“Se trata de un hermoso edificio moderno,
de estilo románico, cuya sólida construcción y delicadeza de líneas y detalles,
lo asemejan a las viejas Catedrales de la Edad Media. En la época de su
fabricación, pocas Iglesias del país podían aventajarlo. Consta de tres naves
centrales con sus capillas laterales, que forman dos naves más; y con una
capacidad aproximada para diez o quince mil personas. Un artístico Camarín en
la planta alta, cuajado de joyas, aumenta notablemente su esplendor y su
capacidad”.
Nuestro Vicario fue un hombre multifacético ya que
no sólo sobre las necesidades edilicias de la Iglesia de Catamarca se
interesaba, también sobre la política. Cuando se iniciaron en el Congreso
Nacional los debates referentes al establecimiento del laicismo en la
enseñanza, organizó políticamente a los ciudadanos católicos de Catamarca; en
esa ocasión se manifestó como político
discreto, inteligente y cauteloso. Dice el padre Olmos que el 24 de febrero
de 1884 debían realizarse los comicios para la integración de las dos Cámaras
(senadores y diputados) instituidas por la nueva Constitución provincial. Se
originó entonces un conflicto político que a la postre motivaría el envío de
una intervención federal. La cuestión religiosa que se venía ventilando en el
país desde 1882, agravada en Catamarca con motivo de la reforma constitucional,
determinó que los católicos decidieran formar un partido que postuló candidatos
propios en oposición a los del partido Liberal o gubernista. El presidente Roca
concretó, a través de su secretario privado, una gestión de avenimiento
tendiente a la formación de una lista única de candidatos, cosa que prosperó en
principio. Sin embargo, llegado el momento de los comicios, una fracción de la “Asociación
Católica” no respetó el acuerdo, presentando lista separada. En esas
circunstancias la figura del Vicario Segura era una de las referentes.
Continuando con sus concreciones, otra de sus
grandes obras, “la grande empresa del ocaso de su vida”, como dice el padre
Larrouy, fue la construcción del Seminario. En 1882 se colocó la piedra
fundamental y en esa oportunidad el gobernador Manuel Fortunato Rodríguez
manifestó: “Estamos, pues, en presencia
de la primera piedra colocada en los cimientos de este vastísimo edificio
destinado a ser un Colegio Seminario; y cuya construcción emprendida por
nuestro virtuoso, respetable y progresista Cura y Vicario Foráneo y Canónigo
Honorario Presbítero don José Facundo Segura. Su personalidad puesta al frente
de esta grandiosa obra, es la garantía más positiva de que ella alcanzaría un
éxito total”. El 17 de diciembre de 1885 se finalizó la primera etapa, con
la inauguración y consagración de la Capilla del Seminario, con la presencia de
la imagen de Nuestra Señora del Valle, trasladada desde el Santuario. En esa
oportunidad, y luego de la ceremonia religiosa, hizo uso de la palabra el
gobernador José Silvano Daza, con quien el Vicario Segura tendrá algunos
conflictos en años posteriores. Dijo Daza en su discurso: “La piedad del pueblo y el laudable celo del señor Vicario de esta
Diócesis ofrécenos la satisfacción grata por cierto, de asistir a la
consagración de este suntuoso edificio destinado a ser templo de la ciencia y
la religión”.
La obra concluyó en 1891, año de la Coronación de la
Imagen de la Virgen, también fruto de la obra fecunda de nuestro Vicario. Escribe Gerardo Pérez Fuentes que el día de la
Coronación, el 12 de abril de 1891, un protagonista muy principal, el Vicario
Segura, con los ojos cubiertos de
lágrimas, veía cumplido su ansiado sueño: el templo matriz concluido,
coronada su Madre amantísima y, días después, el 15 de abril, inaugurado el
Seminario Eclesiástico, al que el Vicario consideraba “el monumento vivo, el perenne recordatorio” de las memorables
fiestas de la Coronación. El acto final de esta histórica jornada fue el
regreso triunfal de la Reina coronada por calle San Martín, hasta su Santuario,
acompañado del fervor de unos 30.000 devotos.
Su tarea estaba ya terminada, dice Larrouy. El Vicario Segura falleció el 29 de
abril de 1891, pocas semanas después de la ceremonia de Coronación. Hemos
consultado su partida de defunción, en la que se lee que falleció de neumonía doble y que recibió los
sacramentos de la Penitencia, el Sagrado Viático y la Santa Extremaunción. Fue
sepultado al día siguiente en la Iglesia Matriz de Catamarca, en cuya
construcción él tanto tuvo que ver. Sus restos descansan a los pies del altar
del Sagrado Corazón, donde una lapida perpetúa su memoria.
El ex gobernador Guillermo Correa, que lo había
tratado, lo recordaba así en 1914, a cien años de su nacimiento: “Era un hombre alto de talla, ni delgado, ni
grueso, de caminar reposado, de actitud serenísima, iluminado su ancho rostro
por una eterna sonrisa que ponía al descubierto en su labio inferior un lunar,
dijérase encargado de escoger las palabras más sencillas de su bondad, de su
natural, sin aparato, para concitar la simpatía, ni más, ni menos, dentro de su
cotidiana habitud”.
Por su parte, el historiador Ramón Rosa Olmos dice
del Vicario Segura: “Es una de las
glorias más aquilatadas de la clerecía catamarqueña. Talento eminentemente
práctico, de piedad y fe profundas, voluntad castellana, sencillez y santidad,
son los atributos inconfundibles de este sacerdote que supo legar a la
posteridad obras que han de perpetuar su nombre a través de las edades”.
Firme en sus convicciones, apasionado en sus ideas,
llevado sobre todo por un inmenso amor a la Santísima Virgen, el Vicario Segura
fue, por su importantísima obra, amplia y fecunda, el más entusiasta y
principal propulsor del culto a la Virgen del Valle, el mentor de su Santuario,
el sacerdote que buscó la gloria de Dios por sobre la suya. Un hombre, en fin,
que consagró su vida a las obras materiales y espirituales con una
extraordinaria fuerza, con un celo y una caridad admirable.
En pocas palabras, José Facundo Segura fue un hombre
entregado a sus convicciones. Recordemos que, además de la construcción de la
Iglesia Matriz y del Seminario, fue partícipe fundamental en la construcción de
las iglesias de La Chacarita, San Isidro, Santa Cruz, Chumbicha y Los Ángeles. Colaboró
también en la adquisición de la primera imprenta que tuvo la provincia, en la
que se editó el primer periódico catamarqueño, “El Ambato”. El padre Antonio
Larrouy da fe de este espíritu inquieto cuando dice: “No había en Catamarca un hombre más progresista que este hombre de
Dios, tosco y de inteligencia apagada al primer aspecto. Y honra fue de sus
comprovincianos, y aún de los que en alguna ocasión pudieron disentir de sus
ideas, profesarle la más alta estimación y consideración. Nunca se tomó aquí
proyecto alguno que pudiera importar verdadero adelanto para la ciudad o la
provincia sin que se solicitara la opinión o el concurso del Vicario…”