Como culminación del retiro
anual del clero catamarqueño, durante la celebración eucarística del jueves 28
de mayo a las 20.00, el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, presidió la
ceremonia de dedicación del templo, consagración del altar y bendición del
ambón de la capilla de la Casa de Retiros Espirituales Emaús. Participaron el
Obispo Emérito de Alto Valle del Río Negro, Mons. Néstor Hugo Navarro, y
sacerdotes de la diócesis.
En el inicio de la
ceremonia, se dio lectura al decreto correspondiente, luego de lo cual el
Obispo bendijo agua, que aspergió al templo y a las personas.
Antes de la proclamación de
los textos bíblicos bendijo el ambón, que es la mesa desde la cual Jesús
prodiga al pueblo el pan de la Palabra.
Durante su homilía, Mons. Urbanc
expresó: “Estamos reunidos en el cenáculo, porque esta capilla es un lugar
especial de encuentro con Jesús Resucitado, con Cristo Vivo. Qué
hermoso que
nos ha tocado en este día, dentro de los ejercicios espirituales, poder dar el
esplendor que se merece a este cenáculo, como a esta casa Emaús, donde Jesús se
va a manifestar siempre, para que los hombres puedan creer”.
Asimismo, agregó que “aquí
tenemos el ámbito donde se celebra la nueva y definitiva alianza, un lugar de
alianza, del pacto que se selló con la sangre de Jesús y que a nosotros nos
pide también nuestra vida, para que se siga perpetuando este sacrificio único,
verdadero, que ha traído la salvación para el mundo. Se arregló la casa y este
templo brilla por su esplendor, para que realmente pueda ayudar a tantos
hermanos y hermanas que van a venir atraídos por la misericordia de Jesús, para
que hagan la experiencia del cenáculo y se encuentren con Él y de esta manera puedan
salir a anunciar como los discípulos de Emaús, que puedan llevar el mensaje de
haberse encontrado con Jesús”.
“Tenemos
que ser rocas firmes en la fe y en la caridad”
En otro tramo de su
reflexión, el Obispo resaltó: “Aquí tenemos el altar, el centro del templo,
Cristo es la roca, es sacerdote, altar y víctima. Jesús lo hace todo y lo hace
al mismo tiempo. Por eso al finalizar vamos a besar esta roca viva, ungida con
el Crisma que va a penetrar la piedra. Y las cruces que están en las paredes
también están hechas de roca, roca de la cordillera. Van a representar a Cristo,
que es la roca sobre la que nosotros construimos, es la piedra angular. Y
también nos recuerdan que nosotros también tenemos que ser rocas firmes en la
fe, firmes en la caridad. Cuando entremos a este templo nos va a ayudar a
llenarnos de esta firmeza y solidez, que es Cristo”.
Después del rezo del Credo, todos
los participantes de la celebración, puestos de rodillas,
cantaron las letanías
de los Santos. Y tras la oración de dedicación de la capilla, el Obispo ungió el
altar con el Santo Crisma, con lo cual se convierte en símbolo de Cristo. A
continuación ungió las cruces adosadas a los muros del templo.
El rito de consagración continuó
con la quema del incienso sobre el altar para significar que el sacrificio de
Cristo sube a Dios como suave perfume. Luego se procedió a la incensación del
pueblo de Dios y de la nave de la capilla. Seguidamente se revistió el altar, que
fue iluminado con la luz y embellecido con las flores colocadas sobre el mismo.
Posteriormente, el Obispo y los clérigos concelebraron la
Eucaristía, parte principal de toda la ceremonia, que consagra el altar y el
lugar de la celebración.
La Santa Misa prosiguió del modo acostumbrado, y luego de
la bendición final, los sacerdotes firmaron el acta y besaron el altar.