El sábado 27 la comunidad de
la Iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro participó del cierre de las
fiestas patronales, con la procesión por las calles del sector, portando el
ícono de la Virgen y las imágenes de Santa Rosa de Lima y de la Virgen de la
Dulce Espera.
Posteriormente se celebró la
Santa Misa en el templo, sito en la esquina de Almafuerte y Maestro Quiroga
(Ayacucho norte).
La celebración eucarística
fue presidida por el párroco de Santa Rosa de Lima, Pbro. Armengol Acevedo, quien en su homilía hizo
memoria de cómo nace la devoción a la Santa Patrona, recordando que “un
acaudalado comerciante de la isla de Creta tenía la bella pintura de Nuestra
Señora del Perpetuo Socorro y decidió llevarla a Italia para su veneración. En
pleno camino por el mar se desata una gran tempestad que hacía peligrar la vida
de los viajantes. El comerciante tomó la pintura y la sostuvo en alto en el
barco, suplicándole a viva voz: ‘Socorro’. El mar se calmó y llegaron a
destino. Después de muchos años de estar en la casa de un amigo del comerciante,
la pintura quedó definitivamente en la Capilla de los Monjes Agustinos donde su
devoción se propagó rápidamente ante los milagros y gracias diarias que
recibían los que se acercaban a Ella para pedirle socorro ante sus aflicciones”,
comentó el sacerdote, enfatizando que “el máximo auxilio que la Virgen nos da
es su Hijo Jesús, nuestro Salvador”.
Refiriéndose a la Palabra de
Dios escuchada, dijo: “Jesús se dirigía a ver a la hija de Jairo acompañado por
una multitud que caminaba apretujada, más o menos como recién estábamos
nosotros caminando en la procesión, y una mujer que sufría hemorragias le tocó
su manto convencida de que Él era su socorro, e inmediatamente quedó sanada.
Ésta es la primera enseñanza de este día: Jesús es nuestro socorro, nuestro
Salvador”.
Continuando con el relato del
Evangelio proclamado, expresó: “En el camino recibió la noticia que la hija de
Jairo ya había muerto. Entonces Jesús le dijo a Jairo: ‘No tengas miedo, basta
que creas’. Al llegar a la casa resucita a la niña. Aquí tenemos otra
enseñanza: creer, tener confianza en Jesús. Estos dos milagros tienen que
quedarse
gravados en nuestra vida personal para saber a quién debemos ir en los
momentos difíciles de nuestra vida. Hay muchos cristianos que cuando la están
pasando mal recurren a los curanderos, se hacen tirar las cartas, buscan
refugios aparentes porque no creen que Jesús puede ser el auxilio que necesitan”.
“Si creemos en Jesús,
nuestros miedos se disipan. Pongamos nuestra confianza en El. De esto depende
nuestra vida cristiana, de la confianza, de la seguridad que pongamos en Jesús.
Tenemos que recurrir a El con frecuencia por medio de la oración de cada día y
de una manera especial por la misa dominical, donde venimos como comunidad a
suplicarle a Nuestro Señor”, manifestó el celebrante.