Con una verdadera y
multitudinaria fiesta, el domingo 7 de junio, los fieles del Decanato Capital
celebraron la Solemnidad de Corpus Christi, manifestación de fe que se replicó
en todas las comunidades parroquiales del interior diocesano, en comunión con la
Iglesia Universal.
La Solemnidad de este año se
desarrolló bajo el lema “Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos” y
marca la preparación para vivir el Congreso Eucarístico Nacional, que se
llevará a cabo en junio del próximo año en Tucumán. Asimismo, tiene la tónica
especial del Año Diocesano de los Laicos, opción pastoral de este 2015 dentro
de la Misión Diocesana Permanente, que transita la Iglesia en Catamarca, y el
Año Universal de la Vida Consagrada.
A las 10.00, una gran
cantidad de miembros de instituciones, movimientos y pastorales, religiosas,
delegaciones de instituciones educativas con sus abanderados y escoltas, y
fieles en general se dieron cita en el Paseo General Navarro, más conocido como
La
Alameda o Plaza de la Coronación, para participar de la Santa Misa,
presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por
sacerdotes de Capital. La fiesta culminó en la Catedral Basílica de Nuestra
Señora del Valle, punto de llegada de la Solemne Procesión con el Cuerpo de Cristo
presente en la Sagrada Eucaristía.
En el inicio de la
celebración eucarística, el Secretario Canciller, Pbro. Juan Néstor Olmos, leyó
el decreto de designación de los Ministros Extraordinarios de la Comunión.
Luego de la proclamación de
los textos bíblicos, durante su homilía, Mons. Urbanc destacó que la intención
de esta solemne fiesta “es reavivar la fe en la presencia sacramental de Jesús
en la Eucaristía. Él se ofrece como alimento espiritual para que podamos
asumir, con energía y entusiasmo, los desafíos que nos trae la vida”.
Reflexionando a la luz de la
Palabra de Dios proclamada precedentemente, afirmó que “para los seres
humanos del siglo XXI, familiarizados
con la tecnología digital, no es fácil comprender este lenguaje que habla de sangre;
estos símbolos nos son extraños. En
nuestra época, las alianzas, pactos o
tratados se formalizan mediante la firma de documentos delante de testigos y ante las cámaras de TV.
En la tradición judía, la formalización de esta alianza o pacto entre Dios y el
pueblo se hizo mediante el sacrificio de animales. Y cada año, durante la
Pascua, los judíos se sentaban a la mesa
para comer un cordero en memoria de la liberación de la esclavitud de Egipto.
Cristo reemplazó la sangre de los animales sacrificados con la suya, él es
el Cordero pascual por excelencia, y con
su sangre confirma la alianza definitiva entre Dios y la humanidad. La sangre
de Cristo es como una firma con tinta indeleble que garantiza que nada ni nadie
podrán romper esta alianza nueva y definitiva; la sangre de Cristo avala la
solidez de este pacto de amor”.
Revisar
el sentido de la Misa
En otra parte de su
predicación, el Pastor Diocesano dijo que “esta fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo es una magnífica
oportunidad para revisar el sentido que
le damos a la
misa dominical. Para la mayoría de los católicos, la Santa Misa
es una pesada obligación que ha corroído la rutina. De allí que necesitamos
darnos tiempo para recuperar su sentido”. Al respecto afirmó que “cuando
participamos en la Misa, hacemos presente el Sacrificio de la Cruz, supremo
gesto de amor de Cristo hacia nosotros. Por tanto, seamos agradecidos con Él
que no dudó en sacrificar la propia vida para que nosotros la tuviéramos en
abundancia. Cuando participamos en la Misa, somos los invitados de honor a la
Mesa del Señor. Allí escuchamos su Palabra y nos alimentamos con su Cuerpo y
Sangre que satisface las necesidades más profundas de nuestro espíritu.
Agradezcamos y disfrutemos al máximo esta invitación tan especial. Cuando participamos
en la Misa construimos comunidad. Nuestra relación con Dios no puede ser una
experiencia individualista. Nuestra fe es comunitaria: juntos oramos, juntos
expresamos nuestras peticiones, juntos luchamos por la equidad y la justicia. Y
esta comunidad se construye alrededor de la Mesa Eucarística”.
Congreso
Eucarístico, Año de los Laicos y
de
la Vida Consagrada y año eleccionario
Asimismo, Mons. Urbanc
enfatizó que “nuestro encuentro eucarístico público está marcado con unos
matices muy concretos, a saber:
* Es nuestra preparación
mediata al Congreso Eucarístico Nacional, que se llevará a cabo en Junio del
año próximo en Tucumán, en el marco de los 200 años de la independencia de
nuestra Patria, que allí se firmó de modo consciente, federativo e irreversible.
* Nos encontramos en un año
eleccionario que exige a cada ciudadano mucha responsabilidad y generosidad
para con la Patria, que a pesar de sus primorosos 200 años, aún transita en
medio de inequidades, mezquindades, disvalores, enfrentamientos, falta de
identidad, atropellos a la vida y a la dignidad del hombre y la mujer, desde el
instante de su concepción, pasando por las distintas etapas de la vida, hasta
su partida de este mundo… Cuántas otras carencias y falencias podríamos
enumerar, que sólo podrán ser encaradas y saneadas si nos volvemos con
confianza y fidelidad al ‘Autor y Consumador de nuestra Fe, Jesucristo’,
presente en el Sacramento de la Eucaristía hasta el fin del mundo.
* Es el Año dedicado a los
Laicos en nuestra Diócesis. Precisamente para ustedes, queridos fieles laicos,
el Señor Jesucristo decidió quedarse en las especies eucarísticas para
alimentarlos y fortalecerlos en su peregrinar hacia la morada eterna, no como
fugitivos de este mundo, sino amándolo, cuidándolo y transformándolo en plena
comunión con los ejemplos y enseñanzas que el Divino Maestro les dejara en los
santos evangelios y en la tradición viva de la Iglesia, custodiados,
interpretados y enseñados por el Magisterio de los Pastores.
* Estamos transitando el Año
de la Vida Consagrada, verdadero tesoro de nuestra Iglesia católica. Cada
consagrado o consagrada encuentra en la Eucaristía la razón de ser de su
entrega total a Jesucristo y, por Él y con Él, al servicio de los seres
humanos, en especial, a los más necesitados de amor. Las variadas formas de
consagración enriquecen la misión evangelizadora de la Iglesia, por eso no nos
cansemos de rogar al Señor, realmente presente en la Eucaristía, que suscite en
el corazón de los niños, adolescentes, jóvenes y adultos el deseo de entregar
toda su vida al servicio de Dios y del prójimo”.
Finalizada la celebración
eucarística, la multitud de fieles congregada en torno a la mesa eucarística se
encaminó desde el Paseo General por calle San Martín hasta la Catedral Basílica
de Nuestra Señora del Valle, adorando y expresando públicamente con alegres
canciones y oraciones, la fe en Jesucristo, verdaderamente presente en la
Sagrada Eucaristía.
Frente al Paseo de la Fe,
los participantes de esta manifestación de fe entonaron las estrofas del Himno
Nacional Argentino, interpretadas por la Banda de Música de la Municipalidad de
San Fernando del Valle de Catamarca, y luego recibieron la bendición con el
Santísimo Sacramento.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos Hermanos:
Nuevamente nos
congregamos para adorar y proclamar públicamente nuestra fe en Jesucristo,
verdaderamente presente en las especies eucarísticas de su Cuerpo y de su
Sangre, Verdadero Dios y Verdadero Hombre.
La fiesta del ‘Cuerpo y
Sangre de Cristo’, conocida por su nombre en latín “Corpus Christi” fue
instituida por el Papa Urbano IV para recordar un hecho extraordinario acaecido
en 1263, en Orvieto (Italia). Un sacerdote, cuando celebraba la Misa, dudó de la
presencia real de Cristo en la Eucaristía; mientras lo atormentaban las dudas,
vio que salía sangre de la hostia consagrada, y el corporal quedó teñido con el
color de la sangre. Esta pequeña pieza de tela se conserva en la catedral de
Orvieto, la cual fue construida para venerar esta reliquia.
Por tanto, la intención de
la Iglesia al proponer esta solemne fiesta es reavivar la fe en la presencia
sacramental de Jesús en la Eucaristía. Él se ofrece como alimento espiritual
para que podamos asumir, con energía y entusiasmo, los desafíos que nos trae la
vida.
Las lecturas bíblicas que
hemos escuchado dan particular importancia al tema de la sangre de la alianza;
veamos qué dicen los textos:
*Según el libro del Éxodo,
Moisés ordenó sacrificar vacas y después “tomó la sangre y roció al pueblo
diciendo: esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con ustedes” (Ex
24,8).
*La Carta a los Hebreos
(9,11-15) afirma que Cristo ha venido como Sumo Sacerdote, el cual no empleó
sangre de machos cabríos ni de becerros sino la suya, que ofreció a Dios como sacrificio sin mancha
para purificarnos.
*El evangelio narra las
palabras de Jesús, que los sacerdotes
repetimos en el momento de la consagración del vino: “Esta es mi sangre,
sangre de la alianza, derramada por muchos” (Mc 14,24).
Para los seres humanos del siglo XXI, familiarizados con la
tecnología digital, no es fácil comprender este lenguaje que habla de sangre;
estos símbolos nos son extraños. En nuestra época, las alianzas, pactos o tratados
se formalizan mediante la firma de documentos
delante de testigos y ante las cámaras de TV. En la tradición judía, la
formalización de esta alianza o pacto entre Dios y el pueblo se hizo mediante
el sacrificio de animales. Y cada año, durante la Pascua, los judíos se sentaban a la mesa para comer
un cordero en memoria de la liberación de la esclavitud de Egipto. Cristo,
mediante su muerte en la cruz, nos libró del pecado y de la muerte, y nos ha
convertido en hijos y herederos del Padre.
Cristo reemplazó la sangre de los animales sacrificados con la suya, él es
el cordero pascual por excelencia, y con
su sangre confirma la alianza definitiva entre Dios y la humanidad. La sangre
de Cristo es como una firma con tinta indeleble que garantiza que nada ni nadie
podrán romper esta alianza nueva y definitiva; la sangre de Cristo avala la
solidez de este pacto de amor.
Esta fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo es una magnífica
oportunidad para revisar el sentido que
le damos a la misa dominical:
Para la mayoría de los
católicos, la Santa Misa es una pesada obligación que ha corroído la rutina. De
allí que necesitamos, de tanto en tanto, darnos tiempo para recuperar su
sentido.
*Cuando participamos en la
Misa, hacemos presente el Sacrificio de la Cruz, supremo gesto de amor de Cristo
hacia nosotros. Por tanto, seamos agradecidos con Él que no dudó en sacrificar
la propia vida para que nosotros la tuviéramos en abundancia.
*Cuando participamos en la
Misa, somos los invitados de honor a la Mesa del Señor. Allí escuchamos su
Palabra y nos alimentamos con su Cuerpo y Sangre que satisface las necesidades
más profundas de nuestro espíritu. Agradezcamos y disfrutemos al máximo esta
invitación tan especial.
*Cuando participamos en la
Misa construimos comunidad. Nuestra relación con Dios no puede ser una
experiencia individualista. Nuestra fe es comunitaria: juntos oramos, juntos
expresamos nuestras peticiones, juntos luchamos por la equidad y la justicia. Y
esta comunidad se construye alrededor de la Mesa Eucarística.
Ahora bien, queridos hermanos,
nuestro encuentro eucarístico público está marcado con unos matices muy
concretos, a saber:
+Es nuestra preparación
mediata al Congreso eucarístico nacional que se llevará a cabo en Junio del año
próximo en Tucumán, en el marco de los 200 años de la independencia de nuestra
Patria, que allí se firmó de modo consciente, federativo e irreversible.
+Nos encontramos en un año
eleccionario que exige a cada ciudadano mucha responsabilidad y generosidad
para con la Patria, que a pesar de sus primorosos 200 años, aún transita en
medio de inequidades, mezquindades, disvalores, enfrentamientos, falta de
identidad, atropellos a la vida y a la dignidad del hombre y la mujer, desde el
instante de su concepción, pasando por las distintas etapas de la vida, hasta
su partida de este mundo… Cuántas otras carencias y falencias podríamos
enumerar, que sólo podrán ser encaradas y saneadas si nos volvemos con
confianza y fidelidad al “Autor y Consumador de nuestra Fe, Jesucristo” (Heb
12,2), presente en el Sacramento de la Eucaristía hasta el fin del mundo.
+Es el Año dedicado a los
Laicos en nuestra Diócesis. Precisamente para ustedes, queridos fieles laicos,
el Señor Jesucristo decidió quedarse en las especies eucarísticas para
alimentarlos y fortalecerlos en su peregrinar hacia la morada eterna, no como
fugitivos de este mundo, sino amándolo, cuidándolo y transformándolo en plena
comunión con los ejemplos y enseñanzas que el Divino Maestro les dejara en los
santos evangelios y en la tradición viva de la Iglesia, custodiados,
interpretados y enseñados por el Magisterio de los Pastores.
+Estamos transitando el Año
de la Vida Consagrada, verdadero tesoro de nuestra Iglesia católica. Cada
consagrado o consagrada encuentra en la Eucaristía la razón de ser de su
entrega total a Jesucristo y, por Él y con Él, al servicio de los seres
humanos, en especial, a los más necesitados de amor. Las variadas formas de
consagración enriquecen la misión evangelizadora de la Iglesia, por eso no nos
cansemos de rogar al Señor, realmente presente en la Eucaristía, que suscite en
el corazón de los niños, adolescentes, jóvenes y adultos el deseo de entregar
toda su vida al servicio de Dios y del prójimo.
Por último, amados hermanos,
no tengamos vergüenza de reconocer y proclamar públicamente que creemos que
Jesús está vivo en medio de los hombres, que camina con nosotros, que sigue
sufriendo la pasión en cada persona que es postergada, agraviada, explotada,
torturada o matada; pero que no se cansa de perdonar y brindar su corazón
misericordioso a quien lo busca de todo corazón, sobre todo, en la Eucaristía,
donde siempre está.
Con este propósito los
invito a que participemos de la procesión, luego de haberlo recibido en la
Comunión Eucarística. ¡¡¡Así sea!!!