“Hemos enterrado a un santo,
un hombre silencioso y desapegado de las cosas, humilde y sabio”, dijo Mons.
Urbanc al culminar el sepelio de sus
restos.
Esta mañana, durante una
misa presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por sacerdotes
del clero diocesano, la comunidad catamarqueña le dio su último adiós al Padre
Carlos Orellana, quien el domingo 31 de mayo, Fiesta de la Santísima Trinidad,
partió a la Casa del Padre.
La Santa Misa dio inicio con
el ingreso al templo catedralicio del féretro con los restos mortales del Padre
Orellana, acompañado en forma procesional por los sacerdotes y el Señor Obispo,
seguidos por servidores del Santuario Mariano, donde el sacerdote de 86 años de
edad vivió sus últimos días.
En su homilía, el Mons.
Urbanc dijo que en esta despedida “hay sentimientos encontrados, por un lado
tristeza por lo que se deja, pero también alegría por haber alcanzado la meta,
logros y poder empezar una vida nueva. Dicho en las palabra de Jesús, hoy estamos
celebrando la glorificación de nuestro hermano Carlos, sacerdote”.
Desde su experiencia personal,
el Pastor Diocesano expresó: “Le agradezco a Dios por
haber conocido al Padre Carlos,
por cada Eucaristía que él celebró haciendo presente el misterio de la
salvación durante muchísimos años, y haber celebrado el Sacramento de la
Reconciliación, del que he sido particularmente beneficiario”. Y continuó su
reflexión enfatizando que “es noble afirmar que si he conocido a un sacerdote
totalmente desapegado de su vida, ése es el Padre Carlos, desapegado de las
cosas materiales, un ejemplo para los sacerdotes, no buscaba nada para sí,
buscaba todo para la gloria de Dios y para el bien de los hermanos; era
coherente con la palabra de Jesús. Vivió en sencillez, humildad, no buscaba
aplausos, no buscaba ser tenido en cuenta y cómo se dejó ayudar”.
“Supo
alegrar los corazones de los débiles,
de
los frágiles, de los pecadores”
También
resaltó que “era un hombre con una voluntad muy fuerte, pero confiando siempre
en la gracia de Dios, que obró maravillas en él; muy preparado, muy docto,
sabio y prudente. Supo alegrar los corazones de los débiles, de los frágiles,
de los pecadores”, y confió que “seguramente desde el Cielo nos va a conseguir
del Señor muchas bendiciones, muchas gracias, para que tengamos una voluntad
firme para que confiemos en la gracia de Dios, para que vivamos en gracia de
Dios, para que tengamos esa actitud de servicio”.
Luego destacó que su partida
de este mundo se produjo en el día de la Santísima Trinidad, “el misterio
central de nuestra fe” y también “cumpliendo su misión sacerdotal, ya que el
Señor llevó mientras visitaba a unos hermanos enfermos. Eso es un regalo de
Dios”, dijo.
En otro tramo de su
predicación, afirmó que “estamos llenos de júbilo por despedir a un gran
hermano sacerdote, a un gran cristiano, a un gran miembro de nuestro pueblo de
Dios que peregrina en Catamarca”. Por eso, tomando las palabras de San Pablo exhortó
a los presentes a dejar de lado la tristeza para vivir en la esperanza, “porque
Jesucristo ha muerto y ha resucitado. Eso es lo revolucionario, y eso lo
predicó el Padre Carlos. Así entregó su vida, anunciando a Cristo Resucitado. Para
nosotros la muerte es un triunfo, una llegada hacia donde estábamos caminando, que
es el abrazo con el Padre”.
Asimismo, Mons. Urbanc agradeció “al Padre José Antonio Díaz y a
todos los sacerdotes de la Catedral que lo han acogido con tanta alegría con su
enfermedad, a las personas que lo cuidaron en la Catedral, el cariño que se le
ha tenido al Padre Carlos”.
Padre
José Díaz: “Testimonio de un
silencio lleno de Dios y lleno de gente”
Antes de finalizar la
celebración eucarística, ante la asamblea, el Rector del Santuario Mariano,
Pbro. José Antonio Díaz, se refirió al sacerdote fallecido, expresando: “El Padre
Carlos era un testimonio muy grande. Fue un sacerdote que se encontró con la
gente y la recordaba con afecto, con cariño, eso me impresionó siempre, y le agradezco
ese testimonio de un silencio lleno de Dios y lleno de gente”.
“Para nosotros, los
sacerdotes, es un muy buen testimonio que haya sido un hombre
disciplinado,
ordenado, riguroso, trabajador, emprendedor. Creo que pocos fueron tan
emprendedores como él, no solo trayendo movimientos, instituciones, sino por el
trato personalizado que él tenía con los laicos, y un acompañamiento cercano. El
Padre Carlos tuvo una vida de mucho compromiso, de mucha creatividad, de un
trabajo pastoral, serio, ordenado, personalizado y sobre todo pensando
proyectos a largo plazo, Estas cosas y muchas más, sólo Dios las conoce, porque
él no las contaba, era muy humilde”, afirmó el sacerdote que lo acompañó en el
tramo final de su existencia.
Agradeció “a quienes lo han
cuidado tan diligentemente, que estuvieron siempre acompañándolo, atentos a sus
necesidades.
Agradecerles el amor, la delicadeza que han tenido y pedirles que
todo lo que han compartido con él lo guarden como un tesoro porque realmente ha
sido una gracia. Y en el Año del Laicado, pedir a todos los laicos que
recibamos el legado del Padre Carlos y lo llevemos adelante, que no dejemos que
se mueran las cosas que él ha empezado. No dejemos de trabajar juntos por la
construcción del Reino de los Cielos, porque en realidad eso es lo que está
como telón de fondo de la vida del Padre Carlos”.
Luego de la Santa Misa, los
restos mortales del sacerdotes recibieron cristiana sepultura en el Panteón del
Clero, ubicado en el cementerio municipal Fray Mamerto Esquiú, hasta donde
llegaron el Señor Obispo, sacerdotes y laicos, miembros de instituciones,
amigos y fieles en general.