El
lunes 7 de diciembre, en el último día de la novena en honor a la Virgen del
Valle, rindieron su homenaje la Pastoral Familiar Diocesana, el Movimiento
Familiar Cristiano, Grávida, el Equipo de Acompañamiento a Embarazadas, Renacer
y Familiares de Víctimas de Accidentes de Tránsito Catamarca (Faviatca).
La
Santa Misa fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y
concelebrada por el Delegado Episcopal para la Pastoral Familiar, Pbro. Eduardo
López Márquez, en el Paseo de la Fe,
donde se dio cita una gran cantidad de
fieles y peregrinos que arribaron a nuestra ciudad para honrar a la Reina del
Valle.
Durante
la ceremonia, los matrimonios presentes renovaron sus promesas matrimoniales, y
al finalizar la celebración eucarística se llevó a cabo la Serenata a la
Santísima Virgen, con la presencia de los hermanos peregrinos.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos
Devotos y Peregrinos:
En este noveno día de la novena en honor a
nuestra Santísima
Madre del Valle, la Iglesia recuerda la memoria del obispo
san Ambrosio, arzobispo de Milán; y rinden su homenaje la Pastoral Familiar
diocesana, el Movimiento Familiar Cristiano,
Grávida, el Equipo de acompañamiento a Embarazadas, Renacer y Familiares
de víctimas de accidentes automovilísticos. Bienvenidos a esta celebración.
La temática que se propuso para este
último día de la novena consiste en proclamar las maravillas de la Misericordia
del Señor; y quién más idónea para enseñárnoslo que la Virgen María que, con su
Magnificat, nos dejó un poema magistral sobre la Misericordia de Dios, de la
que fue particularmente beneficiaria y por medio de Ella toda la humanidad.
El Papa Francisco, para invitarnos a
vivir el Jubileo extraordinario de la Misericordia, se hace eco de la enseñanza
de san Juan XXIII, quien decía que: «En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo
prefiere usar la medicina de la Misericordia y no empuñar las armas de la
severidad… La Iglesia Católica quiere mostrarse madre amable de todos, benigna,
paciente, llena de Misericordia y de bondad para con los hijos separados de
ella». En el mismo horizonte se colocaba también el beato Pablo VI quien se
expresaba de esta manera: «Queremos hacer notar que el Espíritu que animó al Concilio
ha sido principalmente la caridad, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano.
Una corriente de afecto y admiración se tuvo desde el Concilio hacia el mundo
moderno. Ha reprobado los errores, sí, porque lo exige, no menos la caridad que
la verdad, pero, para las personas, sólo invitación, respeto y amor».
Jesucristo es el rostro de la
Misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su
síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su
culmen en Jesús de Nazaret. El Padre, «rico de Misericordia» (Ef 2,4),
después de haber revelado su nombre a Moisés como «Dios compasivo y
misericordioso, lento a la ira, y pródigo en amor y fidelidad» (Ex 34,6)
no ha cesado de dar a conocer en varios modos y en tantos momentos de la
historia su naturaleza divina. En la «plenitud del tiempo» (Gal 4,4),
cuando todo estaba dispuesto según su plan de salvación, Él envió a su Hijo
nacido de la Virgen María para revelarnos de manera definitiva su amor. Quien
lo ve a Él ve al Padre (cf. Jn 14,9). Jesús de Nazaret con su
palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la Misericordia de
Dios.
Por ende, siempre necesitamos contemplar el
misterio de la Misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición
para nuestra salvación (MV n° 2).
Hay momentos en los que de un modo
mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la Misericordia
para poder ser también nosotros mismos signo eficaz del obrar del Padre (MV n°
3).
Uno de los males endémicos de
nuestra sociedad es la corrupción a todos los niveles. Esta situación que,
lamentablemente, se connaturalizó, necesita muchísimo de la Misericordia de
Dios. De allí que el Papa, en el n° 19, hace un firme llamado contra la violencia organizada y contra las personas
''promotoras o cómplices'' de la corrupción, a la que denomina "llaga
putrefacta"; e insiste que en este Año Santo haya una verdadera
conversión: "¡Este es el tiempo oportuno para cambiar de vida! Este es el
tiempo para dejarse tocar el corazón. Delante a tantos crímenes cometidos,
escuchen el llanto de todas las personas depredadas de la vida, de la familia,
de los afectos y de la dignidad. Seguir como están es sólo fuente de
arrogancia, de ilusión y de tristeza. La verdadera vida es algo bien distinto
de lo que ahora piensan. El Papa les tiende la mano. Está dispuesto a escucharlos.
Basta solamente que acojan la llamada a la conversión y se sometan a la
justicia mientras la Iglesia les ofrece misericordia”.
Una
hermosa síntesis nos ofrece el Salmo 84 que hemos meditado: “Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus
amigos. La salvación está ya cerca de sus fieles, y su gloria
habitará en nuestra tierra. La misericordia y la fidelidad se
encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la
tierra, y la justicia mira desde el cielo. El Señor nos dará la
lluvia, y la tierra dará su fruto. La justicia marchará ante
él, la salvación seguirá sus pasos” (Sal 84,10.11-14).
El relato
del evangelio, Lc 5,17-26, describe la feliz conjunción entre el esfuerzo
humano,
los amigos que son capaces de perforar el techo de la casa para colocar al
paralítico delante de Jesús, y del obrar de Jesús, el testigo de la Misericordia
de Dios para con nosotros, capaz de transformar la realidad de una forma
inesperada y nueva. Jesús perdona los pecados, y Jesús cura. El paralítico es
ahora un hombre nuevo en todos los sentidos. Posiblemente los amigos se habrían
conformado con que hubiese vuelto a caminar. Pero Jesús, Dios, va más allá en
su curación, renovando en plenitud el interior de la persona herida por el pecado
y la enfermedad.
Creer es mantener las expectativas abiertas a
la acción de Dios, que rompe nuestros esquemas y abre un futuro nuevo para
nosotros. Creer es situar nuestra esperanza, nuestra acción y nuestra forma de
comportarnos ahora mismo, más allá de lo que la razón nos dice que es posible.
Creer es comprometerse ya por una vida honrada, servicial, inclusiva, cordial,
solidaria y pacifista, aunque eso nos cueste la vida y no veamos los resultados
en mucho tiempo.
Que la Santísima Virgen nos ayude a abrir los
corazones de nuestros hermanos para colocarlos ante el trono de la Misericordia
de Dios que siempre perdona y sana.
¡¡¡Viva la Virgen del Valle!!! ¡¡¡Viva la Madre de las Familias!!!