¡¡¡Aleluya, Aleluya, Jesucristo, el
Señor,
ha resucitado, Aleluya, Aleluya!!!
Amados hermanos:
El amor ha derrotado al odio, la
Gracia ha aniquilado el pecado, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha
disipado la oscuridad. ¡¡¡Aleluya!!!
Jesucristo, por amor a nosotros, se
despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y
se humilló hasta la muerte, y Muerte de CRUZ. Por esto Dios lo exaltó y lohizo
Señor del universo (cf. Flp 2,8).
Con su muerte y resurrección, Jesús
ofrece a todos el camino de la vida plena y la auténtica felicidad, pero esta
senda es la humildad, que supone la humillación. Sólo quien se humilla podrá
alcanzar los «bienes de allá arriba», es decir, a Dios (cf. Col 3,1-4). El
orgulloso mira «desde arriba hacia abajo», el humilde, «desde abajo hacia
arriba».
Dios nos ha concedido de nuevo
celebrar el Misterio Pascual, con todos sus ritos y símbolos, para que en este
2016 profundicemos de un modo especial en su insondable Misericordia, de la que
tanta necesidad tiene nuestra frágil humanidad. No desaprovechemos las
innumerables gracias que el Buen Padre Dios derramó sobre todo el mundo en
estos días, sobre todo, orientadas a trabajar con denuedo en favor de la Paz,
tan amenazada en diversas partes del mundo.
Jesús es el Príncipe de la Paz, pues
Él ha derribado el muro de enemistad por medio de su Cuerpo colgado en la Cruz
(cf. Ef 2,14). Sólo unidos a Él podremos avizorar horizontes de Paz, pues, en
Él y por medio de Él, las criaturas tenemos acceso al Creador. Él es el
Pontífice, o sea, el PUENTE entre Dios y los hombres.
La mañana del primer día de la semana,
al que ahora llamamos Domingo = Día del Señor, anoticiados por las mujeres,
Pedro y Juan corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío; y se
«agacharon» para entrar en la tumba. Para entrar en el Misterio hay que
«inclinarse». Solamente quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y
puede seguirlo como discípulo por el estrecho sendero de la libertad, la
verdad, el amor y el servicio, que es la CRUZ… ¡Te adoramos, Cristo y te
bendecimos! ¡Pues, por tu Santa Cruz, venciste al mundo!
El mundo propone imponerse a toda
costa, competir, pisotear, hacerse valer, etc. Pero los cristianos, por la
Gracia de Cristo muerto y resucitado, debemos ser los retoños de una nueva
humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser
altaneros, sino disponibles, responsables y respetuosos.
Esto no es debilidad, sino auténtica
fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no
necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de
la belleza y del amor.
Imploremos hoy al Señor resucitado la
gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que
tengamos el valor humilde del perdón, la reconciliación y la paz. Le pidamos,
también, a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos
nuestros perseguidos a causa de su Nombre, así como de todos los que padecen
las consecuencias de los conflictos y la violencia que se están produciendo de
modo exponencial en diversas partes de la Tierra.
¡Nuestra Madre del Valle, lucero
divino que anuncias el Nuevo Día para la esperanzada humanidad; ruega por
nosotros y por el mundo entero!
¡¡¡Feliz y
bendecida Pascua!!!