Camino a la Beatificación

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03 mayo 2019

Mons. Urbanc en el homenaje de la Gobernadora y los Intendentes


“Valores como honestidad, justicia, equidad, igualdad, transparencia son el horizonte de toda auténtica política”

En la noche del jueves 2 de mayo rindieron su homenaje a la #VirgendelValle la Gobernadora de la provincia, Dra. Lucía Corpacci, y los Intendentes de Capital, Lic. Raúl Jalil, y del interior, entre ellos, el Dr. Guillermo Ferreyra, de Fray Mamerto Esquiú, junto con  sus respectivos Gabinetes.
La Misa central del quinto día del Septenario fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Rector de la Catedral Basílica y Santuario
Mariano, Pbro. José Díaz, y los Capellanes Mayores, Pbros. Juan Orquera y Lucas Segura.
En su homilía, Mons. Urbanc que en la Iglesia “es siempre el Espíritu Santo el que suscita, mueve y robustece la vida del discípulo. Todos hemos recibido al Espíritu Santo por medio de los sacramentos del Bautismo y la Confirmación. Luego está en cada uno el dejarlo actuar”. Y agregó que “un punto clave de la llamada a la misión es llevar el espíritu cristiano en nuestra propia
sociedad, para que ‘en Cristo tengamos vida’”.
Al referirse a la misión de los laicos, que somos la mayoría de los bautizados, dijo que “formar conciencias, ser abogada de la justicia y de la verdad, educar en las virtudes individuales y políticas es la vocación fundamental de la Iglesia en este sector. Y los laicos católicos deben ser conscientes de su responsabilidad en la vida pública; deben estar presentes en la formación de los consensos necesarios y en la
oposición contra las injusticias. Es necesario llegar a una verdadera síntesis entre la fe y la política para lograr que haya una presencia más eficaz y honesta de laicos católicos en el campo socio-político”.
Asimismo, enfatizó que “uno de los aspectos más importante en orden a la participación política de los cristianos es el de la ética. Si analizamos la decadencia, y la metamorfosis de gran parte de los partidos políticos, vemos que ello está directamente vinculado a la corrupción de la que han sido víctimas”, la cual “se ha expresado, por ejemplo, en enriquecimientos ilícitos,
negociados, cuentas bancarias secretas, nepotismo, etc.”.
“El Evangelio es un verdadero manantial de valores para orientar la vida de las personas y de los pueblos. El aporte de los líderes católicos, en este sentido, sería de un valor extraordinario para encauzar a los partidos por caminos de honestidad, justicia, equidad, igualdad, transparencia, etc. Estos grandes valores son como el horizonte último de toda auténtica política. Lo demás es demagogia”, manifestó.

Finalmente, pidió a Nuestra Madre del Valle “que nos consiga la Luz que necesitamos para poder ver lo que dejamos en la oscuridad por pereza, comodidad o equivocado interés. Aprendamos de Ella que jamás dejó de oír la voz de Dios que habla a través de una conciencia bien formada y recta. Acerquémonos a Ella con confianza de hijos, abriéndole nuestros corazones endurecidos por la apatía, la falta de oración, la indiferencia frente al dolor y al error ajeno. Supliquémosle que nos haga
humildes para reconocer que somos frágiles y pecadores, y que necesitamos del perdón divino para poder felices de verdad y así alcanzar un día la Vida Eterna que anhelamos”.
En el momento de las ofrendas, representantes de los alumbrantes acercaron al altar alimentos no perecederos y elementos de limpieza, mientras que las autoridades provinciales y municipales acercaron los dones de pan y vino, que luego fueron consagrados en la Eucaristía.

Antes de impartir la bendición final, Mons. Urbanc se dirigió a la Señora Gobernadora y a los Intendentes presentes, recordándoles que “todos nos tenemos que preparar para el año que viene. Van a venir miles y miles de peregrinos y también los congresistas. Hay que abrir las casas y adecentar todo lo que se pueda la ciudad y los vecindarios”. Pidió que “recemos mucho para que el Papa se anime a venir a la clausura del Congreso Mariano”, e invitó a que “le pidamos a la Virgen por la pronta beatificación de Fray Mamerto Esquiú”. 

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos devotos y peregrinos:
En este quinto día del septenario, en el que se nos invita a profundizar en la espiritualidad misionera de los discípulos de Jesús, rinden su homenaje a la Virgen Santa la señora Gobernadora y los señores intendentes con sus respectivos gabinetes. Bienvenidos sean a esta jubilosa celebración en honor a nuestra celestial protectora.
En el documento de Aparecida, nn 284 y 285, se afirma que la ‘espiritualidad misionera’ se basa en la docilidad a las mociones del Espíritu Santo. Cabe recordar que el Espíritu Santo mueve a Jesús durante su misión pública, después de haber recibido el bautismo en el Jordán (Mt 4,1; Mc 1,12; Lc4,14). El Espíritu Santo es quien muestra que Pablo y Bernabé han sido escogidos para la misión (Hch 13,2). Y a lo largo de la Iglesia, es siempre el Espíritu Santo el que suscita, mueve y robustece la vida del discípulo.

Todos hemos recibido al Espíritu Santo por medio de los sacramentos del Bautismo y la Confirmación. Luego está en cada uno el dejarlo actuar. El Documento advierte que tener el Espíritu Santo no se limita a una experiencia intimista, que se queda sólo y exclusivamente en la persona. Sino más bien, que gracias a que el Espíritu Santo vive en los cristianos, éstos  pueden vivificar, con una vitalidad nueva que viene de Dios, el caminar cotidiano. Aquí nos encontramos ya con los ámbitos donde hay que realizar la misión. Hace falta recordar que un punto clave de la llamada a la misión es llevar el espíritu cristiano en nuestra propia sociedad, para que ‘en Cristo tengamos vida’.
Con el Bautismo hemos recibido ‘la vocación cristiana’, pero a lo largo de nuestra vida, tenemos la oportunidad de descubrir nuestro lugar en esa historia de amor, que es la historia de la Salvación, donde respondemos a Dios con nuestra libertad y con la confianza que Dios puede actuar a través de nosotros, si se lo permitimos. Unos descubren que Dios les llama a servir como presbíteros, a otros les llama a consagrarse en la vida religiosa y la gran mayoría de los bautizados, son los que viven  su vocación en medio del devenir social, económico, político, cultural, deportivo, etc., de modo que cada uno está llamado a dejarse guiar por el Espíritu Santo y a responder según nos lo inspire cada día.
El Papa Benedicto XVI lo dijo muy claramente en el Discurso de Inauguración de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano: “El respeto a una sana laicidad es esencial en la tradición cristiana auténtica. Si la Iglesia comenzara a transformarse en sujeto político, no haría más por los pobres y por la justicia, perdería su independencia y su autoridad moral, identificándose con una única vía política y con posiciones parciales opinables. La Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres, precisamente al no identificarse con los políticos ni con los intereses de partido. Sólo siendo independiente puede enseñar los grandes valores, orientar las conciencias y ofrecer una opción de vida que va más allá el ámbito político. Formar conciencias, ser abogada de la justicia y de la verdad, educar en las virtudes individuales y políticas es la vocación fundamental de la Iglesia en este sector. Y los laicos católicos deben ser conscientes de su responsabilidad en la vida pública; deben estar presentes en la formación de los consensos necesarios y en la oposición contra las injusticias”.
Es necesario llegar a una verdadera síntesis entre la fe y la política para lograr que haya una presencia más eficaz y honesta de laicos católicos en el campo socio-político.
Uno de los aspectos más importante en orden a la participación política de los cristianos es el de la ética. Si analizamos la decadencia, y la metamorfosis de gran parte de los partidos políticos, vemos que ello está directamente vinculado a la tremenda corrupción de la que han sido víctimas. Esa corrupción se ha expresado, por ej., en enriquecimientos ilícitos, negociados, cuentas bancarias secretas, nepotismo… etc.
El Evangelio es un verdadero manantial de valores para orientar la vida de las personas y de los pueblos. El aporte de los líderes católicos, en este sentido, sería de un valor extraordinario para encauzar a los partidos por caminos de honestidad, justicia, equidad, igualdad, transparencia, etc.Estos grandes valores son como el horizonte último de toda auténtica política. Lo demás es demagogia.
El proyecto de una sana política se constituye, para el político cristiano, en una verdadera mediación para que viva con autenticidad su propia fe como laico católico.
La Palabra de Dios hoy nos habla con mucha contundencia. Los apóstoles se encuentran ante el supremo tribunal judío que les sigue prohibiendo predicar la Doctrina de  Jesucristo y en nombre de Él, ya que eso les remuerde la conciencia, pues lo condenaron arbitraria e injustamente. A lo que los apóstoles responden con total libertad y sin rodeos ni eufemismos que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29). Jamás recurren a la estrategia de lo ‘políticamente correcto’, sino sólo la Verdad, que tiene su fundamento en la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Por eso, afirman con toda claridad ante las autoridades religiosas y judiciales que “Dios ha resucitado a Jesucristo al que ustedes hicieron morir, colgándolo en una cruz. A Él, Dios lo exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, para la conversión y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, y el Espíritu Santo que Dios envió a los que le obedecen” (Hch 5,30-32).
Un político o gobernante católico, si quiere ser tal y participar del Triunfo de Jesucristo, debe obrar con coherencia y sin componendas a ejemplo de los apóstoles, desoyendo con absoluta libertad las presiones de un mundo manipulado por el demonio y sus secuaces, que encuentran sus cómplices en nuestras propias debilidades, que sólo podemos manejar si nos aferramos con confianza y humildad a la Gracia de Dios, que Él no niega a nadie que la busca honestamente y con empeño, por medio de una sana y profunda formación doctrinal y bíblica, al igual que con la oración asidua.
En el Evangelio, Juan Bautista, refiriéndose a Jesús, nos da inequívocas enseñanzas: *‘El que viene de lo alto está por encima de todos’ (Jn 3,31a). También nosotros venimos de lo alto gracias al nuevo nacimiento que recibimos en el bautismo. Pero si nos dormimos y doblamos hacia este mundo que pasa, terminaremos por ‘pertenecer a la tierra y sólo hablaremos de lo perecedero’ (cf. Jn 3,31b). *‘El que viene del cielo está por encima de todo, y da testimonio de lo que ha visto y oído’(Jn 3,31.c-32). Si acogemos su testimonio de las cosas celestiales, sobrenaturales, certificamos que Dios es veraz (cf. Jn 3,33). *‘Dios Padre ama al Hijo y ha puesto todo en sus manos. El que cree al Hijo tiene Vida Eterna. En cambio el que se niega a creerle no verá la Vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él’ (Jn 3,35-36).
Nos deberíamos cómo resuenan estas palabras en nuestra mente y en nuestro corazón. ¿Será que nos resbala, que no nos importa? ¿Qué nos parece literatura infantil o para otro tipo de gente? O ¿ya se nos inoculó el veneno de la insensibilidad ante la dimensión religiosa que es patrimonio de toda persona, pero que puede ser adormecida, con argumentos de cuarta?
Le pidamos a nuestra Madre del Valle que nos consiga la Luz que necesitamos para poder ver lo que dejamos en la oscuridad por pereza, comodidad o equivocado interés. Aprendamos de Ella que jamás dejó de oír la voz de Dios que habla a través de una conciencia bien formada y recta. Acerquémonos a Ella con confianza de hijos, abriéndole nuestros corazones endurecidos por la apatía, la falta de oración, la indiferencia frente al dolor y al error ajeno. Supliquémosle que nos haga humildes para reconocer que somos frágiles y pecadores, y que necesitamos del perdón divino para poder felices de verdad y así alcanzar un día la Vida Eterna que anhelamos.
¡¡¡Virgen fiel y servidora, ruega por nosotros!!!