Camino a la Beatificación

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17 diciembre 2013

Llamado a la paz social

A los queridos y sufrientes Catamarqueños:
                                                                  Ante los hechos deplorables recientemente vividos, y los que vaticinan podrían suceder, me permito afirmar con dolor que los argentinos, en una proporción elevadísima no hemos aprendido a vivir en democracia, ya que ésta presupone que los habitantes de este país hemos decidido ser ciudadanos, es decir, hombres y mujeres que atesoramos y trasmitimos una escala de valores espirituales y materiales en el marco del respeto de la Ley natural y con la ayuda de leyes positivas.
Continúo mi reflexión teniendo en cuenta una aguda reflexión de la comisión de pastoral social de nuestra vecina provincia de Tucumán, que ha sufrido duramente con muertes y saqueos.
Muchas provincias, para festejar los treinta años de vida democrática ininterrumpida, ‘montaron en sus escenarios’ la violencia, la muerte, el miedo, el descontrol y la anomia, cuyos resultados fueron la angustia, la impotencia y el duelo. Lamentablemente una vez más hemos podido apreciar la existencia de dos Argentinas en un mismo país: una que festejaba y bailaba y la otra que gemía y lloraba sus muertos y sus pérdidas.
La paz social es uno de los elementos básicos que integran el bien común; sin paz es imposible que las personas, los grupos sociales y la sociedad en su conjunto, puedan crecer y desarrollarse como corresponde… Por ser la paz social un ingrediente básico del bien común, todos, gobernantes y gobernados, somos responsables de ella.
Sin embargo, la responsabilidad por lo ocurrido no recae de la misma manera en todos los integrantes de la sociedad. En primer lugar, al ser los gobernantes los primeros promotores del bien común, tienen la máxima responsabilidad por lo sucedido. No es posible gobernar sólo para el día a día. Los conflictos, que son propios de la vida en sociedad, deben preverse para evitar que degeneren en situaciones como las que se han vivido a lo largo y a lo ancho de nuestra –no parece tan querida- Argentina.
Ahora, solucionado el conflicto salarial sólo de unos, los gobernantes deberán estar atentos a los reclamos y posibles conflictos futuros para que nunca más debamos padecer lo que vivimos.
En segundo lugar, las fuerzas policiales deben asumir la enorme y grave responsabilidad que tienen respecto de esta situación. Hasta el más justo de los planteos pierde legitimidad cuando no se realiza por las vías que corresponden. La policía tiene derecho a pedir aumentos de sueldos cuando, como todos saben, los salarios son insuficientes para una vida digna de las personas, en un marco de creciente y groseramente tapada inflación; y llegado el caso extremo, con todas las instancias previas agotadas, la policía, como cualquier otro sector trabajador, tiene derecho a la huelga. Pero al mismo tiempo, las fuerzas del orden deben ser conscientes de que su forma de ir a esa huelga no puede ser igual a la de otros trabajadores, porque ellos son responsables del cuidado de la vida y bienes de la sociedad, tarea que debe ser mantenida pese al conflicto salarial… Darle prioridad a un reclamo salarial antes que a la seguridad de la población, es una conducta que defraudó la confianza depositada por la población en las fuerzas del orden, que vulneró la profesionalidad con la que deben actuar en todo momento y que desconoció cadenas de mando legales.
Además, amplios sectores de la ciudadanía deben asumir la responsabilidad que les corresponde en esta situación Si bien, en nuestra provincia no nos tocó vivir la perfidia de los saqueos y las muertes, vale la pena caer en la cuenta que, en la mayoría de los casos, no fueron realizados para buscar comida o bienes primarios, sino para robar bienes suntuarios... No es que el hambre y la pobreza hayan desaparecido de nuestro medio –y esto también debe ser tenido en cuenta por las autoridades–, pero las filmaciones de lo ocurrido y los listados de elementos robados muestran otra cosa. Pudimos darnos cuenta que los delincuentes son muchos más de los que suponíamos y que muchos de ellos visten de ‘ciudadanos decentes’.
Por favor, caigamos en la cuenta que la impudicia con la que algunos sectores sociales, y en particular, no pocos dirigentes, ostentan sus riquezas –bien o mal habidas, no importa–, generan en los excluidos y desechados sentimientos de profunda frustración. Con todo, eso no habilita para cometer delitos contra la vida y los bienes. Éste es un tema de profunda reflexión para el futuro inmediato.
Dice el Papa Francisco en su documento Evangelii gaudium: “Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres; pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. Cuando la sociedad –local, nacional o mundial– abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz” (EG, nº 59).
Si algo quiero dejar en claro, es que, absolutamente todos, debemos entender que *no es posible que, porque la policía no esté en las calles, se crea que el robo deja de ser delito; *no es posible que, porque no haya quien vigile, se piense que todo está permitido; *no es posible que el descontrol se apodere de la ciudad y haya quienes juzguen que las leyes no existen, simplemente porque no hay quien castigue.
Y, lo peor de todo es que se puso en riesgo y se afectó, lo más preciado de una sociedad que es la vida humana; las pérdidas de bienes pueden ser solucionadas; las pérdidas de vidas no. La ley de la selva, que es lo que rigió en muchas ciudades en estos días, sólo es válida para la selva, nunca para una sociedad de personas racionales, libres y responsables.
Ahora lo fundamental es volver rápidamente a un clima de paz y amistad social… El Papa Francisco también nos recordaba que “la unidad es superior al conflicto” y que “la señal de esta unidad y reconciliación es la paz” (Evangelii gaudium, nº 228 y 229).
Para concluir, los invito a que roguemos a la Virgen del Valle, nuestra celestial protectora, y a su Hijo Jesucristo, Señor de la Historia, cuyo nacimiento estamos próximos a celebrar, que consuelen a los familiares de los fallecidos en esta página oscura de nuestra historia y que una vez más nos dé su paz y la clarividencia para solucionar nuestros problemas por la vía del diálogo, la sensatez, el respeto y el cuidado prioritario, de parte de todos, de los más vulnerables, con la total certeza de que todos somos hermanos que compartimos un mismo peregrinar.

Mons. Luis Urbanc

8º Obispo de Catamarca