Durante
la Eucaristía del sábado 9 de abril, Solemnidad de la Virgen del Valle, Patrona
de la Diócesis de Catamarca, rindieron su homenaje las familias, la Pastoral
Familiar, el Movimiento Familiar Cristiano, Grávida, Renacer y Faviatca (Familiares
de Víctimas de Accidentes de Tránsito Catamarca).
La
misa fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada
por sacerdotes del clero local, entre ellos el Delegado Episcopal para la Pastoral
Familiar, Pbro. Eduardo López Márquez, en la última jornada del septenario en
honor a la Madre Morena.
En
la ceremonia religiosa hubo renovación de las promesas matrimoniales y
bendición de embarazadas.
Homilía
Compartimos
el texto completo de la homilía pronunciada por el Señor Obispo durante la
Santa Misa.
Queridos
Devotos y Peregrinos:
Hoy es la Solemnidad litúrgica de nuestra querida Patrona de la Diócesis
de Catamarca, la Virgen del Valle, por eso la saludamos diciendo: “Salve María,
Madre de Misericordia”. También rezaremos por la Diócesis de Añatuya, de la que
es titular.
En esta
Santa Eucaristía le rinden su homenaje las familias, la Pastoral Familiar, el
Movimiento Familiar Cristiano, Grávida, Renacer, Bendición de embarazadas y
Faviatca (Familiares de Víctimas de Accidentes de Tránsito Catamarca). A todos
les doy mi cordial bienvenida a esta celebración. La Virgen los siga cuidando.
Los
textos de la Palabra de Dios que acabamos de escuchar no ayudan a valorar este
don precioso que es la familia como ‘casa y escuela de virtudes humanas y
cristianas’. El libro del Apocalipsis es particularmente elocuente cuando nos
habla de “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap
21,1), tarea que le incumbe llevar a cabo a la familia cristiana, colaborando
con el plan de Dios, que quiere forjar una nueva humanidad “engalanada como una
novia que se adorna para recibir a su esposo” (Ap 21,2), para que no “haya más
muerte ni lamento, ni llanto ni pena” (Ap 21,4), y en donde todos tendrán a
“Dios como Padre y se gloriarán de ser sus hijos” (cf. Ap 21,7).
De
igual modo repite la misma idea la carta a los Efesios: “Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha
elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos
santos e irreprochables en su presencia, por el amor. Él nos predestinó a
ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al
beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que
nos dio en su Hijo muy querido” (Ef 1,3-6).
¡Cómo
no mencionar algún texto de la Exhortación Apostólica Post-sinodal ‘Amoris Laetitia’,
publicada por el Papa Francisco el pasado 8-4-2016!
“Los Padres
sinodales insistieron en que las familias cristianas, por la gracia del
sacramento nupcial, son los principales sujetos de la pastoral familiar, sobre
todo aportando el testimonio gozoso de los cónyuges y de las familias, que son
las ‘iglesias domésticas’. Por ello, remarcaron que se trata de hacer
experimentar que el Evangelio de la familia es alegría que llena el corazón y
la vida entera, porque en Cristo somos liberados del pecado, de la tristeza,
del vacío interior y del aislamiento (Evangelii gaudium, 1)” (AL, n° 200).
“La
pastoral familiar debe hacer experimentar que el Evangelio de la familia
responde a las expectativas más profundas de la persona humana: a su dignidad y
a la realización plena en la reciprocidad, en la comunión y en la fecundidad.
No se trata solamente de presentar una normativa, sino de proponer valores,
respondiendo a la necesidad, incluso en los países más secularizados, de tales
valores. También se ha subrayado la necesidad de una
evangelización que denuncie con franqueza los condicionamientos culturales,
sociales, políticos y económicos, como el espacio excesivo concedido a la
lógica de mercado, que impiden una auténtica vida familiar, determinando
discriminaciones, pobreza, exclusiones y violencia. Para ello, hay que entablar
un diálogo y una cooperación con las estructuras sociales, así como alentar y
sostener a los laicos que se comprometen, como cristianos, en el ámbito
cultural y sociopolítico” (AL n° 201).
Si
tomamos el, tantas veces escuchado, texto del Evangelio de san Juan, tenemos
una hermosa oportunidad de proyectarlo hacia la realidad del matrimonio y la
familia, que deben tomar el lugar del ‘discípulo amado’.
Es
hoy que Jesús Resucitado les está diciendo a los matrimonios y a las familias:
“Ahí tienen a su Madre”. Y también, hoy, deben renovar su decisión de “llevarla
a sus hogares” (cf. Jn 19,27). Ella tiene que ser lo más precioso, lo más
íntimo y lo más querido de todo matrimonio y de cada familia. Con Ella les será
más fácil, pero no memos sacrificado, de llevar adelante la vocación y misión
que el Buen Padre Dios les ha confiado, y que sólo ustedes pueden realizar con
competencia y y fecundidad.
En el
número 202 de Amoris Laetitia el Papa afirma que «La principal contribución a
la pastoral familiar la ofrece la parroquia, que es una familia de familias,
donde se armonizan los aportes de las pequeñas comunidades, movimientos y
asociaciones eclesiales». Es por ello que les pido a todos los aquí presentes
que lo tengan bien en cuenta y lo lleven a la práctica. En cada parroquia, con
el servicio cualificado y generoso del sacerdote, tiene que estar bien
organizado el acompañamiento de los matrimonios y las familias, si es que
queremos que se fortalezcan, y sobre todo, que se curen tantos hogares
maltrechos o llenos de las heridas que fue ocasionando la cruel ignorancia del
bello don del amor conyugal y familiar.
En lo
poco que he podido ir leyendo de esta Exhortación aparece muy repetitivo la
necesidad de prevenir los males con una muy buena y gradual formación humana y
cristiana de lo que significa y aporta a la ‘ecología humana’ el amor conyugal,
la fidelidad como clave del éxito en el camino emprendido y primicia de
abundantes bendiciones celestiales para los esposos, y la apertura generosa y
responsable al don de la vida como la más valiosa y delicada cooperación con la
obra creadora de Dios.
¡Cómo
no poner en el regazo de la Virgen, Esposa y Madre, todas estas realidades y el
compromiso de que en cada hogar, en cada movimiento eclesial, en cada centro
educativo y en cada parroquia se estudiará a fondo la Exhortación que el Papa
nos ofrece para volver una y otra vez sobre este ámbito medular de la vida
humana y tan querido y cuidado por Dios!
Querida
Madre del Valle, todos estos ‘discípulos amados’ te acogemos en lo más tierno
de nuestros corazones y queremos que te vengas con nosotros, a nuestros hogares
para que seas nuestra Madre y Maestra por el resto de nuestros días que
peregrinaremos por esta tierra bendecida con tu presencia e ininterrumpida
intercesión.