Camino a la Beatificación

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16 abril 2015

Mons. Urbanc en el homenaje de la Gobernadora y los Intendentes a la Virgen

“Es muy difícil encontrar al católico coherente y dispuesto a perderlo todo con tal de no perder su amistad con Jesús”

El miércoles 15, durante la misa central de las 21.00, correspondiente al cuarto día del Septenario, homenajearon a la Virgen del Valle la Sra. Gobernadora, Dra. Lucía Corpacci; los Sres. Intendentes, entre ellos el de Capital, Lic. Raúl Jalil, y de Fray Mamerto Esquiú, Dn. Humberto Valdez, junto a miembros de sus respectivos gabinetes, y la Renovación Carismática Católica de Catamarca.
La celebración eucarística fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, quien en su homilía, tras dar la bienvenida a los alumbrantes, reflexionó sobre la Palabra de Dios escuchada, afirmando que “es muy difícil encontrar al católico de una sola pieza, coherente hasta los tuétanos manteniendo un estilo de vida profético y dispuesto a perderlo todo con tal de no perder su amistad con Jesús. Las generales de la ley son el gris de la vida, la componenda, el ‘no te metas’, el hacer las cosas para que me vean, el oportunismo, el recurrir a Dios sólo cuando el agua nos llega al cuello, etc. Lamentablemente, no se tiene claro que se trata de un ‘modo de vida’ que inspira e ilumina cada instante de nuestra existencia terrena, como alegres y fieles discípulos y misioneros de Jesucristo, el principio y fin de la creación y el Amén definitivo del Padre a favor de la salvación de los hombres de cualquier raza, época, cultura y nación”.


El mal uso de la libertad
En otra parte de su predicación, el Obispo enfatizó que “Dios al mundo lo hizo bueno y hermoso. Pero quien lo arruinó fue la creatura más perfecta, el ser humano, quien hizo mal uso de su libertad, ya que, en lugar de usar su capacidad electiva para lo bueno, lo noble, lo verdadero y lo edificante, prefirió usarlo para satisfacer su ego, sus mezquindades, sus caprichos y sus ansias de poder, sobre todo, para competir con su Hacedor, queriendo ser igual a Él. Esta falaz elección nos llevó a todos a la tan temida infelicidad, que todos la padecemos en la medida en que nos apartamos de nuestro Creador y Salvador”. Sin embargo, manifestó que Dios envió a su Hijo, “‘quien se hizo en todo semejante a nosotros, menos en el pecado’, para restituirnos a la comunión con Él. Fuimos salvados por la entrega de su Vida. Él nos insufló su Vida, que nada ni nadie tiene poder sobre ella, sino sólo Él”.

Continuando con la celebración, luego de elevar las súplicas al Padre en la Oración de los Fieles, los alumbrantes acercaron ofrendas específicas y los dones del pan y el vino hasta el altar y luego de la bendición final fueron saludados por el Señor Obispo.

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos devotos y peregrinos:
                                                               En este cuarto día del septenario rinden su homenaje las autoridades de los gobiernos provincial y municipales con miembros de sus respectivos gabinetes. También participan integrantes de la Renovación Carismática. A todos les doy la bienvenida y mi especial oración para que reciban las luces del Espíritu Santo para ejercer con sabiduría, humildad, generosidad y amor la tarea que les fue confiada por la ciudadanía.
         
   El tema que se meditó a lo largo de la jornada nos hizo profundizar en las fortalezas que deben animar y sostener al laico en situaciones adversas. En efecto, no son pocos los desafíos que amenazan o ponen en tela de juicio los valores que surgen de nuestra fe. Quien se propuso ser un testigo auténtico de la fe, la esperanza y el amor recibidos de Dios en el Bautismo, tiene que estar dispuesto a ser perseguido, denostado, ignorado y marginado como lo fue Jesús, quien ya nos advirtió que si a Él lo persiguieron, también lo harán con los que quieran ser fieles a Él (cf. Jn 15,18-21).
            En la primera lectura se nos narró la suerte que comienza a marcar la vida de los apóstoles: la persecución, las amenazas, las torturas, la cárcel, etc. Nos toca preguntarnos cuánto hemos padecido por ser fieles a la fe que nos regaló Jesús. Cuánto estamos dispuestos a sacrificar por ser coherentes con las enseñanzas y ejemplos de nuestro Redentor. Para la generalidad de los católicos catamarqueños no hay una situación tan cruel de la vida que pueda ayudarles a objetivar qué grado de madurez tiene la fe que practican, por tanto, no sabemos quién es quién y vivimos en una medianidad asfixiante y destructiva de la urdimbre de nuestra sociedad humana y cristiana. Es muy difícil encontrar el católico de una sola pieza, coherente hasta los tuétanos manteniendo un estilo de vida profético y dispuesto a perderlo todo con tal de no perder su amistad con Jesús. Las generales de la ley son el gris de la vida, la componenda, el ‘no te metas’, el hacer las cosas para que me vean, el oportunismo, el recurrir a Dios sólo cuando el agua nos llega al cuello, etc. Lamentablemente, no se tiene claro que se trata de un ‘modo de vida’ que inspira e ilumina cada instante de nuestra existencia terrena, como alegres y fieles discípulos y misioneros de Jesucristo, el principio y fin de la creación y el Amén definitivo del Padre a favor de la salvación de los hombres de cualquier raza, época, cultura y nación.
            En el texto del Evangelio se corrobora esta voluntad inamovible del “Padre Eterno que tanto ama al mundo, que entregó a su Hijo Único para que todo el que crea en Él tenga Vida Eterna. Pues no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que se salve por medio de Él… Por eso, el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo Único de Dios” (cf. Jn 3,16-19).
            Dios al mundo lo hizo bueno y hermoso (ver Gn 1,1-31). Pero quien lo arruinó fue la creatura más perfecta, el ser humano, quien hizo mal uso de su libertad, ya que, en lugar de usar su capacidad electiva para lo bueno, lo noble, lo verdadero y lo edificante, prefirió usarlo para satisfacer su ego, sus mezquindades, sus caprichos y sus ansias de poder, sobre todo, para competir con su Hacedor, queriendo ser igual a Él. Esta falaz elección nos llevó a todos a la tan temida infelicidad, que todos la padecemos en la medida en que nos apartamos de nuestro Creador y Salvador. Somos los seres humanos, tarados de soberbia, que hacemos de la creación paradisíaca de Dios un valle de lágrimas para nosotros y nuestra posteridad. Pero, jamás, la humanidad podrá vencer al amor de Dios que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf. Ez 18,23.32). Por eso, Dios puso ‘toda la carne en el asador’, valga la expresión, enviando a su Hijo, ‘quien se hizo en todo semejante a nosotros, menos en el pecado’ (Heb 4,16), para restituirnos a la comunión con Él. Fuimos salvados por la entrega de su Vida. Él nos insufló su Vida, que nada ni nadie tiene poder sobre ella, sino sólo Él.
            En el texto del evangelio Jesús afirma con toda contundencia: “en esto consiste la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquél que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Pero el que practica la verdad viene a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Jn 3,19-21). Con esto queda claro que la condenación, es auto-condenación, ya que la voluntad de Dios es siempre salvífica. Se condena el que quiere, el que no acepta el amor de Dios.
            Le pidamos a la Virgen del Valle que nos ayude a ser humildes como Ella, para saber dar el lugar preeminente a Dios en todos los momentos y espacios de nuestra vida. Que nuestras opciones de cada día nos lleven a Él.
¡¡¡Nuestra Madre del Valle!!!    ¡¡¡Ruega por nosotros!!!