El lunes 8 de abril
rindieron su homenaje a la Virgen del Valle quienes trabajan en el ámbito de la
Salud provincial, municipal y privado, Ministerio de la Salud, Hospitales,
SAME, CAPS, Sanatorios, Institutos, OSEP, Pastoral de la Salud, Servicio
Sacerdotal de Urgencia, Hogares de Ancianos, Geriátricos, Pastoral de las
Adicciones, Colegios, Asociaciones, Círculos de Profesionales y Auxiliares de
la Medicina.
Lo hicieron durante la misa de
las 21.00, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, en el Altar
Mayor de la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle, que contó con la
presencia de la Ministra de Salud de la provincia, Dra. Noemí Villagra, el Secretario
de Salud y Bienestar Social de la Municipalidad de San Fernando del Valle de
Catamarca, CPN Juan Cruz Miranda, como también autoridades del sector privado.
Durante la celebración
eucarística, al finalizar la homilía, Mons. Urbanc junto con los sacerdotes
Julio Quiroga del Pino y José Díaz administraron el Sacramento de la Unción de
los Enfermos.
Además de leer las lecturas
del día, los trabajadores del mundo de la Salud de los distintos ámbitos
acercaron las ofrendas al altar.
Al término de la Santa Misa
Mons. Urbanc bendijo las ambulancias del SAME y de la Municipalidad de la
Capital, como también a quienes prestan servicios en estos sectores.
TEXTO COMPLETO
DE LA HOMILIA
En este
segundo día del septenario, en el que la Iglesia celebra la Anunciación del
Señor, se nos propuso reflexionar sobre el hecho inédito de que, de las
entrañas purísimas de la Virgen María, vino la Salvación para la humanidad, por
medio del divino poder del Espíritu Santo.
Para
entender el relato de la anunciación a María de la encarnación del Hijo de Dios
en su vientre, tenemos que enfrentar el género literario llamado "anunciaciones".
En la Biblia se dan muchas anunciaciones y todas reportan más o menos lo
siguiente: presencia gratuita de Dios en medio de su pueblo y superación de los
‘peros’ humanos en el desarrollo del proyecto divino. Por eso aparecen la
esterilidad, el miedo, la incapacidad, etc. Este tipo de relatos está lleno de
simbolismos que hay que saber leer para no tomarlos al pie de la letra e
interpretarlos erróneamente (Dei Verbum, 12,b).
Aclarado
esto, lo central del relato de la anunciación es que Dios se hizo presente de
una manera gratuita, amorosa y sin méritos de nadie. Tan importante como esto,
es la voladura que Dios hizo de las imposibilidades humanas que impedían su
encarnación y la entereza de María que creyendo en la Palabra de Dios, superó
sus limitaciones culturales de mujer y de doncella campesina en una región
marginada del poder central judío. En la Virgen aparece el temor, pero no la
desconfianza; y las dificultades que le presenta al ángel quedan resueltas, sin
que llegue a lesionarse su condición humana. Llegar a disminuir la condición humana
de María para agrandar el Misterio, disminuiría la realidad humana de su Hijo y
quedaría afectada toda la encarnación.
Por eso a
nosotros nos toca leer a fondo el relato de la anunciación, ver la profundidad
de sus símbolos, para entender todo lo que Dios, así, quiso revelar. Si la
encarnación de Dios en la historia es lo más divino que pueda acontecer en
razón de su origen, es también lo más humano en razón de su fin. Nuestra fe
tendrá aquí siempre el desafío de salvar lo divino de Dios sin destruir lo
humano de la historia. Sólo así la encarnación mantiene su valor de redención.
La Encarnación del Hijo de Dios y el Misterio Pascual son las dos
caras de la misma moneda en orden a la salvación de la especie humana y la
armonía de toda la creación.
El texto de Isaías 7,10-14 es de una densidad antropológica muy
grande ya que describe el drama que todo ser humano experimenta frente al
dolor, la enfermedad, el peligro y el futuro, buscando aferrarse a esa cuota de
fe que tiene, pero sin saber si será escuchado, más aún, le parece que es
abusivo esperar algo de la divinidad, como si fuera una impiedad. Es por eso
que el rey Ajaz dirá ‘no pediré ningún signo a Dios’, quizás también con el
miedo de que Dios pueda pedirle algo a cambio. Con todo, Dios no se deja vencer
y hace un extraño anuncio, indicando que Él sigue siendo el Señor de la
Historia y que jamás abandonará a los seres humanos, sino que caminará junto a
ellos para conducirlos hacia Sí, pues Él es el único que conoce lo que hay en
el corazón, y ser siempre el Emanuel –Dios con Nosotros- es decir, lo más
íntimo de cada ser humano. Los primeros cristianos vieron en esta profecía un
claro anuncio de la Encarnación.
La carta a los Hebreos completa la escena afirmando que por medio de
la renuncia más grande que un ser puede hacer, como es hacer la voluntad de
otro, se logra ser del agrado de Dios. El Hijo de Dios aprendió a ser hijo por
medio de la obediencia (cf. Heb 5,8-9).
Esto nos enseña que la causa de todo dolor humano parte de una
desobediencia, como lo relata el Génesis y lo confirma la historia humana. De
allí que el gozo, la libertad y la alegría sólo las podemos esperar de la
filial obediencia a Dios a ejemplo de María y Jesús y de todos los que aceptaron hacer el mismo
camino.
No hay frase más original, efectiva y pacificadora que “hágase tu
voluntad”.
Me alegro que en este día, en que peregrinan los servidores de la
salud, se haya invitado a algunos hermanos debilitados por los años para que
reciban el sacramento de la Unción de los Enfermos como un signo elocuente de
que todos debemos pedir ayuda a Dios para hacer siempre y en cualquier
circunstancia de la vida, su Santa Voluntad. Y decir con parresía: “mi comida
es hacer la Voluntad de Dios” (cf. Jn 4,34).
Para concluir recemos
el ‘memorare’: Acuérdate, oh piadosa Virgen María, que jamás se ha oído decir
que alguno de los que ha acudido a Ti, implorando tu asistencia y socorro, haya
sido abandonado. Por eso, también yo acudo a Vos, oh Virgen Madre de las vírgenes;
y, aunque gimo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante tu
presencia soberana. No deseches, oh Madre de Dios, mis humildes súplicas; antes
bien, escúchalas y atiéndelas favorablemente. Amén