En la jornada del
viernes 12 de abril, los jóvenes homenajearon a la Virgen del Valle con una
peregrinación, la celebración de la Santa Misa y un espectáculo de música y canto, en
el marco del Año Diocesano de la
Juventud.
En el día en que la Iglesia de Catamarca
celebró los 122 años de la Coronación Pontificia de la Sagrada Imagen , los
chicos se concentraron en horas de la tarde en el Paseo General Navarro (La Alameda ) o Plaza de la Coronación , para
peregrinar por calle San Martín cantando y portando bombos y muñecos gigantes
de la Virgen
del Valle y del Papa Francisco.
El punto de llegada
fue el Paseo de la Fe ,
donde participaron de la
Santa Misa , presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis
Urbanc, y concelebrada por el asesor de la Pastoral Juvenil ,
Pbro. Víctor Hugo Vizcarra, el Rector del Santuario y Catedral Basílica, Pbro.
José Antonio Díaz, entre otros sacerdotes.
Junto con la Pastoral de la Juventud Diocesana ,
Movimientos e Instituciones Diocesanas de Jóvenes, tributaron honores los
Institutos de Estudios Superiores públicos provinciales, municipales y privados
(confesionales y no confesionales), que participaron con sus abanderados y
escoltas.
La celebración
eucarística comenzó con el ingreso de la Sagrada Imagen en
brazos del Señor Obispo, quien la colocó en la urna preparada para albergarla
durante todo el homenaje.
Tras la proclamación de la
Palabra , a cargo de los jóvenes, y la lectura del Evangelio
leído por el diácono Facundo Brizuela, Mons. Urbanc pronunció su homilía,
expresando que “Frente a las dificultades que pueden surgir
por causa de vivir la fe, sepamos que Dios nos acompañará y hará que siempre
triunfe el Amor, como triunfó después de la ignominia de la Cruz. Dios es Vida, en
cambio la muerte no es nada, por tanto ésta no puede vencer, porque no es. En
cambio, la Vida
sí, porque es”.
Dirigiéndose a los chicos dijo:
“A ustedes, jóvenes, los invito a que no tengan miedo de entregarse totalmente
a la causa de Jesucristo, que es la implantación del Reino del amor, la vida,
la fraternidad, la justicia, la unidad y la paz, porque el triunfo ya está
asegurado, aunque en medio de sacrificios, sufrimientos, incomprensiones y
maltratos”.
Tomando el texto
del Evangelio referido al pasaje de la multiplicación de los panes, Mons.
Urbanc expresó: “El agobio de los Apóstoles ante tanta gente hambrienta nos
hace pensar en una multitud actual, no hambrienta, sino peor aún: alejada de
Dios, con una ‘anorexia espiritual’, que impide participar de la Pascua y conocer a Jesús.
Es cierto que nos embarga la impotencia queriendo llegar a todos, pero no nos
desanimemos, vayamos haciendo lo que podamos... Lo que está claro que no nos
podemos permitir la pasividad, la pereza, la dejadez o mirar para otro lado,
sino reavivar la esperanza. El Señor, para hacer el milagro, quiere la
dedicación de los Apóstoles y la generosidad del joven que entrega unos panes y
peces”.
Luego rogó: “Señor
Jesús, aumenta nuestra fe, obediencia y audacia, aunque de momento no veamos el
fruto del trabajo”.
En el momento de
las ofrendas, los alumbrantes llevaron hasta el altar elementos que serán
destinados a los hermanos afectados por las inundaciones en la provincia de
Buenos Aires.
Finalizada la Santa Misa , se ofreció
a todos los presentes un espectáculo artístico de canto y danzas, que recibió el
aplauso de quienes se dieron cita en el Paseo de la Fe , entre quienes se
encontraban el Señor Intendente de San Fernando del Vale de Catamarca, Lic.
Raúl Jalil, y miembros de su gabinete.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
En esta jornada se nos
propuso que pensáramos si en verdad somos dichosos de sufrir en el proceso de
compartir la fe.
Esta pregunta se la dirijo
ahora a ustedes, queridos jóvenes, que peregrinan a honrar a la querida Madre
del Valle. Bienvenidos a esta celebración. La Virgen los cobije bajo su manto y los lleve al
encuentro de Jesús pues a Él lo están buscando.
La primera lectura del
libro de los Hechos de los Apóstoles (5,34-42) nos hace tomar conciencia de que
el seguimiento de Cristo implica compartir la cruz del dolor con el Maestro. “Ningún siervo es más que su amo. Si a mí me han perseguido, también
a ustedes los perseguirán. Si han obedecido mis enseñanzas, también obedecerán
las de ustedes. Los tratarán así por causa de mi nombre, porque no conocen al
que me envió” (Jn 15,20-21). Por tanto, si no nos persiguen por causa de la fe,
es signo de que está muerta, que no está animada por el amor, que no incide en
nuestras actitudes, ni regula nuestras relaciones interpersonales. Es decir,
que se divorciaron la fe y la vida.
Frente a
las dificultades que pueden surgir por causa de vivir la fe, sepamos que Dios
nos acompañará y hará que siempre triunfe el Amor, como triunfó después de la
ignominia de la Cruz. Dios
es Vida, en cambio la muerte no es nada, por tanto ésta no puede vencer, porque
no es. En cambio, la Vida
sí, porque es.
Este fue
el consejo del sabio Gamaliel a sus colegas: “mi consejo es que se olviden de estos hombres y los
dejen en paz; porque, si lo que ellos se proponen hacer es cosa de hombres,
desaparecerá; pero si procede de Dios, ustedes no podrán destruirlo. No corran
el riesgo de luchar contra Dios”.
A ustedes, jóvenes, los
invito a que no tengan miedo de entregarse totalmente a la causa de Jesucristo,
que es la implantación del Reino del amor, la vida, la fraternidad, la
justicia, la unidad y la paz, porque el triunfo ya está asegurado, aunque en
medio de sacrificios, sufrimientos, incomprensiones y maltratos.
El texto concluye diciendo: “Hicieron llamar a los
apóstoles, los azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús y los
soltaron. Ellos salieron de la presencia del Consejo alegres de haber merecido
tales injurias por causa del nombre de Jesús. Y día tras día, tanto en el
templo como por las casas, no cesaban de enseñar y anunciar que Jesús es el
Mesías”.
¡Coraje, chicos y chicas,
por Jesús vale la pena!...Cuando les toque sufrir, digan con el salmista: “El
Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi
vida ¿quién me hará temblar?...Una
cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de
mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo…Espero gozar de
la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten
ánimo, espera en el Señor” (Sal 26,1.4.13-14).
De la lectura del Evangelio
(Jn 6,1-15) queda claro que Jesús nos sigue desafiando a que lo demos como
alimento al mundo entero. Que nadie se quede sin saborear el pan vivo bajado
del cielo para la vida del mundo.
La narración nos dice que sobraron doce canastas,
esto significa que después
de que todos se alimentaron, su gracia no se terminó sino que sigue abundante
para todos sus hijos hasta el fin del mundo. De ahí el mandato misionero de ir
a todos los rincones de la tierra para hacer actual el milagro de la
transformación del pan. La
Iglesia , aunque dispersada por el mundo entero hasta los
confines de la tierra, habiendo recibido de los apóstoles y de sus discípulos
la fe, guarda esta predicación y esta fe con cuidado, como no habitando más que
una sola casa, cree en ella de una manera idéntica, como no teniendo más que
una sola alma y un solo corazón, las predica, las enseña y las transmite con
una voz unánime, como no poseyendo más que una sola boca (CIC 173).
Como
miembros vivos de la Iglesia
debemos asumir la misión, convencidos de que superará los contratiempos, porque
su enseñanza y su obrar tienen su origen en Jesús. Por esta razón son muy
oportunas las palabras del Concilio Vaticano II: “así como Cristo fue enviado
por el Padre, Él, a su vez, envió a los Apóstoles llenos del Espíritu Santo. No
sólo los envió a predicar el Evangelio a toda criatura y a anunciar que el Hijo
de Dios, con su Muerte y Resurrección, nos libró del poder de Satanás y de la
muerte, y nos condujo al reino del Padre, sino también a realizar la obra de
salvación que proclamaban, mediante el sacrificio y los sacramentos, en torno a
los cuales gira toda la vida de la
Iglesia » (SC 6).
El
agobio de los Apóstoles ante tanta gente hambrienta nos hace pensar en una
multitud actual, no hambrienta, sino peor aún: alejada de Dios, con una
“anorexia espiritual”, que impide participar de la Pascua y conocer a Jesús.
Es cierto que nos embarga la impotencia queriendo llegar a todos, pero no nos
desanimemos, vayamos haciendo lo que podamos... Lo que está claro que no nos
podemos permitir la pasividad, la pereza, la dejadez o mirar para otro lado,
sino reavivar la esperanza. El Señor, para hacer el milagro, quiere la
dedicación de los Apóstoles y la generosidad del joven que entrega unos panes y
peces.
Señor
Jesús aumenta nuestra fe, obediencia y audacia, aunque de momento no veamos el
fruto del trabajo.
Madre
querida del Valle, la siempre joven porque eres llena de gracia, acoge a estos
jóvenes que te aman y dales el valor de decir SÍ a Dios como lo hiciste Tú.
¡Viva Cristo
Resucitado! ¡Viva la Virgen del Valle!