Mons. Urbanc: “Dios
no impone, sólo propone, nosotros tenemos la
libertad para elegir”
En la noche del miércoles 10 de abril, rindieron su homenaje
los ámbitos Legislativo y de la Cultura gubernamental y no gubernamental,
asociaciones e instituciones Culturales, Junta de Estudios Históricos, Salac,
SADE, Damas Belgranianas, Instituto Sanmartiniano, Instituto de Cultura
Hispánica, asociaciones Pro Patria y Damas Catamarqueñas, Club Social 25 de Agosto,
Rotary Club.
En la oportunidad, participó el Vicegobernador de Catamarca,
Dr. Dalmacio Mera Figueroa, el Presidente de la Cámara de Diputados, Dn. Néstor
Tomassi, además de autoridades y representantes de las instituciones
mencionadas.
Un marco colorido brindaron los jóvenes de ballets
folclóricos, ataviados según la usanza tradicional, y niños de coros
municipales.
Proclamaron las lecturas representantes de la Sociedad
Argentina de Escritores (SADE), filial Catamarca, y del Instituto de Cultura
Hispánica.
Las ofrendas materiales fueron encabezadas por los niños del
Coro Municipal, seguidos por innumerables fieles representantes de los diversos
sectores alumbrantes. Finalmente los dones eucarísticos fueron acercados al
altar por el Vicegobernador Dalmacio Mera Figueroa, el Presidente de la Cámara
de Diputados, Néstor Tomassi, y el director de Cultura municipal, Lic. Ariel
Aredes.
Durante su predicación, Mons. Urbanc dijo que “Jesús nos
enseña que el amor verdadero no tiene límites ni condiciones. Si hemos de amar,
ya sabemos cómo hemos de hacerlo. ¿Y quién nos ha revelado todo esto? El mismo
Cristo, Hijo único de Dios. Él ha dado testimonio de todo esto que decimos y lo
ha hecho obedeciendo la Voluntad del Padre, como nos lo dice a lo largo de
todos los Evangelios. Porque por eso y para eso vino al mundo. Para darnos a
conocer que tenemos un Padre, que es nada menos que Dios y que nos ama, como
sólo Dios puede amar, hasta el extremo”.
En otro tramo manifestó: “Dios no quiere que perezcamos,
sino que tengamos vida plena. Esta es la Voluntad de Dios. Pero no nos la
impone, sino tan sólo propone, haciendo todos los esfuerzos y sin escatimar
sacrificio alguno para que elijamos el camino correcto. Entonces, no esperemos
a ver calamidades para ponernos en vereda. Decidamos ahora y a partir de este
momento obrar conforme lo indica la Luz, es decir con apego al Amor. Siguiendo
las enseñanzas y el ejemplo de Cristo. Esta debe ser una reflexión central en
nuestras vidas y como en el caso de Nicodemo, debe representar un gran cambio,
un nacer de nuevo. Hay que nacer de Dios. Tenemos que nacer del Espíritu, de lo
alto”.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
En esta jornada nos propusimos
considerar que la fe nos introduce en la vida eterna. Ciertamente es así puesto
que la fe es la gracia propia del bautismo. Al ser bautizados fuimos asociados
estrechamente a la muerte y resurrección de Jesucristo, como también
introducidos en la intimidad de Dios, empezamos a ser familia de la Trinidad
Santísima en calidad de hijos.
En la Carta a los Gálatas se nos
enseña que ‘en Cristo Jesús lo que cuenta es la fe que obra por el amor (Gál
5,6). Y la eternidad no es otra cosa que la vivencia en el amor infinito de
Dios, Uno y Trino.
En esta perspectiva se enmarca el
diálogo de Jesús con Nicodemo. A él y a nosotros nos da la clave de la razón de
ser de nuestra existencia: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único,
para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn
3,16). Este es el centro de la Historia, la esencia, la columna vertebral. El
Amor de Dios es Gracia, no es el resultado de merecimiento alguno. Así que no
hay nada de qué vanagloriarse. No andemos buscando los motivos del amor de Dios
hacia nosotros, ni vanidosamente pretendamos que es por esto o aquellos que
hemos hecho. Él ya nos amaba aun antes que fuéramos concebidos. Antes que
nuestros padres nos proyectaran, Él ya nos amaba. ¿No es ésta la mejor noticia
que podrían darnos? ¿Y por qué no nos proponemos a propagarla a partir de hoy?
Todo el mundo debe saberla; todo el mundo debe gozarla. Todos deben sentir el
mismo consuelo, paz y esperanza que tú. ¿No te parece esto justo, loable, bueno,
generoso, positivo? ¿Entonces, por qué te lo guardas para ti? ¿Crees que puede
haber algo más importante para cualquier ser humano, que esta noticia? ¡Esta es
la buena noticia que debemos compartir!
Jesús nos enseña que el amor
verdadero no tiene límites ni condiciones. Si hemos de amar, ya sabemos cómo
hemos de hacerlo. ¿Y quién nos ha revelado todo esto? El mismo Cristo, Hijo
único de Dios. Él ha dado testimonio de todo esto que decimos y lo ha hecho
obedeciendo la Voluntad del Padre, como nos lo dice a lo largo de todos los
Evangelios. Porque por eso y para eso vino al mundo. Para darnos a conocer que
tenemos un Padre, que es nada menos que Dios y que nos ama, como sólo Dios
puede amar, hasta el extremo.
Dios no quiere que perezcamos,
sino que tengamos vida plena. Esta es la Voluntad de Dios. Pero no nos la
impone, sino tan sólo propone, haciendo todos los esfuerzos y sin escatimar
sacrificio alguno para que elijamos el camino correcto.
Entonces, no esperemos a ver
calamidades para ponernos en vereda. Decidamos ahora y a partir de este momento
obrar conforme lo indica la Luz, es decir con apego al Amor. Siguiendo las
enseñanzas y el ejemplo de Cristo. Esta debe ser una reflexión central en
nuestras vidas y como en el caso de Nicodemo, debe representar un gran cambio,
un nacer de nuevo. Hay que nacer de Dios. Tenemos que nacer del Espíritu, de lo
alto.
Que no nos pase que “habiendo
venido la luz al mundo, prefiramos las tinieblas a la luz, obrando mal. Ya que
todo el que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus
obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien según la verdad, se
acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios"
(Jn 3,19-21).
Un caso concreto de obrar sin luz
lo escuchamos en la primera lectura: “el sumo sacerdote y los de su partido,
que eran los saduceos, llenos de ira contra los apóstoles, los mandaron
aprehender y los metieron en la cárcel” (Hch 5,17). Quien no tiene a Dios, que
es Amor, en su corazón, está poseído por el egoísmo, la envidia y el odio.
En la medida que permitamos que
la Luz del Resucitado entre en nuestro corazón tendremos el valor, la
generosidad y la perseverancia en el buen obrar. Daremos testimonio de la
presencia del Amor de Dios en el mundo con toda audacia y convicción, sin tener
miedo a quienes nos puedan contrariar o perjudicar, a ejemplo de los apóstoles
que siempre hacían la voluntad de Dios, pudiendo decir a aquellos que los
maltrataban y prohibían hablar en nombre de Jesús: “Hay que obedecer a Dios
antes que a los hombres” (Hch 5,29). No me cabe la menor duda que los apóstoles
en esas circunstancias evocarían las palabras del salmista: “Confía en el Señor
y saltarás de gozo, jamás te sentirás decepcionado, porque este pobre invocó al
Señor y Él lo escucho y lo libró de todas sus angustias” (Sal 33,7).
A propósito del tema que nos
ocupa es muy oportuna la recomendación de san Pablo a Timoteo: “Tú, en cambio,
hombre de Dios corre al alcance de la justicia, de la piedad, de la fe, de la
caridad, de la paciencia en el sufrimiento, de la dulzura. Combate el buen
combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la
que hiciste aquella solemne profesión delante de muchos testigos (1 Tim
6,11-12).
Le pidamos a nuestra querida
Madre del Valle que nos asista en esta dura batalla contra las tinieblas que
quieren sofocar la luz que hay en nuestros corazones, diciendo: “Madre del
Valle te suplicamos con un corazón contrito y humillado que no permitas que se
extinga la hermosa luz de nuestra fe. Acuérdate de tus antiguas misericordias y
mira compasiva a tus hijos. Nos afligen las enfermedades, nos consumen los
disgustos, nos afectan los infortunios, pero que no nos falte la fe; porque
ricos con este don precioso, soportaremos con gusto todo dolor y nada podrá
alterar nuestra felicidad. Por el contrario, sin la gracia de la fe, nuestra
desventura no tendría límites.
A Jesús, autor y consumador de
nuestra fe, ruégale que nos conserve dentro de la nave de Pedro, fieles a su
sucesor, para que se construya la unidad de la Iglesia, se promueva su santidad
y se dilate en bien de todos los pueblos. Concédenos la paz, la alegría, la
concordia y la unidad”. Amén.