En la soleada tarde del
domingo 14 de abril culminaron las fiestas patronales en honor a Nuestra Madre
del Valle con la Solemne Procesión, que en esta oportunidad tuvo la
particularidad de que la Sagrada Imagen partió acompañada por una maratón
juvenil, desde la Catedral Basílica hasta la intersección de calle Perú y
avenida Virgen del Valle, donde la esperaban los sacerdotes del clero
catamarqueño, para conducirla hasta la Plaza del Maestro, desde donde dio
inicio la Procesión.
Esta novedosa salida de la Imagen
Centenaria desde su casa hasta el punto de inicio de la marcha forma parte de
las actividades programadas con motivo del Año Diocesano de la Juventud, que
vive la Iglesia de Catamarca, en el marco de la Misión Diocesana Permanente.
La Procesión fue presidida
por el Señor Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, acompañado por sacerdotes de
todo el territorio diocesano, diáconos y religiosos, con un importante
protagonismo de los jóvenes, quienes portaron la Cruz peregrina, agrupaciones
gauchas, delegaciones escolares y de peregrinos con sus estandartes, que
llegaron desde distintos puntos de Catamarca y de otras provincias del país.
Participaron de esta
manifestación de fe autoridades provinciales y municipales, encabezadas por la
Señora Gobernadora, Dra. Lucía Corpacci, y el Intendente de San Fernando del
Valle de Catamarca, Lic. Raúl Jalil, respectivamente, legislativas, de las fuerzas de seguridad,
entre otras.
En un clima de mucha emoción
y alegría por el encuentro con la Madre, la columna procesional se desplazó por
avenida Virgen del Valle bordeando el Paseo General Navarro (La Alameda) o
Plaza de la Coronación, continuando por calles San Martín, Rivadavia y
República hasta el Paseo de la Fe, donde fue recibida con los acordes de la
Banda de Música de la Policía de la Provincia, el tañido de las campanas,
pañuelos y banderitas con los colores papales en alto, cuando el sol ya se
había ocultado.
El Obispo Diocesano emitió
su mensaje final, que dedicó a los jóvenes, pidiendo, en uno de sus tramos, a
la “Virgen siempre joven, y a san José, tu casto esposo, te los confío. Muchos
han venido a verte, a conocerte, a agradecerte y a pedirte. En estos días, esta
casa tuya se ha convertido en la casa de los jóvenes; han venido a pedir que
los liberes de muchas ataduras internas y externas. Consígueles con tu poderosa
intercesión la verdadera libertad, la de tu Hijo; la fe verdadera y los
auténticos motivos de vida y esperanza. Tú, Madre, conoces sus límites, sus
sueños, sus proyectos y sus posibilidades, haz que sea fecunda su esperanza”.
En homenaje a la Patria, se
entonaron las estrofas del Himno Nacional Argentino y luego se procedió al
arriamiento de la Bandera.
El Rector del Santuario
Mariano, Pbro. José Antonio Díaz, leyó el instrumento que da y concede una
indulgencia plenaria a todos los presentes y a todos los que a través de la
radio y la televisión, con un corazón arrepentido, hayan participado de estas
fiestas, habiendo recibido los Sacramentos de la Reconciliación y la
Eucaristía.
Tras la bendición del Señor
Obispo, se concretó el ingreso de la Sagrada Imagen a la Catedral Basílica,
donde fue colocada nuevamente en el Camarín, donde permanecerá hasta el 29 de
noviembre, en que dará inicio a las festividades de la Inmaculada Concepción.
Pañuelos flameando, lágrimas
en los rostros, aplausos y mucha emoción acompañaron este momento, que dos
veces al año se repite de una manera siempre renovada.
TEXTO
COMPLETO DEL MENSAJE FINAL
A ti, Madre querida del
Valle, hemos venido desde distintos lugares y realidades, confiados y
suplicantes, a honrarte en este septenario para celebrar tus 122 años como
Reina y Señora de esta Iglesia diocesana, y te ruego que nos concedas la gracia
de ser verdaderos hijos tuyos y hermanos de Jesucristo, libres de toda mancha
de pecado.
Acuérdate, Virgen Santa, que
eres Madre de Dios, no sólo para tu dignidad y gloria, sino también para
salvación nuestra y provecho de todo el género humano. Ten en cuenta que jamás
se ha oído decir que alguien que haya acudido a tu protección e implorado tu
socorro, haya sido desamparado. No nos dejes, porque si nos olvidas nos
perderemos; tampoco nosotros queremos abandonarte, antes bien, estamos
dispuestos a crecer más en la verdadera devoción y en el amor fraterno.
Inmaculada Madre de Dios,
Reina de los Cielos, Manantial de Misericordia, presta atención a este servidor
del Sumo y Eterno Sacerdote, tu Hijo bendito, que, en nombre de todos cuantos
están delante de tu venerada imagen, te suplica confiadamente por los jóvenes
de nuestra diócesis y de la patria, concédeles encontrarse con Jesús a quien
buscan y, en no pocos casos, sin saberlo. Lo buscan porque lo necesitan como
los pulmones el aire, como las plantas el agua. Así como los peregrinos que,
año a año, llegan a tu santuario buscando Paz.
A ti, Virgen siempre joven,
y a san José, tu casto esposo, te los confío. Muchos han venido a verte, a
conocerte, a agradecerte y a pedirte. En estos días, esta casa tuya se ha
convertido en la casa de los jóvenes; han venido a pedir que los liberes de
muchas ataduras internas y externas. Consígueles con tu poderosa intercesión la
verdadera libertad, la de tu Hijo; la fe verdadera y los auténticos motivos de
vida y esperanza. Tú, Madre, conoces sus límites, sus sueños, sus proyectos y
sus posibilidades, haz que sea fecunda su esperanza.
Madre bendita, que lleven a
cabo los grandes anhelos de su corazón creyente; que sean fuertes frente a lo
que los asedia; que puedan vencer las acechanzas del demonio y de sus propias
debilidades; cúralos del pecado; líbralos de la derrota y del error; protégelos
del desprecio de la vida y de todo lo que amenace su salud física, psíquica,
social y espiritual; defiéndelos de la soledad padecida o buscada, para que no
acabe en desesperación; aliéntalos frente al temor del futuro; fortalece a los
desocupados y a los que han perdido su hogar; entusiásmalos a trabajar por la
paz frente a los estragos de la violencia, el relativismo, las ideologías y los
totalitarismos.
A tu corazón de Madre confío
las familias jóvenes y a los que se consagraron totalmente a la gloria de Dios
y el servicio a sus hermanos.
Madre de la Sabiduría,
enséñales a forjar una cultura que contemple el cuidado de todos los hombres y
de ‘todo el hombre’, por medio de la reconciliación y el perdón. Que no se
borren ante los nuevos desafíos y tareas que conlleva la misión diocesana
permanente, llevando a Cristo a todos los ámbitos y sectores sociales y
eclesiales… Para ello enséñales tu fe, tu esperanza y tu caridad para ir al
encuentro de Tu Hijo y de las personas más necesitadas, los pobres del
Evangelio: niños, ancianos, enfermos, adictos, explotados, extranjeros,
excluidos, minusválidos, solos, abandonados, etc. Enséñales a acoger toda vida
humana y a descubrir el misterio de la vida y todo lo que la genera y da
sentido, es decir, el amor puro, para que asuman con responsabilidad y
generosidad el destino de la Patria y del Mundo.
Guíalos hacia tu Hijo,
reconcílialos con Él, encomiéndalos y devuélvelos una y otra vez a Él.