Entre conmovedoras muestras
de dolor y esperanza cristiana, durante la mañana del lunes 4 de marzo, fueron
despedidos los restos mortales del Padre Manuel Antonio Bulacio, en la ciudad de
Belén, su tierra natal.
Desde la madrugada, fueron
velados en el Santuario de Nuestra Señora de Belén, donde pasadas las 10.00 se
ofició la Misa de Exequias, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis
Urbanc, y concelebrada por presbíteros llegados desde distintos puntos del
territorio diocesano, especialmente del Decanato Oeste, para despedir al
hermano sacerdote.
Participaron de la ceremonia
religiosa autoridades municipales, encabezadas por el intendente Daniel Ríos,
religiosas, familiares, amigos, vecinos y fieles provenientes de diferentes
comunidades parroquiales e instituciones y movimientos eclesiales.
En su homilía, el Pbro.
Rogelio Suárez, párroco de Nuestra Señora del Rosario, con sede en Hualfín, dijo
que “tras experimentar tan fuertemente el peso de la Cruz, el Padre Antonio hoy
ve la luz, el rostro de Dios, porque sólo se ve la luz eterna pasando por el
camino de la Cruz; esto es ser discípulos misioneros de Jesús y servidores de
la Esperanza como María”.
“El Padre Antonio nos deja
esa lección. Nunca renegó de la vida, la peleó hasta donde pudo, porque decía
que cuando se recuperara iba a trabajar mucho más. Ciertamente, desde la
cercanía y desde el corazón de Dios, nos alcanzará las gracias para que
trabajemos fuertemente para que el Evangelio de Jesús sea conocido, creído,
rezado, vivido, como él lo vivió, tratando siempre de dignificar a los demás, a
través del servicio desinteresado”, manifestó.
También afirmó que “él se
sentía amado por Dios, lo sabía, lo creía; no necesitaba ver
para creer,
necesitó creer para ver, y porque creyó, hoy ve a Dios, esa es la fe verdadera.
Era un hombre que amaba a Jesucristo, amaba su sacerdocio, por eso trabajaba con
mucha fuerza, estaba convencido de su fe”.
Antes de concluir la celebración
eucarística, se escucharon sentidas palabras de despedida, que resaltaron la
figura de este querido sacerdote, que sirvió a Dios a través de su ministerio
sacerdotal, amando a sus hermanos, a ejemplo de Jesús, especialmente a los más
necesitados.
Luego de la oración final,
sus restos mortales fueron acompañados hasta su última morada, en el cementerio
municipal de la ciudad de Belén.