“El
Padre Antonio quiso ser la expresión de la misericordia de Dios en medio de nosotros”
Durante la noche del domingo
3 de marzo, una gran cantidad de fieles desbordó la Catedral Basílica y
Santuario de Nuestra Señora del Valle, para participar de la Misa Exequial por el Padre Manuel Antonio Bulacio, presidida
por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por numerosos sacerdotes
del clero catamarqueño, provenientes de parroquias de la ciudad capital y el
interior diocesano, quienes llegaron
para darle el último adiós a su hermano
sacerdote.
Estuvieron presentes el
Intendente de la Capital, Lic., Raúl Jalil, acompañado por su esposa, la actual
diputada nacional, Dra. Silvana Ginocchio; el diputado provincial, Dr. Jorge
Sosa; miembros de instituciones eclesiales y sociales, Comunidad Cenáculo,
amigos y colaboradores, quienes acompañaron a la familia del sacerdote.
En el inicio de su homilía,
Mons. Urbanc afirmó que “una vez más, desde nuestra mirada terrenal, estamos
tristes por la partida de un amigo sacerdote; pero por otro lado, desde la fe,
nos embarga una gran alegría porque un hermano nuestro llega a la gloria de
Dios”.
Tras saludar de “manera
particular a la mamá, a los hermanos y hermanas, a los familiares del Padre
Antonio, a sus amigos, y a toda la feligresía de nuestra amada Iglesia de Catamarca”,
expresó: “Gracias, Padre Antonio, por todo lo que has hecho por nosotros. A mí,
particularmente, me embargan muchos sentimientos porque me ha tocado recibirlo
en el inicio de su formación en Tucumán, junto a otros siete catamarqueños, en
el año 1992. Lo he tenido como hermano en el Presbiterio de Catamarca durante
12 años. Y hoy deposité en sus manos, el Rosario que me acompañó durante muchos
años, para que él interceda
por toda esta Iglesia de Catamarca, por todos
nosotros; para que pida al Señor que suscite en nuestra comunidad muchas y
santas vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras”.
También recordó que “hace
poco más de un año, el Señor nos llevó al Padre Raúl y hoy nos lo lleva al Padre
Antonio, quienes han hecho tanto por los jóvenes dominados por las adicciones.
Quizás podemos decir que estamos recibiendo un golpe bajo, pero lo que el Señor
dispone es para nuestro bien. Con esto nos hace entender que esta obra no es
nuestra sino suya”.
En este plano consideró que
sólo “somos servidores, hacemos lo que podemos, y de esa
poquita cosa que somos,
el Señor hace maravillas”. Por eso confió en que “toda la Iglesia de Catamarca asuma
la posta de lo que estos dos sacerdotes han ido haciendo con entusiasmo y dedicación,
cada uno a su modo, con su impronta, en esta lucha contra el flagelo de las
adicciones. A todos nos corresponde seguir la tarea, ellos han dado el puntapié
inicial. Dios los eligió para esto, nosotros tenemos que continuar la obra con
mayor alegría y entusiasmo”.
“Tenemos que elevar nuestro
cántico de gratitud a Dios”, porque el Padre Antonio es “aquel justo que quiso
ser la expresión de la misericordia, de la ternura, de la cercanía, del Buen
Pastor en medio de nosotros”, enfatizó, resaltando sus cualidades personales: “Era
sencillo, de perfil bajo, pero realmente una luminaria en nuestra querida
diócesis; disponible para el servicio. Un hombre que se dejó guiar por el amor
de Dios, por las ganas de servir como Jesús”.
En otro tramo de su predicación,
el Obispo manifestó que “tanto la partida del Padre Raúl como la partida hoy
del Padre Antonio tiene que ser para esta Iglesia diocesana una advertencia que
nos hace el Jesús de que debemos seguir trabajando codo a codo para luchar
contra tanta miseria que hay en nuestra sociedad”.
Además, destacó su amor por la
Virgen del Valle y la Virgen de Belén, y puso de relieve que “ha sido ministro
de la Reconciliación, a cuántas personas a lo largo de sus años de sacerdocio
hizo resucitar, destruyendo las cadenas del pecado que los oprimía. Cuánto premio
tendrá en el Cielo por lo que ha hecho. Hace falta mucho amor para ser ministro
del perdón de Dios. Este es el legado que nos deja el Padre Antonio, lo tomemos
y lo hagamos propio, para que podamos ser los cirineos de tantos hermanos
agobiados por el peso de las adicciones, y de cualquier otra dificultad en la
vida”, aseveró.
Finalmente, agradeció “a la
madre y a las hermanas del Padre Antonio, que han hecho tanto durante estos
ocho meses acompañándolo en Córdoba cuando salía de sus internaciones. Un hermoso
gesto de familia lleno de amor”. Hizo extensiva su gratitud “a todos los que
han rezado por él a lo largo de estos meses, que han ofrecido su dolor, gracias
porque todo esto da mucho fruto. El querido Padre Antonio es ese grano de trigo
que cae en tierra y de hoy en más lanzará afuera ese bendito fruto que Dios,
desde toda la eternidad, tiene preparado por la entrega de este fiel servidor
suyo”.
Antes de finalizar la
celebración eucarística, el Obispo y los sacerdotes rodearon el féretro con los
restos mortales del Padre Bulacio y rezaron por el eterno descanso de su alma,
a los pies de Nuestra Madre del Valle.
Luego, fue llevado en
caravana vehicular hasta Choya, donde también le rindieron homenaje, antes de
su partida a la ciudad de Belén.