Camino a la Beatificación

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02 diciembre 2018

Con misión urbana y misa, los jóvenes homenajearon a la Virgen


Mons. Urbanc dijo que “el Adviento es tiempo de esperanza. No de una esperanza inquieta y angustiosa, sino confiada y gozosa”.

El sábado 1 de diciembre, los jóvenes se dieron cita en el Santuario Mariano, para homenajear a la Virgen del Valle, en el marco de las festividades en su honor. Previamente, realizaron  una misión urbana en el casco céntrico, donde invitaron a la Misa, se sacaron una foto con las personas y la subieron a las redes sociales con el #ATRJoven.
La Misa fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino; el Pbro. Facundo Brizuela, Asesor de la Pastoral Juvenil Diocesana; entre otros sacerdotes del clero diocesano.
La ceremonia litúrgica se vivió en un clima de mucha alegría, con la participación de integrantes de los grupos parroquiales, movimientos e instituciones y jóvenes en general.

Durante su homilía, Mons. Urbanc se refirió al tiempo litúrgico que comenzó con la Eucaristía vespertina, expresando que “el Adviento forma un todo con la Navidad y la Epifanía. Las tres palabras nos hablan de venida, nacimiento y manifestación del Hijo de Dios. Vivir el  Adviento con intensidad nos dispone para acoger con fruto el regalo de la Naviidad”. Que la Virgen Santa, durante estas cuatro semanas de Adviento, nos ayude a redescubrir que la Navidad es: el acerca-miento tierno y generoso de Dios a la humanidad; la visita que Dios Padre nos hace para hacernos sus hijos adoptivos; el cumplimiento de las promesas del Señor de
reunir a toda la especie humana en un nuevo Pueblo, en la Iglesia, una y única de Jesucristo, que debe manifestarse de Oriente a Occidente, de Norte a Sur”.
Más adelante reflexionó que “a menudo, las preocupaciones del mundo, la aceleración de la vida y el materialismo imperante, nos hacen olvidar la otra vida y limitan el horizonte de nuestra existencia a este mundo pasajero. Por eso, se nos hace difícil entender el contenido de las bienaventuranzas predicadas por Jesús”.
“Entonces, queridos jóvenes, tan expuestos al mero disfrute de esta sociedad de consumo, los invito y me invito junto con todos los adultos, a pedir al Señor y a su Madre que aumenten en nosotros el deseo de la vida eterna, donde se encuentra la verdadera felicidad que todo ser humano busca y anhela”, manifestó.

Asimismo, expresó que “en nuestra hodierna sociedad, la esperanza es una virtud deprimida. Se respira más bien desencanto y frustración, debido a que hemos errado en la elección del valor sobre el que deberíamos fundamentar nuestra confianza. El Adviento es tiempo de esperanza. No de una esperanza inquieta y angustiosa, sino confiada y gozosa. La alegría del Adviento es dulce y profunda, porque brota no de la esperanza humana, sino de la virtud teologal de la esperanza cristiana, que nunca se equivoca porque se fundamenta en el hecho de que Dios cumplirá sus promesas, particularmente, la de la vida eterna”.
“En medio de un tiempo de desencanto, contemplemos las promesas que Dios nos hizo, disfrutemos y reposemos en ellas. Démonos un tiempo para la oración y para percibir mejor las mociones del Espíritu Santo, que quiere hacer prodigios en nosotros y a través nuestro”, afirmó.
Luego, dirigiéndose a la Madre del Valle, expresó: “Así como el Hijo de Dios ha sido el centro de tu vida, que también cada uno de nosotros ponga en el centro de su corazón a Jesucristo, y que nada ni nadie lo desplace de ese lugar, a fin de que ordenemos nuestra vida según sus enseñanzas y ejemplos en el servicio a Dios y al prójimo, para así alcanzar la vida eterna junto a todos los bienaventurados en el cielo”.
En el momento de las ofrendas, los jóvenes acercaron al altar elementos que serán destinados a la atención de los peregrinos.
Antes de la bendición final, saludaron a la Madre Morenita con cantos, el rezo de la Oración del Año Mariano, vivas y aplausos, que resonaron con fuerza en el templo colmado de fieles.