Mons. Urbanc dijo que “el
Adviento es tiempo de esperanza. No de una esperanza inquieta y angustiosa,
sino confiada y gozosa”.
El sábado 1 de diciembre,
los jóvenes se dieron cita en el Santuario Mariano, para homenajear a la Virgen
del Valle, en el marco de las festividades en su honor. Previamente,
realizaron una misión urbana en el casco
céntrico, donde invitaron a la Misa, se sacaron una foto con las personas y la
subieron a las redes sociales con el #ATRJoven.
La Misa fue presidida por el
Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Vicario General de
la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino; el Pbro. Facundo Brizuela, Asesor de
la Pastoral Juvenil Diocesana; entre otros sacerdotes del clero diocesano.
La ceremonia litúrgica se
vivió en un clima de mucha alegría, con la participación de integrantes de los
grupos parroquiales, movimientos e instituciones y jóvenes en general.
Durante su homilía, Mons.
Urbanc se refirió al tiempo litúrgico que comenzó con la Eucaristía vespertina,
expresando que “el Adviento forma un todo con la Navidad y la Epifanía. Las
tres palabras nos hablan de venida, nacimiento y manifestación del Hijo de Dios.
Vivir el Adviento con intensidad nos
dispone para acoger con fruto el regalo de la Naviidad”. Que la Virgen Santa,
durante estas cuatro semanas de Adviento, nos ayude a redescubrir que la
Navidad es: el acerca-miento tierno y generoso de Dios a la humanidad; la visita
que Dios Padre nos hace para hacernos sus hijos adoptivos; el cumplimiento de
las promesas del Señor de
reunir a toda la especie humana en un nuevo Pueblo,
en la Iglesia, una y única de Jesucristo, que debe manifestarse de Oriente a
Occidente, de Norte a Sur”.
Más adelante reflexionó que
“a menudo, las preocupaciones del mundo, la aceleración de la vida y el
materialismo imperante, nos hacen olvidar la otra vida y limitan el horizonte
de nuestra existencia a este mundo pasajero. Por eso, se nos hace difícil
entender el contenido de las bienaventuranzas predicadas por Jesús”.
“Entonces, queridos jóvenes,
tan expuestos al mero disfrute de esta sociedad de consumo, los invito y me
invito junto con todos los adultos, a pedir al Señor y a su Madre que aumenten
en nosotros el deseo de la vida eterna, donde se encuentra la verdadera felicidad
que todo ser humano busca y anhela”, manifestó.
Asimismo, expresó que “en
nuestra hodierna sociedad, la esperanza es una virtud deprimida. Se respira más
bien desencanto y frustración, debido a que hemos errado en la elección del
valor sobre el que deberíamos fundamentar nuestra confianza. El Adviento es
tiempo de esperanza. No de una esperanza inquieta y angustiosa, sino confiada y
gozosa. La alegría del Adviento es dulce y profunda, porque brota no de la
esperanza humana, sino de la virtud teologal de la esperanza cristiana, que
nunca se equivoca porque se fundamenta en el hecho de que Dios cumplirá sus
promesas, particularmente, la de la vida eterna”.
“En medio de un tiempo de
desencanto, contemplemos las promesas que Dios nos hizo, disfrutemos y reposemos
en ellas. Démonos un tiempo para la oración y para percibir mejor las mociones
del Espíritu Santo, que quiere hacer prodigios en nosotros y a través nuestro”,
afirmó.
Luego, dirigiéndose a la
Madre del Valle, expresó: “Así como el Hijo de Dios ha sido el centro de tu
vida, que también cada uno de nosotros ponga en el centro de su corazón a
Jesucristo, y que nada ni nadie lo desplace de ese lugar, a fin de que
ordenemos nuestra vida según sus enseñanzas y ejemplos en el servicio a Dios y
al prójimo, para así alcanzar la vida eterna junto a todos los bienaventurados
en el cielo”.
En el momento de las
ofrendas, los jóvenes acercaron al altar elementos que serán destinados a la
atención de los peregrinos.
Antes de la bendición final,
saludaron a la Madre Morenita con cantos, el rezo de la Oración del Año
Mariano, vivas y aplausos, que resonaron con fuerza en el templo colmado de
fieles.