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17 diciembre 2018

Tras 115 años de labor en la diócesis, se despidieron los Padres Claretianos


Durante la Eucaristía del domingo 16 de diciembre, los Padres Claretianos se despidieron de la Diócesis de Catamarca, donde desplegaron su labor misionera por espacio de 115 años en distintos puntos del territorio diocesano.
La ceremonia litúrgica fue presidida por el Provincial de la Congregación, R.P. Mario Gutiérrez Medina, y concelebrada por el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino; y el Padre Claretiano Gustavo Ferreira.
El Vicario General de la Diócesis, en representación del Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, quien se encuentra en comunidades del interior, realizó un repaso de la valiosa tarea evangelizadora que realizaron los Padres Misioneros Claretianos en la amplia jurisdicción parroquial del Inmaculado Corazón de María, en Capital, como también en pueblos del interior de la diócesis. Además, comunicó que el Padre Edelmiro Herlein se quedará por un tiempo para acompañar la acción pastoral en la parroquia.
“Son 115 años, más tiempo que la creación de la diócesis, que estuvieron los Padres Claretianos en estas tierras. La gratitud es lo primero que surge subrayado enormemente. Damos gracias a Dios por tanta tarea y tanto tiempo de los Padres Misioneros Claretianos del Inmaculado Corazón de María, parroquia que abarca mucho territorio de esta ciudad capital”, expresó.
Y continuó: “Además, tuvieron a su cargo lo que es actualmente la parroquia de San Nicolás de Bari hacia el sur de la ciudad capital, desde el año 1978 en adelante, porque desde un comienzo, apenas llegaron hicieron buen nombre de su preparación como sacerdotes misioneros. Fueron misioneros permanentes en toda la Diócesis de Catamarca, prácticamente, han recorrido muchos lugares. Tinogasta fue uno de los primeros; incluso tomaron algunos territorios que pertenecían a la actual Diócesis de La Rioja. También estuvieron en el departamento Pomán, Belén, en el territorio de Ancasti, allí incluso fue párroco el Padre José Gómez; Valle Viejo, Ambato”, destacó el Padre Quiroga del Pino.
Asimismo, resaltó que “tuvieron mucho tiempo la atención en el Santuario de la Virgen del Valle, hasta el día de hoy durante las festividades, siendo confesores, animadores, a cargo de una celebración”.

En su tarea pastoral, “como misioneros, servidores del Señor, han formado generaciones, todavía hablamos de la gran obra del Padre Camilo Melet, quien está sepultado en este templo. Sacerdotes que desde el origen llegaron desde España, recién ordenados, eran enviados a estas tierras lejanas, algunos que por primera vez subían a un barco y tenían que tomar un tren más de dos días para llegar a Catamarca. Aquí los esperaba nadie, no había un territorio fijo para que ellos pudieran actuar”, afirmó el Vicario General, apuntando que “el Padre José Gómez cuenta, en un relato que nos dejó escrito, que las Hermanas del Carmen, luego del Buen Pastor, los ayudaron y les dieron todo lo necesario, de hecho siempre han sido muy despojados, con esta enorme virtud de la humildad, pero
con la atención en el ministerio y al servicio”.
Enfatizó que “Catamarca debe enormemente a los Padres Claretianos, muchos ya partieron a la Casa del Padre, siendo muy queridos y apreciados. Damos infinitas gracias a Dios por estos sacerdotes que trabajaron en estas tierras catamarqueñas y dieron mucho de sí y del ministerio sacerdotal con el amor manifestado en Cristo Jesús y María Santísima. A aquellos que ya partieron, el Señor los tendrá ya en su gloria, y a los que están aún transitando en el tiempo, el Señor los asista, los cobije, y sepan que en Catamarca, más aún esta comunidad, no cesarán de rezar por ustedes. Estamos unidos en oración”.
El gesto emocionado de agradecimiento de la asamblea reunida en la jornada dominical se expresó a través de un fuerte de aplauso, que resonó en el templo.
Por su parte, el R.P. Mario Gutiérrez Medina, como Provincial de la Congregación, hizo entrega de la parroquia del Inmaculado Corazón de María a la Diócesis de Catamarca, que fue depositaria del servicio de estos sacerdotes misioneros que dejaron su impronta por más de un siglo.