Camino a la Beatificación

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02 diciembre 2020

Mons. Urbanc en las fiestas marianas

“Las leyes no tienen la capacidad de la conversión”

 

En la noche del martes 1 de diciembre, rindieron su homenaje a la Virgen del Valle los integrantes de la Comisión del Año Mariano Nacional, Pastoral Bíblica y Lectionautas de Catamarca.

La Santa Misa fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por varios sacerdotes del clero diocesano, entre ellos el Vicario General de la Diócesis y Coordinador de la Comisión Central del Año Mariano Nacional, Pbro. Julio Murúa; y el Rector del Santuario y Catedral Basílica, Pbro. Gustavo Flores.   

Como en todas  las jornadas, la celebración eucarística fue transmitida en vivo a través de las redes sociales de la Catedral y del Obispado.


Tal como se propuso desde el primer día de la novena en honor de la Virgen del Valle, Mons. Urbanc continuó desgranando la oración del Año Mariano Nacional. En esta oportunidad tomó el párrafo «Tú que nos diste el ejemplo de tu hogar en Nazaret, haz que en nuestras familias recibamos y cuidemos la vida y cultivemos la concordia y el amor», para considerar luego que “queremos profundizar e incorporar en nuestras vidas todos los ejemplos que nos da la familia de Nazaret, en la práctica de la virtudes humanas y religiosas, en la vivencia del amor, el diálogo, el respeto…”, agregó después “que los matrimonios y las familias acojan, con generosidad y gran espíritu de renuncia a lo fácil y cómodo, toda vida que Dios les confía…”, para concluir exhortando a “que cada hogar sea una verdadera escuela en el cultivo de los valores que dignifican toda vida humana, las débiles y las fuertes, las incipientes y las terminales, las

limitadas como las dotadas, las improductivas como las hacendosas, en el marco de la concordia y el amor”.

 

“Amar y acoger al prójimo sin fronteras”

Más adelante, al referirse al tema propuesto para este tercer día del novenario expresó que “nos llevó a preguntarnos acerca de nuestro modo de dar culto a Dios, proponiéndonos que consiste en amar y acoger al prójimo sin fronteras”. Apeló entonces a la reciente encíclica ‘Fratelli Tutti’, del Papa Francisco, recordando las enseñanzas de la parábola del Buen Samaritano que “eleva nuestra capacidad de amar a una dimensión universal, sin prejuicios, barreras culturales, intereses mezquinos, discusiones y sofismas religiosos o artilugios políticos”.


Destacó párrafos de dicha encíclica y remarcó que “muchas leyes se sancionaron contra la discriminación y el racismo, sin embargo, resulta que sigue habiendo marginaciones de los pueblos originarios y otras realidades sociales, cargadas de desprecio, rencor, persecución política, descalificación y odio”.

Más adelante afirmó: “Las leyes enseñan la diferencia entre el bien y el mal, pero no pueden crear un santo, no pueden producir una familia amorosa, mucho menos una sociedad justa, y jamás eliminarán el racismo y otros pecados. No tienen la capacidad de la transformación, de la conversión”.

Más adelante, en relación con la primera lectura proclamada, el Obispo diocesano manifestó: “Isaías, por tercera vez, anuncia la llegada del Mesías (…) proclamada en el tiempo de Adviento y en las tristes circunstancias en la que el mundo se encuentra, la Palabra de Dios nos invita a la esperanza. No se trata solo de una espera ilusionada o de un simple anhelo de tiempos mejores, sino que el propio Dios está anunciando una nueva realidad, donde lo imposible se hace posible por su intervención. El retoño del que nos habla Isaías no es otro que Jesús, el Hijo de Dios, que, lleno del Espíritu, hace ‘nuevas’ todas las cosas, recrea un nuevo concepto de justicia, plantea un horizonte revolucionario de Salvación, un ámbito de amor en el que Dios pueda reinar, en donde todos seamos y nos sintamos hermanos los unos de los otros, ‘sin fronteras’”.


Al referirse al Evangelio, dijo que “los 72 discípulos que Jesús había enviado a predicar, regresaban llenos de alegría por el éxito de su predicación. Lucas (10,21-24) nos refiere que fue un momento de especial presencia del Espíritu Santo en esa incipiente comunidad, y Jesús, desbordante de gozo, agradece al Padre lo que está sucediendo en ese rinconcito el mundo. Sólo el Espíritu Santo hace nacer y, sobre todo, mantener la esperanza aun en tiempos difíciles”.

“A este nuevo modo de ‘ver’ nos invita el Señor en el Adviento. No se trata de esperar sin más, sino de una esperanza activa, vigilante, comprometedora”, acotó.

Hacia el final, Mons. Urbanc anheló “que la Navidad, hacia la que nos encaminamos, sea un tiempo de amnistía para toda mentira, de sanación de heridas, de nueva siembra de las auténticas y probadas esperanzas”.