La
Iglesia de Catamarca celebró jubilosa la ordenación diaconal de los jóvenes
Facundo Brizuela y Eduardo Navarro, durante la Santa Misa presidida por el
Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por numerosos sacerdotes
del clero catamarqueño, quienes llegaron de distintos puntos de la diócesis.
La
noche del viernes 22 de marzo, una gran cantidad de fieles colmó la Catedral
Basílica de Nuestra Señora para participar de la ceremonia, especialmente de
las comunidades parroquiales del Inmaculado Corazón de María (Capital) y San
Juan Bautista (Tinogasta), a las que pertenecen los nuevos diáconos. Además de
familiares y amigos de los ordenandos estuvo presente el Intendente de
Tinogasta, Dn. Hugo Avila.
Inicialmente
el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino, leyó el
decreto que dispone la realización de estas ordenaciones diaconales.
Durante
su homilía, Mons. Urbanc se dirigió a los jóvenes expresando que “hoy, ustedes,
queridos Facundo y Eduardo, son propuestos por la comunidad y con la
iluminación del Espíritu Santo, para encarnar durante toda su vida el estilo
diaconal de la fe católica; ahora por medio del diaconado, más adelante por
medio del presbiterado. El Papa Francisco ha señalado que el mundo necesita de
una Iglesia pobre, al servicio de los pobres. La Iglesia es pobre en la medida
que se sabe necesitada de Dios, vive de Él y asume el estilo de la encarnación…
Con otras palabras, que lo que no es asumido no es redimido. Ustedes, se los
recuerdo, desde la formación en el seminario han debido madurar esta verdad y
creo que están convencido que es así”.
“Sí,
Eduardo y Facundo, deben ser pobres de verdad, para poder conocer, amar y
servir a Cristo en cada uno de los pobres con los que Él se ha identificado…
¡Sean fieles!”, apuntó.
Tomando
el texto del Evangelio referido a las Bodas de Caná, dijo: “La Virgen María, si
bien es sólo una invitada, no se desentiende cuando se percata que hay que dar
una solución a la falta de bebida. Por eso recurre a su Hijo. Éste reacciona
como cualquier ser humano: ‘No es problema mío, soy sólo un invitado’. Con
todo, el silencio y la discreción de su Madre, lo llevan a la intimidad de su
Padre celestial que lo dispondrá a llevar a cabo lo que su Madre le había pedido.
Ella, con la certeza de que su Hijo la ha escuchado, se dirigirá a los mozos de
la fiesta recomendándoles que hagan todo lo que su Hijo les indique. María es
la que medió para que la ‘hora’ de Jesús fuera reconocida por los apóstoles y
creyeran en Él”.
“Así
como María, ustedes, queridos Facundo y Eduardo, deberán tener ese sexto
sentido para discernir dónde Dios les está saliendo al paso para que, mediante
un servicio pronto, alegre, cualificado y generoso e inspirado en la Madre de
Jesús, muestren la ‘hora’ de Jesús y la gente le crea y tengan vida plena”, dijo,
agregando: “Desde hoy les corresponderá servir el buen vino de la Fe, la
Esperanza y el Amor, para que todos los que Dios ponga en su camino lo
conozcan, amen y sirvan. Esfuércense por llenar hasta el borde las
inteligencias de la gente con las verdades de nuestra Fe y los corazones con
las dulzuras de su Misericordia infinita. Todas sus fuerzas, capacidades,
tiempo y haberes póngalos al servicio de la noble causa de la Evangelización.
¡Nunca se guarden nada para otro momento! Sean ardorosos misioneros y
apasionados testigos del Resucitado. Para ello cuentan con la incondicional
ayuda, protección e intercesión de la siempre fiel y tierna Virgen del Valle”.
Más
adelante se detuvo a meditar sobre el valor del celibato tan vapuleado por
quienes no entienden este misterio. Explicó que es un don, un regalo de Dios
para el que Facundo y Eduardo se vinieron preparando en los últimos ocho años.
No se trata de una ley impuesta, sino de un compromiso asumido con libertad
para ponerse al servicio de los demás. "Jesús fue célibe. En Él creemos y
a Él le creemos. Nos queremos configurar estrechamente a Jesús. Eduardo y
Facundo son muchachos célibes a los que Dios los llama para poder recibir un
día el Presbiterado", expresó e hizo una diferenciación con los diáconos
permanentes que sí pueden estar casados. En el caso de los jóvenes ordenados en
esa celebración, el diaconado es temporal porque se encaminan al presbiterado.
Rito
Finalizada
la homilía, se dio paso al rito de la ordenación diaconal en el que Facundo y
Eduardo renovaron el compromiso de celibato y la promesa en la que expresaron
la voluntad de recibir este Sacramento. Luego los presentes pidieron a Dios
para que derrame generosamente sus dones sobre estos elegidos para el
ministerio del diaconado. Entonces los dos jóvenes se postraron totalmente en
tierra y se cantaron las letanías. A continuación, el Obispo les impuso las
manos elevando la plegaria de Ordenación y los padrinos de cada uno les
impusieron la estola según el modo diaconal y los revistieron con la dalmática.
(La estola es una banda larga y estrecha que cuelga del cuello, utilizada por
los diáconos en forma diagonal para la celebración de los sacramentos. La
dalmática es la vestidura que representa el reinado de Cristo, y que el diácono
se coloca sobre la estola para el ejercicio de su ministerio). Ya con sus
vestiduras diaconales, se acercaron al Obispo, se colocaron de rodillas y Mons.
Urbanc les entregó el libro de los Evangelios, diciéndoles: "Recibe el
Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; cree lo que lees,
enseña lo que crees y practica lo que enseñas".
Por
último les dio el abrazo de paz para manifestar su alegría al recibir a estos
hermanos nuestro al ministerio del diaconado.
Al
término de la Santa Misa, el Señor Obispo y los flamantes diáconos saludaron en
el atrio de la Catedral.