“María,
la Madre de Dios, es la que experimentó de
manera singular la misericordia de Dios”
En la noche del domingo 28 de
abril, día de la Divina Misericordia, rindieron su homenaje a la #VirgendelValle
los niños, embarazadas y quienes trabajan en la Pastoral de la Niñez.
La Eucaristía fue presidida
por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Capellán
Mayor del Santuario Mariano, Pbro. Lucas Segura.
Durante su homilía, el Pastor
Diocesano reflexionó sobre la Misericordia de Dios, afirmando que “el Nuevo
Testamento muestra a Jesucristo como la misericordia de Dios para con la
humanidad, como la palabra del Hijo sobre la misericordia del Padre. Los
evangelistas muestran la misericordia de Dios en la acogida que hace Jesús de
los pecadores”.
En otro tramo dijo que “María,
la Madre de Dios, es la que experimentó de manera singular la misericordia de
Dios: ‘Y su misericordia pasa de generación en generación’. San Juan Pablo II
la llama Madre de la Misericordia, ya que ‘es la que conoce más a fondo el
misterio de la misericordia divina. Sabe su precio y cuán alto es. En este
sentido la llamamos Virgen de la misericordia o Madre de la divina
misericordia; en cada uno de estos títulos se
encierra un profundo significado
teológico, porque expresan la preparación particular de su alma, de toda su
personalidad, sabiendo ver primeramente a través de los complicados
acontecimientos de Israel, y de todo hombre y de la humanidad entera después,
aquella misericordia de la que ‘por todas las generaciones’ nos hacemos
partícipes según el eterno designio de la Santa Trinidad’”.
Tomando el Evangelio según san
Juan manifestó que “nos ofrece dos rasgos muy importantes de la misericordia de
Dios. Por un lado, Jesús resucitado que confía a la Iglesia, en la persona de
los sacerdotes, el perdón de los pecados. Por otro lado, la que ejerce con el
apóstol Tomás, ya que por él viene otra vez al grupo de los Once para
confirmar
con su presencia, ante este incrédulo, que ha vencido a la Muerte y al pecado y
que está Vivo y Glorificado.”
Bendición
de embarazadas
Un momento muy emotivo de la
celebración se vivió cuando Mons. Urbanc bendijo los corazones rojos de
cartulina donde los pequeños escribieron peticiones y acciones de gracias a la Madre
Morenita; y a las embarazadas presentes.
En la oportunidad, el Obispo
agradeció a los padres por acompañar a sus hijos en este colorido homenaje, y
recibió de manos de los integrantes del equipo de Pastoral de la Niñez un manto
de la Virgen como regalo para el Papa Francisco.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos devotos y peregrinos:
En este primer día del
septenario, día de la Divina Misericordia, se nos propuso reflexionar sobre el
centro de nuestra espiritualidad cristiana, que es la fe en Jesucristo
Resucitado. Sí, mis queridos hermanos, nosotros creemos que Jesús Vive glorificado
junto al Padre y en su amada Iglesia que está conformada por todos los
bautizados.
Hoy rinden su homenaje a la
Virgen del Valle los integrantes de la Pastoral de la Niñez. Bienvenidos y que
la Madre de Dios los siga iluminando en la noble tarea que hacen con los niños,
las embarazadas y los ancianos.
En primer lugar nos detengamos
en la Misericordia de Dios de la que tanto se habla, pero no pocas veces de
un
modo muy superficial y utilitario. Oigan lo que nos dice el Papa Francisco: “Hay
momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la
mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos signo
eficaz del obrar del Padre” (cf. Misericordiae Vultus, n. 2 y 3).
El Nuevo Testamento muestra a
Jesucristo como la misericordia de Dios para con la humanidad, como la palabra
del Hijo sobre la misericordia del Padre. Los evangelistas muestran la
misericordia de Dios en la acogida que hace Jesús de los pecadores. El
evangelio de Marcos entiende que el Reino de Dios irrumpe en las curaciones y
expulsión de los demonios. El de Lucas proclama el año de la misericordia. El
de Mateo ve las obras de misericordia de Cristo presentes en las curaciones y
en el anuncio del Reino a los pobres e insignificantes. Las llamadas parábolas
de la
misericordia son una prueba irrefutable del amor misericordioso y
compasivo de Dios para con el pecador. La parábola del hijo pródigo (Lc
15,11-32) presenta un padre incapaz de dejar de ser padre ante el hijo rebelde,
porque la misericordia del Padre sobrepasa toda medida que se pueda imaginar
por la dignidad filial, que es el criterio del amor. Así, la misericordia se
convierte en la más perfecta realización de la justicia. La parábola del buen
samaritano (Lc 10,25-37) presenta a este hombre como modelo de la misericordia.
En ella, la pregunta “quién es mi prójimo” encuentra respuesta, pues él es
quien, ante una situación concreta e inesperada, personifica el amor de Dios
para con la humanidad. El Evangelio de Jesús es la Buena Nueva de la compasión
del Padre por la humanidad. Esta es la novedad traída por Jesús: Él anuncia y
realiza la misericordia divina de forma definitiva y para todos. Cuando Jesús
proclama “bienaventurados los misericordiosos” (Mt 5,7),
quiere afirmar que el
mensaje de misericordia tiene consecuencias para la vida de cualquier
cristiano, para la práctica pastoral de la Iglesia y para la configuración de
un orden social digno, justo y misericordioso. Por eso el amor misericordioso
es el resumen del Evangelio y el principal mandamiento del cristiano.
En fin, María, la Madre de
Dios, es la que experimentó de manera singular la misericordia de Dios: “Y su
misericordia pasa de generación en generación” (Lc 1,50). San Juan Pablo II la
llama ‘Madre de la Misericordia’, ya que “es la que conoce más a fondo el
misterio de la misericordia divina. Sabe su precio y cuán alto es. En este
sentido la llamamos Virgen de la misericordia o Madre de la divina
misericordia; en cada uno de estos títulos se encierra un profundo significado
teológico, porque expresan la preparación particular de su alma, de toda su
personalidad, sabiendo ver primeramente a través de los complicados
acontecimientos de Israel, y de todo hombre y de la humanidad entera después,
aquella misericordia de la que ‘por todas las generaciones’ nos hacemos
partícipes según el eterno designio de la Santa Trinidad” (Dives in
Misericordia, n° 9).
Hoy el santo Evangelio según
san Juan nos ofrece dos rasgos muy importantes de la misericordia de Dios. Por
un lado, Jesús resucitado que confía a la Iglesia, en la persona de los
sacerdotes, el perdón de los pecados. Por otro lado, la que ejerce con el
apóstol Tomás, ya que por él viene otra vez al grupo de los Once para confirmar
con su presencia, ante este incrédulo, que ha vencido a la Muerte y al pecado y
que está Vivo y Glorificado.
Hay tantas cosas en la Palabra
de Dios para alentar la necesidad de venir a Cristo como las hay para invitar
al hombre inmoral a que abandone sus pecados, y acepte "la entrañable
misericordia de nuestro Dios"(Lc 1,78). Si hay niños o jóvenes que deseen
encontrar al Señor, esta promesa es especial para ellos, "Me hallan los
que temprano me buscan" (Prov 8,17). Sí, inclusive para los pequeños hay
tiernas palabras como estas: "Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo
impidan" (Mt 19,14).
Querida Madre de la
Misericordia, intercede por nosotros, pobres pecadores, al buen Jesús, que,
resucitado, ha abierto definitivamente las fuentes de la Misericordia Divina en
favor de la humanidad, y danos la gracia de ser misericordiosos como lo eres
Tú. Amén