Con la Misa de la Última
Cena, en la noche del jueves 18 de abril, dio inicio el Triduo Pascual de la
Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.
La ceremonia litúrgica de
Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, se vivió en los distintos
templos del territorio diocesano. En la Catedral Basílica fue presidida por el Rector
del Santuario Mariano, Pbro. José Antonio Díaz, y concelebrada por el Capellán
Mayor, Pbro. Lucas Segura.
Participó una gran cantidad
de fieles reunidos a los pies de la Madre del Valle, en este año dedicado a la
espiritualidad de los
discípulos misioneros, en la preparación para el Jubileo
por los 400 años de su presencia entre nosotros.
Tras la proclamación de las
lecturas bíblicas, el Padre Díaz pidió a Dios que “a pesar de nuestros límites,
nos ayude a comprender la grandeza, la profundidad del misterio que estamos
celebrando, a hacer carne la palabra que hemos acabado de escuchar”.
Resaltó que “el amor de Dios
se va manifestando progresivamente a lo largo de la historia, la primera pascua
alcanza plenitud en la Pascua definitiva de Jesús, que quiere quedarse de un
modo permanente con nosotros en cada
Eucaristía. Ése es el misterio de nuestra
fe, que se centra en el misterio de Cristo presente en la Eucaristía, luego de
haber vencido al pecado y la muerte. Y fruto de este misterio de nuestra fe, el
mandato del amor mutuo brota de cada Eucaristía, porque cada Eucaristía es una
escuela de fraternidad”.
“Durante la Cuaresma, que
hoy termina, estuvimos haciendo el camino de liberación, que tiene un signo que
luego se actualiza de un modo definitivo en la Última Cena, que es la comida
del Cordero Pascual”, afirmó,
agregando que “liberarme es buscar a Dios, vivir
en él y según él”.
Consideró que “este proceso se
hace en un contexto comunitario. Nadie se libera solo, nadie hace este camino
solo, somos un pueblo. La conciencia de pueblo contrasta con la tendencia
individualista de la cultura actual. El individualismo nos va llevando a un
aislamiento y una falta de referencialidad respecto de los demás”.
En este sentido dijo que “la
Eucaristía construye la Iglesia como pueblo, desde la unidad, desde la comunión;
nos enseña, nos educa. Cada vez que celebramos nos reunimos como familia, compartimos
y nos
sentimos hermanos. Éste es uno de los desafíos que tenemos como Iglesia,
volver a experimentarnos como hermanos, volver a mirarnos a la cara, saludarnos.
Necesitamos recuperar esto de encontrarnos como pueblo que peregrina, que se
reúne en torno a la mesa que el Señor nos sirve”.
“Y en función de esto está
el ministerio sacerdotal, que está puesto al servicio de la Eucaristía y del
pueblo. Los sacerdotes somos en función de la Eucaristía y la santificación del
pueblo a través de los distintos sacramentos”, manifestó, apuntando que “estamos
en un tiempo muy difícil para los sacerdotes y para los jóvenes
que quieren ser
sacerdotes. Por eso necesitamos rezar mucho por las vocaciones y acompañar a
los sacerdotes en su camino, en su servicio a Dios y al pueblo”.
En otro tramo de su mensaje
se refirió al lavatorio de los pues, señalando que “lo que hizo Jesús al lavarle
los pies a los discípulos es revolucionario”, lo hizo con autoridad al
reconocerse Señor y Maestro, “y esa autoridad es para el servicio, algo que la
sociedad espera de nosotros. Sólo cuando servimos estamos dándole relevancia al
ministerio de Jesús, porque de la Eucaristía brota la disponibilidad para el
servicio, para lavarnos los pies unos a otros”.
Finalmente, confió “que la
Virgen nos acompañe en este camino que estamos haciendo hacia el Jubileo por
los cuatrocientos años de su presencia en este valle, para que esta Pascua nos lleve
a una vida nueva”.
Seguidamente, el Padre Díaz lavó
los pies de doce laicos, repitiendo el gesto que hizo Jesús con sus discípulos
en la cena antes de ser condenado a morir en la Cruz.
Adoración
del Santísimo Sacramento
Antes de la bendición final,
el sacerdote llevó en procesión la reserva del Santísimo atravesando la nave
central hasta el altar ubicado en la nave lateral norte, donde quedó expuesto
para la adoración de los fieles hasta la medianoche.