Mons. Urbanc dijo que “la Iglesia ve en el deporte
un nuevo areópago de evangelización de modo que los deportistas encuentren la
plenitud de sus vidas en Cristo”
En el sexto día del Septenario en honor a la
#VirgendelValle, fiesta litúrgica de los santos Apóstoles Felipe y Santiago, durante
la noche del viernes 4 de mayo, honraron a la Patrona de Catamarca los ámbitos
del Deporte y del Comercio. La Misa presidida por el Obispo Diocesano, Mons.
Luis Urbanc, y concelebrada por el Capellán Mayor del Santuario Mariano, Pbro.
Lucas Segura.
Entre las autoridades presentes se encontraban el Director
de Deportes de la Municipalidad de la Capital, Prof. Mariano Roberto Brunello; el Secretario General del Centro de Empleados
de Comercio, Sr. Roberto González, además de representantes de los organismos e
instituciones
alumbrantes.
Luego de dar la bienvenida “a los hermanos del mundo
del deporte y del comercio, que rinden su homenaje a la Madre de todos los
catamarqueños”, Mons. Urbanc afirmó que “los
Obispos en el documento de Aparecida identifican el deporte como una
manifestación cultural enraizada en la vida de nuestros pueblos y que viene
siendo afectado por la globalización. Más aún, podemos afirmar, sin temor a
equivocarnos, que es una de las actividades modernas más típicas de la
globalización en que todos los pueblos del mundo se ven identificados con su
lenguaje simbólico universal y que reanima la cultura local”.
Destacó el carácter festivo del deporte, y expresó que “la Iglesia ve en el deporte un
nuevo areópago de evangelización de modo que los deportistas encuentren la
plenitud de sus vidas en Cristo”.
“El espectáculo deportivo contribuye a la movilidad
y al turismo, pero también es un episodio del trabajo educativo y social de la
Iglesia. Es un factor sociocultural gestionado en su mayor parte por los
laicos. Por tanto, el deporte es un nuevo campo de misión que desafía a los
discípulos misioneros a promover y generar acciones que busquen humanizar y
evangelizar a cada uno de los segmentos que lo componen, dirigentes,
entrenadores, preparadores físicos, deportistas, familiares de los deportistas”,
manifestó, considerando que “lo cual está sugiriendo una tarea pastoral
especializada,
es decir, una Pastoral del Deporte, que necesita una seria
reflexión teológica, una diligente planeación pastoral y un plan de formación
de agentes pastorales”.
En otro tramo de su mensaje indicó que “para la
Iglesia, la economía es un ámbito fundamental de la existencia humana y, a la
vez, un instrumento al servicio del hombre. Como tal, ésta debe ser respetada
en las exigencias de su lógica propia, sin que ello excluya la necesaria
regulación ética e incluso política de las actividades económicas”.
A la luz de la Palabra de Dios, señaló que “nos
recuerda que si observamos los contenidos de nuestra fe, que en síntesis es
vivir en comunión con Jesús Resucitado por amor, seremos salvos, de lo
contrario habríamos creído en vano”. Por tanto, “toda posibilidad de cambio, y
lucha personal por
cambiar modos de concebir la vida y conductas encuentran su
único y contundente argumento en la Resurrección de Jesucristo. Así se entiende
la lúcida enseñanza del Papa Benedicto XVI: ‘No se comienza a ser cristiano por
una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una orientación decisiva’”.
Como en cada una de las celebraciones eucarísticas
de las festividades marianas, luego de elevar las súplicas al Padre, se
ofrecieron alimentos no perecederos, entre otros elementos para la atención de
los peregrinos.
Antes de la bendición final, el Obispo junto con
toda la asamblea rezó la Oración preparatoria para el Jubileo por los 400 años
de la presencia de María entre nosotros.
Al concluir la Misa, el Pastor Diocesano se dirigió
hasta el Paseo de la Fe, donde bendijo a un grupo de ciclistas que llegaron a
los pies de la #VirgendelValle para venerarla.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos devotos y peregrinos:
En este sexto día de nuestro septenario en recuerdo
agradecido por los 128 años de la coronación pontificia de esta sagrada imagen
de la Pura y Limpia Concepción, y celebrando la Fiesta de los santos Apóstoles
Felipe y Santiago, nos hemos propuesto profundizar en esta jornada los
fundamentos trinitarios y apostólicos de nuestra espiritualidad.
Antes de proseguir, doy la bienvenida a los hermanos
del mundo del deporte y del comercio que hoy han querido participar rindiendo
su homenaje a la Madre de todos los catamarqueños.
Los Obispos en el documento de Aparecida identifican
el deporte como una manifestación cultural enraizada en la vida de nuestros
pueblos y que viene siendo afectado por la globalización. Más aún, podemos
afirmar, sin temor a equivocarnos que es una de las actividades modernas más
típicas de la globalización en que todos los pueblos del mundo se ven
identificados con su lenguaje simbólico universal y que reanima la cultura
local. El pueblo latino-americano-caribeño se comunica de esta manera con la
otra parte de la humanidad en un lenguaje de confrontación y de fraternidad que
no puede pasar desapercibido por los discípulos de Cristo. Los obispos resaltan
con gran acierto el rasgo de la vital alegría de nuestros pueblos ligado el
aspecto festivo del deporte. En cierto modo reiteran lo expresado por san Juan
Pablo II que el deporte es fiesta y alegría. También la Iglesia ve en el
deporte un nuevo areópago de evangelización de modo que los deportistas
encuentren la plenitud de sus vidas en Cristo. El espectáculo deportivo
contribuye a la movilidad y al turismo, pero también es un episodio del trabajo
educativo y social de la Iglesia. Cabe destacar que es un factor sociocultural
gestionado en su mayor parte por los laicos. Por tanto, el deporte es un nuevo
campo de misión que desafía a los discípulos misioneros a promover y generar
acciones que busquen humanizar y evangelizar a cada uno de los segmentos que lo
componen, dirigentes, entrenadores, preparadores físicos, deportistas,
familiares de los deportistas. Lo cual está sugiriendo una tarea pastoral
especializada, es decir, una Pastoral del deporte, que necesita una seria
reflexión teológica, una diligente planeación pastoral y un plan de formación
de agentes pastorales.
Para la Iglesia, la economía es un ámbito
fundamental de la existencia humana y, a la vez, un instrumento al servicio del
hombre. Como tal, ésta debe ser respetada en las exigencias de su lógica
propia, sin que ello excluya la necesaria regulación ética e incluso política
de las actividades económicas.
En esta perspectiva, es erróneo oponer economía de
la solidaridad a economía social de mercado, puesto que, siendo la economía la
actividad productora de bienes, y habiendo confirmado la experiencia hasta la
evidencia que esa actividad no prospera sino a través del ejercicio de las
libertades que tiene el mercado como su instrumento, ello condiciona sin más la
práctica efectiva de la solidaridad, y es lo único que permite superar la
invocación meramente demagógica, o ideológica, de esta última.
Por otra parte, se afirma que la economía tiene en
el trabajo su "principio". La práctica de la solidaridad y el respeto
de la subsidiariedad convergen en permitir el desarrollo humano en el trabajo,
al generar el medio adecuado para ello. El empleo es, por ende, la experiencia
inmediata del trabajo entendido como este hombre que trabaja. A partir de aquí,
surge la exigencia y el derecho a la propiedad privada.
Con Centesimus annus la Iglesia ha pasado en gran
medida de la clásica crítica del capitalismo a la denuncia de la "sociedad
de consumo" o del simple "consumismo", cuya lógica no puede
reducirse sólo a la del capitalismo.
Las lecturas que fueron proclamadas nos ayudan para
internalizar los fundamentos de nuestra espiritualidad cristiana, que debe
animar sobre todo nuestro modo de obrar y nuestra conducta.
La Palabra de Dios nos recuerda que si observamos
los contenidos de nuestra fe, que en síntesis es vivir en comunión con Jesús
Resucitado por amor, seremos salvos, de lo contrario habríamos creído en vano
(cf. 1Cor 15,2). Y, ¿qué es lo que nos trasmitió la Iglesia? “Que Cristo murió
por nuestros pecados, conforme a la Escritura. Fue sepultado y resucitó al
tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se apareció a Pedro y después a los
Doce. Luego se apareció a más de quinientos hermanos al mismo tiempo. Además,
se apareció a Santiago y de nuevo a todos los Apóstoles. Por último, se me
apareció también a mí, que soy como el fruto de un aborto” (1Cor 15,3-8).
Por tanto, toda posibilidad de cambio, y lucha
personal por cambiar modos de concebir la vida y conductas encuentran su único
y contundente argumento en la Resurrección de Jesucristo. Así se entiende la
lúcida enseñanza del Papa Benedicto XVI: “No se comienza a ser cristiano por
una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un
acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con
ello, una orientación decisiva” (Deus Caritas est, n° 1).
En el Evangelio, Jesús nos responde, como a Tomás
que preguntaba por el sentido de la Vida: «Yo soy el Camino, la Verdad y la
Vida. Nadie va al Padre, sino por mí» (Jn 14,6).
Y a la expresión de Felipe: «Señor, muéstranos al Padre
y eso nos basta» (Jn 14,8), nos dirá: “El que me ha visto, ha visto al Padre.
¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?... Créanme: yo
estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras que
hago ” (Jn 14,9-11).
En fin, le supliquemos a la Virgen Santa que le
creamos a Jesús cuando nos dice: “Si ustedes piden algo en mi Nombre, yo lo
haré” (Jn 14,14); así como Ella que siempre confió en la Palabra y en las
promesas de Dios. Así sea.