“Valores
como honestidad, justicia, equidad, igualdad, transparencia
son el horizonte de toda auténtica política”
En la noche del jueves 2 de
mayo rindieron su homenaje a la #VirgendelValle la Gobernadora de la provincia,
Dra. Lucía Corpacci, y los Intendentes de Capital, Lic. Raúl Jalil, y del
interior, entre ellos, el Dr. Guillermo Ferreyra, de Fray Mamerto Esquiú, junto
con sus respectivos Gabinetes.
La Misa central del quinto
día del Septenario fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y
concelebrada por el Rector de la Catedral Basílica y Santuario
Mariano, Pbro.
José Díaz, y los Capellanes Mayores, Pbros. Juan Orquera y Lucas Segura.
En su homilía, Mons. Urbanc
que en la Iglesia “es siempre el Espíritu Santo el que suscita, mueve y
robustece la vida del discípulo. Todos hemos recibido al Espíritu Santo por
medio de los sacramentos del Bautismo y la Confirmación. Luego está en cada uno
el dejarlo actuar”. Y agregó que “un punto clave de la llamada a la misión es
llevar el espíritu cristiano en nuestra propia
sociedad, para que ‘en Cristo
tengamos vida’”.
Al referirse a la misión de
los laicos, que somos la mayoría de los bautizados, dijo que “formar
conciencias, ser abogada de la justicia y de la verdad, educar en las virtudes
individuales y políticas es la vocación fundamental de la Iglesia en este
sector. Y los laicos católicos deben ser conscientes de su responsabilidad en
la vida pública; deben estar presentes en la formación de los consensos
necesarios y en la
oposición contra las injusticias. Es necesario llegar a una
verdadera síntesis entre la fe y la política para lograr que haya una presencia
más eficaz y honesta de laicos católicos en el campo socio-político”.
Asimismo, enfatizó que “uno
de los aspectos más importante en orden a la participación política de los
cristianos es el de la ética. Si analizamos la decadencia, y la metamorfosis de
gran parte de los partidos políticos, vemos que ello está directamente
vinculado a la corrupción de la que han sido víctimas”, la cual “se ha
expresado, por ejemplo, en enriquecimientos ilícitos,
negociados, cuentas
bancarias secretas, nepotismo, etc.”.
“El Evangelio es un
verdadero manantial de valores para orientar la vida de las personas y de los
pueblos. El aporte de los líderes católicos, en este sentido, sería de un valor
extraordinario para encauzar a los partidos por caminos de honestidad,
justicia, equidad, igualdad, transparencia, etc. Estos grandes valores son como
el horizonte último de toda auténtica política. Lo demás es demagogia”, manifestó.
Finalmente, pidió a Nuestra
Madre del Valle “que nos consiga la Luz que necesitamos para poder ver lo que
dejamos en la oscuridad por pereza, comodidad o equivocado interés. Aprendamos
de Ella que jamás dejó de oír la voz de Dios que habla a través de una
conciencia bien formada y recta. Acerquémonos a Ella con confianza de hijos,
abriéndole nuestros corazones endurecidos por la apatía, la falta de oración,
la indiferencia frente al dolor y al error ajeno. Supliquémosle que nos haga
humildes para reconocer que somos frágiles y pecadores, y que necesitamos del
perdón divino para poder felices de verdad y así alcanzar un día la Vida Eterna
que anhelamos”.
En el momento de las
ofrendas, representantes de los alumbrantes acercaron al altar alimentos no
perecederos y elementos de limpieza, mientras que las autoridades provinciales
y municipales acercaron los dones de pan y vino, que luego fueron consagrados
en la Eucaristía.
Antes de impartir la
bendición final, Mons. Urbanc se dirigió a la Señora Gobernadora y a los Intendentes
presentes, recordándoles que “todos nos tenemos que preparar para el año que
viene. Van a venir miles y miles de peregrinos y también los congresistas. Hay
que abrir las casas y adecentar todo lo que se pueda la ciudad y los
vecindarios”. Pidió que “recemos mucho para que el Papa se anime a venir a la
clausura del Congreso Mariano”, e invitó a que “le pidamos a la Virgen por la
pronta beatificación de Fray Mamerto Esquiú”.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos devotos y
peregrinos:
En este quinto día del
septenario, en el que se nos invita a profundizar en la espiritualidad
misionera de los discípulos de Jesús, rinden su homenaje a la Virgen Santa la
señora Gobernadora y los señores intendentes con sus respectivos gabinetes.
Bienvenidos sean a esta jubilosa celebración en honor a nuestra celestial
protectora.
En el documento de
Aparecida, nn 284 y 285, se afirma que la ‘espiritualidad misionera’ se basa en
la docilidad a las mociones del Espíritu Santo. Cabe recordar que el Espíritu
Santo mueve a Jesús durante su misión pública, después de haber recibido el
bautismo en el Jordán (Mt 4,1; Mc 1,12; Lc4,14). El Espíritu Santo es quien
muestra que Pablo y Bernabé han sido escogidos para la misión (Hch 13,2). Y a
lo largo de la Iglesia, es siempre el Espíritu Santo el que suscita, mueve y
robustece la vida del discípulo.
Todos hemos recibido al
Espíritu Santo por medio de los sacramentos del Bautismo y la Confirmación.
Luego está en cada uno el dejarlo actuar. El Documento advierte que tener el
Espíritu Santo no se limita a una experiencia intimista, que se queda sólo y
exclusivamente en la persona. Sino más bien, que gracias a que el Espíritu
Santo vive en los cristianos, éstos
pueden vivificar, con una vitalidad nueva que viene de Dios, el caminar
cotidiano. Aquí nos encontramos ya con los ámbitos donde hay que realizar la
misión. Hace falta recordar que un punto clave de la llamada a la misión es
llevar el espíritu cristiano en nuestra propia sociedad, para que ‘en Cristo tengamos
vida’.
Con el Bautismo hemos
recibido ‘la vocación cristiana’, pero a lo largo de nuestra vida, tenemos la
oportunidad de descubrir nuestro lugar en esa historia de amor, que es la
historia de la Salvación, donde respondemos a Dios con nuestra libertad y con
la confianza que Dios puede actuar a través de nosotros, si se lo permitimos.
Unos descubren que Dios les llama a servir como presbíteros, a otros les llama
a consagrarse en la vida religiosa y la gran mayoría de los bautizados, son los
que viven su vocación en medio del
devenir social, económico, político, cultural, deportivo, etc., de modo que
cada uno está llamado a dejarse guiar por el Espíritu Santo y a responder según
nos lo inspire cada día.
El Papa Benedicto XVI lo
dijo muy claramente en el Discurso de Inauguración de la V Conferencia del
Episcopado Latinoamericano: “El respeto a una sana laicidad es esencial en la
tradición cristiana auténtica. Si la Iglesia comenzara a transformarse en
sujeto político, no haría más por los pobres y por la justicia, perdería su
independencia y su autoridad moral, identificándose con una única vía política
y con posiciones parciales opinables. La Iglesia es abogada de la justicia y de
los pobres, precisamente al no identificarse con los políticos ni con los
intereses de partido. Sólo siendo independiente puede enseñar los grandes
valores, orientar las conciencias y ofrecer una opción de vida que va más allá
el ámbito político. Formar conciencias, ser abogada de la justicia y de la
verdad, educar en las virtudes individuales y políticas es la vocación
fundamental de la Iglesia en este sector. Y los laicos católicos deben ser
conscientes de su responsabilidad en la vida pública; deben estar presentes en
la formación de los consensos necesarios y en la oposición contra las
injusticias”.
Es necesario llegar a una
verdadera síntesis entre la fe y la política para lograr que haya una presencia
más eficaz y honesta de laicos católicos en el campo socio-político.
Uno de los aspectos más
importante en orden a la participación política de los cristianos es el de la
ética. Si analizamos la decadencia, y la metamorfosis de gran parte de los
partidos políticos, vemos que ello está directamente vinculado a la tremenda
corrupción de la que han sido víctimas. Esa corrupción se ha expresado, por
ej., en enriquecimientos ilícitos, negociados, cuentas bancarias secretas,
nepotismo… etc.
El Evangelio es un verdadero
manantial de valores para orientar la vida de las personas y de los pueblos. El
aporte de los líderes católicos, en este sentido, sería de un valor
extraordinario para encauzar a los partidos por caminos de honestidad,
justicia, equidad, igualdad, transparencia, etc.Estos grandes valores son como
el horizonte último de toda auténtica política. Lo demás es demagogia.
El proyecto de una sana
política se constituye, para el político cristiano, en una verdadera mediación
para que viva con autenticidad su propia fe como laico católico.
La Palabra de Dios hoy nos
habla con mucha contundencia. Los apóstoles se encuentran ante el supremo
tribunal judío que les sigue prohibiendo predicar la Doctrina de Jesucristo y en nombre de Él, ya que eso les
remuerde la conciencia, pues lo condenaron arbitraria e injustamente. A lo que
los apóstoles responden con total libertad y sin rodeos ni eufemismos que “hay
que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5,29). Jamás recurren a la
estrategia de lo ‘políticamente correcto’, sino sólo la Verdad, que tiene su
fundamento en la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Por eso, afirman con toda
claridad ante las autoridades religiosas y judiciales que “Dios ha resucitado a
Jesucristo al que ustedes hicieron morir, colgándolo en una cruz. A Él, Dios lo
exaltó con su poder, haciéndolo Jefe y Salvador, para la conversión y el perdón
de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, y el Espíritu Santo que
Dios envió a los que le obedecen” (Hch 5,30-32).
Un político o gobernante
católico, si quiere ser tal y participar del Triunfo de Jesucristo, debe obrar
con coherencia y sin componendas a ejemplo de los apóstoles, desoyendo con
absoluta libertad las presiones de un mundo manipulado por el demonio y sus
secuaces, que encuentran sus cómplices en nuestras propias debilidades, que
sólo podemos manejar si nos aferramos con confianza y humildad a la Gracia de
Dios, que Él no niega a nadie que la busca honestamente y con empeño, por medio
de una sana y profunda formación doctrinal y bíblica, al igual que con la
oración asidua.
En el Evangelio, Juan
Bautista, refiriéndose a Jesús, nos da inequívocas enseñanzas: *‘El que viene
de lo alto está por encima de todos’ (Jn 3,31a). También nosotros venimos de lo
alto gracias al nuevo nacimiento que recibimos en el bautismo. Pero si nos
dormimos y doblamos hacia este mundo que pasa, terminaremos por ‘pertenecer a
la tierra y sólo hablaremos de lo perecedero’ (cf. Jn 3,31b). *‘El que viene
del cielo está por encima de todo, y da testimonio de lo que ha visto y
oído’(Jn 3,31.c-32). Si acogemos su testimonio de las cosas celestiales,
sobrenaturales, certificamos que Dios es veraz (cf. Jn 3,33). *‘Dios Padre ama
al Hijo y ha puesto todo en sus manos. El que cree al Hijo tiene Vida Eterna.
En cambio el que se niega a creerle no verá la Vida, sino que la ira de Dios
pesa sobre él’ (Jn 3,35-36).
Nos deberíamos cómo resuenan
estas palabras en nuestra mente y en nuestro corazón. ¿Será que nos resbala,
que no nos importa? ¿Qué nos parece literatura infantil o para otro tipo de
gente? O ¿ya se nos inoculó el veneno de la insensibilidad ante la dimensión
religiosa que es patrimonio de toda persona, pero que puede ser adormecida, con
argumentos de cuarta?
Le pidamos a nuestra Madre
del Valle que nos consiga la Luz que necesitamos para poder ver lo que dejamos
en la oscuridad por pereza, comodidad o equivocado interés. Aprendamos de Ella
que jamás dejó de oír la voz de Dios que habla a través de una conciencia bien
formada y recta. Acerquémonos a Ella con confianza de hijos, abriéndole
nuestros corazones endurecidos por la apatía, la falta de oración, la
indiferencia frente al dolor y al error ajeno. Supliquémosle que nos haga
humildes para reconocer que somos frágiles y pecadores, y que necesitamos del
perdón divino para poder felices de verdad y así alcanzar un día la Vida Eterna
que anhelamos.
¡¡¡Virgen fiel y servidora,
ruega por nosotros!!!