Mons. Urbanc exhortó a los
fieles a adentrarse en “lo íntimo del Corazón Sacerdotal de Jesús” y pidió “la
gracia de valorar y apreciar el don de la Eucaristía y el sacerdocio
ministerial”
En el comienzo del Triduo Pascual de la Pasión y Resurrección del Señor,
durante la noche del jueves 2 de abril, una gran cantidad de fieles se reunió
en torno al altar mayor de la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle,
para participar de la Misa de la Ultima Cena, presidida por el Obispo
Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por los presbíteros que prestan su
servicio sacerdotal en el Santuario Mariano.
En el transcurso de la ceremonia, en la que se conmemoró la Institución
de la Eucaristía y del Sacerdocio, el Pastor Diocesano, repitiendo el gesto que
hizo Jesús con sus discípulos en aquella cena antes de ser condenado a morir en
la Cruz, lavó los pies de doce laicos, servidores de movimientos e
instituciones eclesiales, con ocasión del Año Diocesano dedicado a los Laicos,
en el marco de la Misión Diocesana Permanente.
Tras
la proclamación de las lecturas, Mons. Urbanc reflexionó sobre los gestos de
Jesús en la última cena. En primer lugar se centró en el lavado de los pies que
hizo a sus discípulos explicando que “se trata de un ‘signo’ de su entrega y anticipo del
don total de la vida en la cruz”. Consideró que “es mucho más que un simple
gesto de humildad y servicio. Es un verdadero ‘signo’, un gesto que tiene
consistencia en sí mismo, pero cuya verdadera razón de ser consiste en dirigir
la mirada de la mente y revelar en profundidad un aspecto importante del ser y
de la misión de Jesús”. Asimismo, enfatizó que “este signo anticipa de alguna
manera el acontecimiento fundamental de la Cruz como expresión suprema del don
de la vida de Jesús por la humanidad”.
La
otra escena tomada
por el Obispo como eje de su predicación es “cuando Jesús toma un pan en sus
manos y realiza un gesto inesperado y sorprendente para los discípulos. Eso que
tiene en las manos es él mismo en cuanto se entrega a la muerte por la
humanidad. Y lo mismo hace con la copa”, manifestó.
“La
Institución de la Eucaristía es el gesto más importante de los realizados por
Jesús. Con él establece el marco que ha de llenarse con el acontecimiento de la
Cruz y de la Resurrección”, afirmó, agregando que “en adelante el cuerpo de
Jesús, que es la Iglesia, realizará y renovará constantemente su comunión
profunda con el Maestro y entre todos sus miembros mediante la celebración
sacramental de aquel gesto aparentemente sencillo, pero profundamente cargado
de realidad cristológica y eclesial”.
Por
ello exhortó a los fieles a que “aprovechemos esta celebración para adentrarnos
en lo íntimo del Corazón Sacerdotal de Jesús, y pidamos la gracia de valorar y
apreciar el don de la Eucaristía, el sacerdocio ministerial, nuestra condición
de servidores y el mandato misionero
para todos”.
Adoración del Santísimo
Sacramento
Tras la bendición
final, el Obispo llevó en procesión la reserva del Santísimo atravesando la
nave central hasta el altar ubicado en la nave lateral norte, donde quedó
expuesto para la adoración de los fieles hasta la medianoche.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos
hermanos:
Con la
cena pascual el pueblo judío conmemoraba anualmente la liberación histórica de
Egipto. Y la celebraron de generación en generación, hasta el presente. La
fiesta pascual se inicia el 14 de Nisán y dura una semana. Jesús comió su
última cena con los discípulos en este contexto de celebración judía.
Los judíos llamaban jaburá al grupo
mínimo de personas que debían reunirse para comer un cordero, puesto que no
debía sobrar nada para el día siguiente, se comía todo. Evidentemente que los
doce con Jesús eran suficiente número.
En este contexto de cena ocurrió lo del lavado de
los pies que Jesús hizo a sus discípulos. Se trata de un "signo" de
su entrega y anticipo del don total de la vida en la cruz. No entenderíamos
bien la intención del evangelista Juan al recogerlo en su relato si pensásemos
que se trata de un simple gesto de humildad y servicio. Es mucho más y con un
contenido cristológico y eclesial mucho más profundo: es un verdadero
"signo" en el sentido joánico del término, es decir, un gesto que
tiene consistencia en sí mismo, pero cuya verdadera razón de ser consiste en
dirigir la mirada de la mente y revelar en profundidad un aspecto importante
del ser y de la misión de Jesús. Este signo anticipa de alguna manera el
acontecimiento fundamental de la Cruz como expresión suprema del don de la vida
de Jesús por la humanidad.
Por la reacción de Pedro, expresada en las palabras
"tú jamás me lavarás los pies", nos percatamos de la novedad del
gesto, de lo incomprensible del mismo para Pedro. Incluso en cierto sentido le
resultaba desconcertante y escandaloso. Por eso Jesús dirá: “Lo que yo hago, tú no
lo comprendes ahora; pero lo entenderás después”. Lavar los pies era el último
oficio que se pedía al último esclavo de la casa. ¡Y esa noche están celebrando
la fiesta de la libertad¡ ¡Y Jesús es el Señor y el Maestro! ¡A él tendrían que
lavarle los pies! Recordemos las palabras de Juan el Bautista: "No soy
digno de desatarle las correas de las sandalias". Era un especial honor el
que se permitiera a un discípulo transportar al hombro las sandalias de su
maestro. Todo este conjunto de detalles nos ayuda a iluminar el gesto y a
entenderlo en su sentido profundo y provocador para los que somos discípulos de
Jesús. Estar siempre dispuestos al don de la vida por los demás.
Otra escena novedosa es cuando Jesús toma un pan en
sus manos y realiza un gesto inesperado y sorprendente para los discípulos. Eso
que tiene en las manos es él mismo en cuanto se entrega a la muerte por la
humanidad. Y lo mismo hace con la copa. Este gesto desborda totalmente el
ceremonial judío en cuanto al sentido del pan y de la copa. En este gesto algo
totalmente nuevo se está produciendo en la historia. Y será un
"memorial" (anámnesis-recuerdo actualizador) de todo el misterio
salvador de Jesús.
El relato de Lucas nos recuerda estas palabras en
labios de Jesús: "Hagan esto en memoria mía" para perpetuar su
presencia entre los suyos. Esta tarea es propia de sus ministros ordenados
(sacerdocio ministerial). En aquel marco pascual, transformado por Jesús
profundamente en su contenido, es instituido el sacerdocio ministerial que se
ha prolongado en la Iglesia durante los siglos y seguirá prologándose. Por eso
hoy es un día especial para nosotros los sacerdotes.
La Institución de la Eucaristía es el gesto más
importante de los realizados por Jesús. Con él establece el marco que ha de
llenarse con el acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección. En adelante el
cuerpo de Jesús, que es la Iglesia, realizará y renovará constantemente su
comunión profunda con el Maestro y entre todos sus miembros mediante la
celebración sacramental de aquel gesto aparentemente sencillo, pero
profundamente cargado de realidad cristológica y eclesial. La celebración
eucarística será el lugar y el momento de renovar en profundidad la comunión
eclesial. Es el sacramento central de la fe y de la experiencia cristiana.
No podríamos entender, ni siquiera someramente el
significado y el mensaje de la Última Cena, si no leemos y meditamos los
capítulos 13, 14, 15, 16 y 17 como un todo. Esta larga enseñanza que culmina
con la oración por la unidad, no la tenemos en los Sinópticos, pero si en Juan.
Aquí Jesús hablará claramente de su relación de pleno y perfecto amor con el
Padre y del Espíritu Santo, quien será el garante y fautor de la unidad a
ejemplo de la Trinidad. Él vendrá a enseñar y a profundizar en el corazón de
los discípulos, las palabras de Jesús, para recordarles constantemente el
Evangelio. Será testigo y acompañará el testimonio de los discípulos de Jesús
hasta el martirio con el don de la vida por la fidelidad al Evangelio y al amor
del Padre. Será quien se encargue de desenmascarar, en la conciencia de los
creyentes, el juicio injusto al que fue sometido Jesús por las autoridades
religiosas y civiles de aquella época, declarando que realmente solo Jesús era
el verdadero Mesías, que sólo creyendo en Él se consigue la salvación y sólo en
Él es posible al esperanza del encuentro definitivo con el Dios que nos hizo
para la vida y la felicidad. El Espíritu será el encargado de interpretar para
la Iglesia todo el misterio de Jesús y de la propia Iglesia.
También Jesús nos reveló en la Ultima Cena tres
aspectos fundamentales sobre la realidad de la Iglesia: a) Con la imagen de la
vid y los sarmientos que la Iglesia es una realidad viva de la que Jesucristo
es su centro vital y su Cabeza,en la que debe reinar el amor fraterno en clave de
servicio.
b) Que la Iglesia correrá la misma suerte que la
que corrió Él: será perseguida hasta la muerte martirial. Y para cumplir esta
misión recibe el don del Espíritu.
c) Que la Iglesia es una comunidad de discípulos
misioneros. "Dichosos ustedes si sabiendo esto lo ponen en práctica".
"Hagan esto en memoria mía". La Iglesia ha de vivir en la unidad para
que el mundo crea en que Jesús está vivo como Señor y Salvador.
Por tanto, hermanos queridos, aprovechemos esta celebración
para adentrarnos en lo íntimo del Corazón Sacerdotal de Jesús y pidamos la
gracia de valorar y apreciar el don de la Eucaristía, el sacerdocio
ministerial, nuestra condición de servidores
y el mandato misionero para todos.
La Santísima Virgen María, modelo de servidora y miembro
egregio de la Iglesia, nos ayude con su materna intercesión a ser coherentes
con el misterio que celebramos.