El sábado 26 de noviembre,
la localidad de Medanitos, jurisdicción de la parroquia de Nuestra Señora de
Fátima, con sede en Fiambalá, departamento Tinogasta, vivió un día de júbilo con
la celebración del centenario de la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores,
oportunidad en que el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, consagró el altar,
bendijo el ambón y dedicó el templo.
Para festejar de la mejor
manera este centenario, se llevaron a cabo los trabajos de remodelación y
recuperación del templo, coordinados por Párroco, Pbro. Carlos Robledo. Los
actos contaron con la presencia de la
intendenta Roxana Paulón, entre otras
autoridades y el pueblo en general.
Durante la celebración se
leyó el decreto municipal declarando Día de Júbilo para toda la localidad por
los festejos en honor al centenario de la Capilla ubicada en el barrio Las
Lomas.
El arquitecto Daniel Sáenz, a
cargo de la obra, agradeció a la comisión por el “esfuerzo enorme para llegar a
concretar la remodelación y refacción interior de la Iglesia”, dijo. También
compartió con los presentes el esquema del trabajo realizado, destacando la
remodelación completa del altar y el ambón realizados con mármol italiano; la
recuperación y puesta en valor de columnas y urnas laterales, como también la
iluminación y ventilación del templo.
Por su parte, la Sra.
Estella María Reynoso destacó el trabajo mancomunado de la comunidad y la
importancia de este acontecimiento especial para todos los habitantes del
lugar.
Durante la Santa Misa, el
Obispo bendijo el agua, con la que roció al pueblo, las paredes y el altar para
purificarlos. También bendijo el ambón desde donde se proclamó la Palabra de
Dios.
Luego de la Liturgia de la
Palabra, el Pastor Diocesano procedió a ungir el altar y las cruces colocadas en
las paredes. Por la unción del Crisma, el altar se convierte en símbolo de
Cristo, que es y se llama por excelencia “el Ungido”.
Luego, puso incienso en el
brasero colocado sobre el altar como signo de la oración de la Iglesia, que
sube hasta el trono de Dios.
Finalmente, se revistió el
altar y se encendió la luz de las velas.
Cada uno de estos momentos
fue vivido con mucha emoción y atención por todos los presentes.
Una vez concluida la
ceremonia, las autoridades eclesiásticas y civiles, y los vecinos firmaron el
acta de lo acontecido, y besaron el altar consagrado.