Durante su tercera visita a
la comunidad de Bañado de Ovanta desde que las aguas inundaron gran parte de la
localidad, el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, presidió la Santa Misa de
acción de gracias, concelebrada por el párroco Domingo Chaves, en un
improvisado altar ubicado al lado del templo parroquial, mientras éste se
reacondiciona para las celebraciones litúrgicas después de que albergara a personas
evacuadas, quienes lentamente están volviendo a sus hogares.
En el atardecer del viernes
11 de abril, luego del rezo del Santo Vía Crucis alrededor de la plaza
principal del pueblo, vecinos, personal de asistencia médica y social, como
también de las fuerzas de seguridad y voluntarios, se congregaron en torno a la
Eucaristía para dar gracias a Dios por la protección durante las
inundaciones
registradas en la zona.
Al pronunciar su homilía, el
Obispo resaltó la solidaridad puesta de manifiesto en estos días, indicando que
“la hermandad es nuestro denominador común y nosotros tenemos que cultivar esta
fraternidad. A mí me alegra la solidaridad de muchos hermanos que han venido a
ayudar. Eso es un muy buen signo. Que esto nos motive a saber que lo más importante
en la vida es poder dar una mano al que nos necesita”.
“Ojalá que esta experiencia
de dolor, traumática, que les ha tocado vivir sirva para que aprendan a tener
serenidad, paz y paciencia en medio de las dificultades. Es un aprendizaje de
solidaridad y de paciencia. Lo que importa es que Dios con su paciencia, con su
ternura, con su providencia nos cuida”, apuntó el Pastor Diocesano.
Asimismo, consideró que “esto
es como una terapia intensiva en la que nos ha puesto el Señor para aprender lo
que debería ser permanente en nuestra vida, estar siempre abiertos a dar una
mano. Esto nos saca de nuestro encierro, de nuestra privacidad, de nuestro
egoísmo, para ir hacia el otro”.
“Hemos tenido que pedir y
recibir, y eso nos tiene que ayudar a ser humildes. Esta experiencia, no les
quepa la menor duda que nos recuerda que todos somos peregrinos, estamos de
paso por este mundo para llegar un día al cielo”, enfatizó Mons. Urbanc.
En otro tramo de su
predicación anheló que “esta Pascua sea especial para la comunidad de Bañado de
Ovanta”, que se pueda “refundar en el amor, porque el amor nos permite vernos
como hermanos. Que este pueblo pueda aprender a comprenderse, y a ser una
verdadera flor que ofrecemos a Dios”.
Manos
solidarias
Una vez finalizada la
celebración eucarística, los jóvenes servidores distribuyeron las mesas para las
personas que se alimentan en el salón parroquial. Al respecto, el P. Chaves comentó
que todos los días se preparan unas 600 raciones al mediodía y 400 a la noche.
Actualmente, sólo 100 comen en el salón parroquial, los otros platos se llevan
a los barrios, con el apoyo de los voluntarios y de personal del Ejército, para
que la gente pueda comer en sus casas.
“Con las donaciones que
recibimos en la parroquia elaboramos la comida que se sirve. El agua que
recibimos se la lleva a las comunidades que no tienen”, dijo el sacerdote,
quien agradeció a las personas que llegaron de otras comunidades “para
compartir su tiempo, sus manos, su vida, ayudando a limpiar las casas de todos
y, como decía el Obispo, aprendamos todos de esta experiencia, para que podamos
reconstruir esta comunidad de Bañado de Ovanta desde el amor, olvidándonos de
los egoísmos y las rencillas, para crecer como comunidad”.