Querido Lector:
Le habrá pasado no pocas veces
de ir a ver a un amigo al hospital, quizás porque lo ha tratado siempre bien, o
porque sabe que está solo, o porque se lo han pedido sus familiares, compañeros
o conocidos.
Pero también se habrá percatado de que
se nos ocurren muchas cosas que nunca hacemos, ¡gracias a Dios!... A veces,
hubiéramos querido golpear a una persona, o sacar a escondidas una frutilla en
la verdulería, o esconderle al esposo o a la esposa su vestido favorito por
hacerle una broma, etc. Es un hecho que tenemos diversos sistemas de filtro y
de control que frenan muchas de las casi infinitas ocurrencias que pasan por la
mente.
Un proverbio chino dice: “mil caminos
nacen bajo tus pies”. Las decisiones que podemos tomar son tan variadas como
los vientos de agosto. Pero lo típico del hombre es hacer aquellas cosas que
piensa son las mejores, aunque tantas veces nos lamentemos por habernos
equivocado. Siempre que actuamos con un poco de reflexión y de seriedad, el
bien está en el horizonte de nuestros deseos.
No hay que ser un Sócrates para darse
cuenta de que lo que elegimos nos configura y va escribiendo nuestra
biografía... Si en casa prefiero ver la televisión en vez de hablar con el hijo
que tiene problemas en la escuela. Si en el trabajo, cuando no me ve el jefe,
decido zambullirme en un juego de internet en vez de terminar con lo que es una
urgencia para la buena marcha de toda la fábrica u oficina. Si en la
universidad me dedico a leer sobre los últimos cantantes en vez de tomar notas
de lo que dice el profesor sobre los avances más recientes en la curación del
cáncer etc., es obvio que estos pequeños caprichos, que nos concedemos para
“pasarla bien”, nos orientan, nos “programan”, de forma que mañana seremos de una
manera y no de otra.
El gran reto de toda vida humana se
encuentra precisamente aquí: en ser capaces de trazar proyectos y metas
elevadas y de llevar a cabo aquellas decisiones que nos permiten alcanzar los
objetivos. El gran fracaso de una vida inicia cuando, con o sin proyectos en la
cabeza, el viento del capricho y del gusto es el que determina la dirección de
nuestros pasos, el camino que empezamos a recorrer debajo de nuestros pies.
Ser hombre o mujer de principios
significa, simplemente, ser cabal. Plenamente. Lo contrario puede ser un muñeco
de peluche, a merced de lo que las circunstancias determinen. Ser un títere de
la sociedad o de los propios caprichos. Ser una máscara o una nube que ocupa un
espacio en el cielo, divierte un poco con sus gestos y sus sonrisas, y luego
desaparece sin dejar huella. Lo que importa es construir algo que eleve la
propia dignidad y el bien de todos. Hacer hoy aquello que mañana podrá servir
para que haya más amor y más justicia en el mundo. Aunque a veces uno piense
que disfruta poco. La verdadera alegría no está en el capricho pasajero, sino
en haber domado la voluntad a fin de que siempre elija lo mejor para los demás
y para uno mismo.
Mil caminos nacen bajo sus pies. Le
toca decidir ya, ahora, por el que quiere andar. Mañana, tal vez, ya no tenga
tiempo para escoger, sino sólo para llorar o para dar gracias a Dios por haber
escogido lo correcto y bueno.
Gracias por haber compartido un rato
conmigo, espero que le haya sido útil, y que tenga una linda y fecunda jornada.
¡Paz y Bien!
Mons. Luis Urbanč
Obispo de Catamarca