El misterio de vivir
Cada decisión deja una huella en tu vida,
en la de tus seres cercanos y en
corazones que no conoces pero que, de modo misterioso, quedan bajo
la influencia de tus actos.
Con el pasar del tiempo, las decisiones
configuran un mosaico. Como enseñaba san Gregorio de Nisa, en cierto
sentido somos padres de nosotros mismos a través de nuestros actos.
¿Qué imagen has trazado en tu alma? ¿Hacia
dónde está dirigida tu mirada? ¿Qué buscas, qué sueñas, qué temes, qué lloras,
qué te causa alegría? ¿Hacia dónde orientas el cincel cada vez que modelas
la estatua de tu vida?
Si los defectos dominan tu corazón y
sientes pena, es conveniente que te preguntes: ¿En qué medida soy culpable de
lo que me pasa? ¿Son mis decisiones las que me llevaron a esta situación de
apatía, de tibieza, de orgullo, de envidia, de rencores?
En ocasiones andarás buscando la culpa
fuera de ti. Incluso tal vez tengas algo de razón: hay personas que te han herido
profundamente, que un día llegaron a provocar esa angustia o ese odio que te
carcome a todas horas. Pero en otras ocasiones tendrás que reconocerlo: la
culpa es completamente tuya.
Necesitas abrir los ojos ante tu situación
actual y verla con realismo y con esperanza. Sobre todo, necesitas
aprender a leer tu vida desde un corazón que te conoce como nadie: el corazón
de Dios.
A Él puedes preguntarle si eres culpable de
las veces que te has dañado tontamente, si has permitido que te ahoguen asuntos
insustanciales, si te has encerrado en un pesimismo dañino.
Luego, desde el diagnóstico del Médico
divino, podrás abrirte a su gracia para curar tu voluntad, para orientar
tus pensamientos a un mundo nuevo y bello, para dar pasos concretos que te
permitan perdonar y pedir perdón.
Que tengas una buena jornada. Y no dejes de
rezar, bajo ningún pretexto.
Mons. Luis
Urbanc
Obispo de
Catamarca