En la misa, el Obispo
exhortó a cuidar a los niños y a los ancianos, ya que “el secreto de una
saludable vida cristiana radica en ser sencillos como niños y responsables como
quien ha madurado en la vida”, dijo citando al Papa Francisco.
Tal como estaba previsto y a
pesar la intensa llovizna que bañó la ciudad capital, en la tarde del sábado 12
de abril, una multitud de fieles caminó hasta la Gruta de Choya, durante la
tradicional Peregrinación del Pueblo de Dios, marcando el inicio de la Semana
Santa en la diócesis local.
La presente edición se
realizó bajo el lema “Dejad que los niños vengan a Mí, no se lo impidan”, en
consonancia con el Año de la Niñez y la Adolescencia que transita la Iglesia de
Catamarca, en el marco de la Misión Diocesana Permanente. Otra particularidad de
este año fue la solidaridad con los hermanos del departamento Santa Rosa
afectados por las inundaciones, a quienes se destinarán los elementos recaudados.
La marcha se puso en
movimiento a las 17.00 con el avance de la Santa Cruz, detrás de la cual se ubicaron
las familias concentradas en la Plaza del Maestro para participar de esta
manifestación pública de fe en el comienzo de la Semana Santa, que nos prepara
para vivir la Pascua de Resurrección. A lo largo de la avenida Virgen del Valle
podía observarse a cientos de personas con ramos de olivo en sus manos, además
de los coloridos paragüas, usados para protegerse de la intensa llovizna que
acompañó todo el trayecto hasta la Gruta.
Junto con los fieles
caminaron el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y sacerdotes del Decanato
Capital, quienes atendieron a los hermanos que se acercaron al Sacramento de la
Reconciliación durante las casi dos horas que duró el peregrinaje. Los
misterios del Santo Rosario y las intenciones dirigidas al Padre especialmente
por nuestros niños y adolescentes, como también por sus familias, fueron
matizados con alegres cantos que animaban la marcha.
Bendición
de ramos y misa
En el ingreso a la Gruta, se
concretó la ceremonia de bendición de los ramos, a cargo del Señor Obispo,
acompañado por los sacerdotes presentes, y desde allí se desplazaron cantando hasta
la explanada levantada en el lugar del hallazgo de la Sagrada Imagen, donde se
celebró la Santa Misa.
En su homilía, Mons. Urbanc
destacó la coincidencia de esta peregrinación “con la fecha de la Coronación
Pontificia de la cuatro veces centenaria imagen de la Virgen del Valle,
acaecida hace 123 años”, y con “el cuarto aniversario de la creación de la
homónima parroquia en el norte del departamento La Paz, con sede en Icaño”, por
cuya comunidad pidió oraciones “para que siga creciendo en el amor a María y a
Jesús, nuestro Salvador”.
Al referirse a la prioridad
pastoral propuesta para este año, en el marco de la Misión Diocesana Permanente,
que es la de los niños y adolescentes, exhortó a todos a “que esta
Semana Santa
que iniciamos la vivamos bajo esta perspectiva a fin de que la Luz, que es
Cristo, brille con más fulgor en lo profundo de nuestras conciencias y
corazones, de modo que nos entusiasmemos más por trabajar esta importantísima y
delicadísima franja etaria de la especie humana, la que a los cristianos se nos
ha confiado como ‘don y tarea’ irrenunciable e intransferible”.
Citando al Papa Francisco, dijo
que en nuestra sociedad “se agrede a los dos pilares fundamentales de la
sociedad humana: los niños y los ancianos, quienes serán siempre, hasta el fin
del mundo, la sede de la esperanza, la alegría y la sabiduría. Por tanto, el
secreto de una saludable vida cristiana radica en ser sencillos como niños y
responsables como quien ha madurado en la vida”.
Acompañar a las mamás jóvenes
Asimismo, insistió en que “nos
ocupemos de verdad, con perseverancia y excelencia, en el cuidado de nuestras
cada vez más jóvenes y numerosas mamás. Biológicamente idóneas para gestar una
vida humana, pero humanamente inmaduras. No se trata de condenarlas, sino de
ayudarlas para que tomen conciencia de lo que está pasando en sus vidas.
Necesitan justipreciar y reflexionar sobre lo sagrado que es la vida que Dios
les confía y que para ello también debe acompañarlas con responsabilidad el
coartífice de la misma”.
En este sentido, afirmó que “lamentablemente,
hoy se ha transformado en una pandemia la procreación sin la madurez y
estabilidad afectiva de sus progenitores. A los cristianos, tal situación, nos
convoca a una creativa, generosa, paciente y cualificada tarea
para saber
educar a los niños y adolescentes de modo que se preparen virtuosamente a
asumir sus actos según los designios divinos, que los conocemos por medio de la
Revelación, bajo la segura orientación del Magisterio de la Iglesia”.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos
hermanos:
Con la
bendición de los Ramos y la Santa Misa culminamos nuestra anhelada y jubilosa
‘Peregrinación del Pueblo de Dios’. Tengamos presente que en algunas
comunidades del interior también realizan algo similar para unirse a toda la
Iglesia diocesana y, a su vez, para sacar el provecho que este sencillo gesto
ofrece a quienes lo hacen con fe y espíritu de conversión.
Hoy nuestra peregrinación coincide
con la fecha de la Coronación Pontificia de la cuatro veces centenaria imagen
de la Virgen del Valle, acaecida hace 123 años. También hoy es el cuarto
aniversario de la creación de la homónima parroquia en el norte del
departamento La Paz, con sede en Icaño. Recemos por esa comunidad para que siga
creciendo en el amor a María y a Jesús, nuestro Salvador.
La prioridad pastoral que nos
propusimos para este año, en el marco de la Misión Diocesana Permanente, es la
de los ‘Niños y Adolescentes’. Es por ello que los exhorto a que esta Semana
Santa que iniciamos la vivamos bajo esta perspectiva a fin de que la Luz, que
es Cristo, brille con más fulgor en lo profundo de nuestras conciencias y
corazones, de modo que nos entusiasmemos más por trabajar esta importantísima y
delicadísima franja etaria de la especie humana, la que a los cristianos se nos
ha confiado como ‘don y tarea’ irrenunciable e intransferible.
El Papa Francisco, frecuentemente,
hace alusión a que en esta hodierna sociedad del descarte y hedonista, se deja
de lado, más aún se agrede a los dos pilares fundamentales de la sociedad
humana: los niños y los ancianos, quienes serán siempre, hasta el fin del
mundo, la sede de la esperanza, la alegría y la sabiduría. ¡Cuánto hemos de
pedirle a Jesús sufriente, bajo el peso de la Cruz de nuestros pecados, que nos
ilumine la mente y purifique los corazones para asumir generosamente su mandato
siempre actual: “Dejen que los niños vengan a mí, no se lo impidan, pues de los
que son como ellos es el Reino de los Cielos” (Mc 10,14; Mt 19,14; Lc 18,16).
Por tanto, el secreto de una
saludable vida cristiana radica en ser sencillos como niños y responsables como
quien ha madurado en la vida (cf. 1 Cor 14,20).
Si algo debo insistir, es que nos
ocupemos de verdad, con perseverancia y excelencia, en el cuidado de nuestras
cada vez más jóvenes y numerosas mamás. Biológicamente idóneas para gestar una
vida humana, pero humanamente inmaduras. No se trata de condenarlas, sino de
ayudarlas para que tomen conciencia de lo que está pasando en sus vidas.
Necesitan justipreciar y reflexionar sobre lo sagrado que es la vida que Dios
les confía y que para ello también debe acompañarlas con responsabilidad el
coartífice de la misma. Lamentablemente, hoy se ha transformado en una pandemia
la procreación sin la madurez y estabilidad afectiva de sus progenitores. A los
cristianos, tal situación, nos convoca a una creativa, generosa, paciente y
cualificada tarea para saber educar a los niños y adolescentes de modo que se
preparen virtuosamente a asumir sus actos según los designios divinos, que los
conocemos por medio de la Revelación, bajo la segura orientación del Magisterio
de la Iglesia. Aquí no valen las excusas; todos, especialmente los esposos y
padres, tenemos que estar preparados para “saber dar razón de nuestra esperanza
a aquellos que nos la pidan” (1 Pe 3,15), y éstos son en primer lugar los niños
y adolescentes.
Queridos hermanos, dentro de un
rato, después de haber celebrado los misterios divinos, volveremos a nuestras
respectivas comunidades para seguir celebrando nuestra fe pascual a través de
los diversos y significativos ritos de la Liturgia de Semana Santa. Les ruego
que vayan bien dispuestos a dejarse interpelar por el Amor de Dios Padre que
nos entrega a su Querido Hijo como remisión de nuestros pecados y para
acogernos en su misma Vida divina; de modo que, renovados y profundamente
motivados nos aboquemos a servir a Dios en la persona de nuestros prójimos,
empezando por los niños, que son los más pobres entre los pobres, cuanto más si
aún están en el vientre de sus madres, ya que ostentan la máxima indefensión y reclaman
la más delicada atención de toda la sociedad, y la inversión de los mejores y
mayores recursos materiales, legales, políticos, económicos y espirituales que
están al alcance de la humanidad.
Para concluir, los invito a que
elevemos al Rey de Reyes la siguiente súplica: “Señor de la Vida y de la
Historia, te pedimos la convicción de que si los niños viven en medio de
críticas, aprenderán a condenar; que si viven en un ambiente hostil, aprenderán
a pelear; que si viven en el temor, aprenderán a ser desconfiados; que si son
estimulados, aprenderán a tener confianza; que si reciben un trato justo,
aprenderán a practicar la justicia; que si experimentan la tolerancia,
aprenderán a ser pacientes; que si viven con seguridad, aprenderán a tener fe
en sí mismos y en quienes los rodean; que si rezan en familia, descubrirán tu
presencia en su vidas y en la de los demás; que si reina el amor en sus
hogares, aprenderán a servir como Tú, hasta dar la vida. Amén
¡Virgen
del Valle, Madre de los Niños y Adolescentes!
¡Ruega por nosotros!