“Intentamos
acompañar y estar cerca de la gente que
necesita esperanza en medio de tanta tristeza”
El lunes 8 de abril, un grupo
de sacerdotes del clero catamarqueño viajó hasta la zona afectada por el
temporal registrado el fin de semana en el departamento Santa Rosa, para
escuchar y llevar esperanza a los hermanos de esa zona del Este provincial. Más
precisamente llegaron hasta el templo parroquial Santa Rosa de Lima, ubicado en
la localidad de Bañado de Ovanta, convertido actualmente en refugio de los
evacuados y centro operativo de las acciones de asistencia que se brindan.
Al regreso del viaje, el Pbro.
Oscar Tapia comentó cómo surgió la iniciativa de trasladarse hasta el lugar: “Con
un grupo de sacerdotes nos hemos organizado apresuradamente, el domingo, por
dos motivos: el primero acompañar a nuestros hermanos catamarqueños con lo que
podíamos, espiritualmente,
porque materialmente no hay mucho que podamos hacer.
Y el segundo motivo, acompañar y sostener a nuestro hermano sacerdote Domingo
Chaves, quien está llevando todo el peso de la tarea. De esa forma partimos el
día lunes, pudimos pasar la cuesta, gracias a Dios, que estaba muy difícil
porque también allí se ha derrumbado el camino. Pudimos acceder a Bañado de
Ovanta porque justo habían habilitado el puente”.
“Fue
un milagro que no haya habido ninguna muerte”
El sacerdote continuó su relato
indicando que “cuando llegamos, vimos un cuadro conmovedor, la gente en carpas
y en el salón parroquial, y
en el templo estaban organizándose, recibiendo
mercadería. Otros ya habían partido a sus casas, ya que recién a esa hora
podían ir a quitar el agua y ver qué les había quedado. Un panorama realmente
triste por la situación de la gente, tristeza y desesperanza”. Frente a esta
realidad, dijo: “Hemos tratado de alentarlos, de ayudarlos a valorar el don de
la vida, ya que gracias a Dios en semejante desastre, semejante catástrofe, no
hubo que lamentar ninguna muerte. Es prácticamente un milagro, porque había niños
en coches, bebés, gente discapacitada que pudo salir a tiempo. Es un cuadro
realmente triste, pero también surgen las cosas lindas, que es la solidaridad
de la gente. Ahora empieza la tarea de la reconstrucción. Es difícil porque se
trata de una gran organización”.
Desde su punto de vista personal, el P. Tapia
reflexionó: “Con los cataclismos las tempestades, los desastres naturales,
aparecen nuestra negligencia, nuestra dejadez, porque hay lugares donde no se
puede construir, y porque nunca hayan pasado las cosas no significa que nunca
vayan a pasar. Hemos visto que al lado del río hay un barrio, gracias a Dios no
se ha inaugurado todavía, pero a la par, aproximadamente a 50 metros, 100
metros del río, hay un barrio nuevo. Lo que significa que no aprendemos. El río
nunca lleva agua, pero esta vez llevó por todos los años que no lleva. Tenemos
que plantearnos una manera nueva, las estrategias de los organismos y también
los ciudadanos tenemos que aprender a cuidar nuestras vidas, a construir con
responsabilidad, con asesoramiento de profesionales. Tenemos que acostumbrarnos
al siglo XXI, donde deberíamos vivir mucho mejor, y también donde los desastres
naturales se hacen cada vez más fuertes por nuestras faltas contra la ecología”.
Motivar
la solidaridad en sus comunidades
Los presbíteros manifestaron
la impotencia que se siente ante la situación y que sólo quien estuvo allí
puede apreciar la magnitud del fenómeno natural. “La necesidad es mucho más
grande de lo que imaginamos”, expresó el Pbro. Raúl Contreras, párroco de la
parroquia San Jorge, agregando que “no hay descripción para lo que vivió la
gente del lugar, la desesperación de tener el agua encima y no poder socorrer
al otro, al vecino que está al lado, es lo que más nos compartió la
gente”.
El párroco de San Jorge, con
sede en el sur de la ciudad capital, también comentó que su misión fue
principalmente “estar cerca y escuchar a las personas evacuadas que se
encontraban en el salón parroquial, visitar algunas casas y además acompañar al
párroco”, quien no quedó exento de sufrir los daños por la crecida de los ríos
en la zona. Asimismo, destacó las tareas que se realizan en la parroquia: “Toda
la gente acudió al templo, el salón tiene más de 30 metros, y la gente está
durmiendo ahí. Ahora es el centro de Cáritas, Defensa Civil y Gendarmería”.
Por su parte, el Pbro.
Sergio Chumbita, párroco de San Pïo X, con sede en el barrio Libertador II, expresó que “es poco lo que uno puede hacer en
estas situaciones, pero lo que intentamos es acompañar y estar cerca de las
personas”, destacando que “algunos de los sacerdotes que viajaron ya conocían
el lugar y fueron a visitar las casas afectadas para apoyar a los
pobladores”.
Frente a la desgracia se
sienten conformes con el viaje que les permitió ver la realidad para poder
“volver a las parroquias y hacer campañas solidarias, siendo conscientes de lo
que necesita la comunidad. Compartir lo que uno ha visto es más movilizante,
para que se sume la gente a trabajar”, enfatizó el P. Chumbita.