Mons. Urbanc: “María es signo de segura esperanza y ardiente caridad”
En las horas previas
a la Procesión con la Sagrada Imagen, esta mañana se llevó a cabo la Misa
Solemne, en el altar mayor de la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle.
La ceremonia fue presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y
concelebrada por el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del
Pino; el Rector del Santuario Mariano, Pbro. José Antonio Díaz; y sacerdotes
del clero local tanto de Capital como del interior del territorio diocesano.
Una multitud de fieles y peregrinos desbordó el
templo catedralicio, para participar de la celebración eucarística más importante
de la jornada, correspondiente a la fiesta de la Inmaculada Concepción de
María.
En uno de los tramos se la sustanciosa homilía
pronunciada en la oportunidad, al referirse a
la Virgen María, el Obispo dijo
que “Ella va al frente de ese grande peregrinar de la
Iglesia hacia la casa del Padre. En medio de las tempestades que por todas
partes nos apremian, ella no abandona a los hombres que peregrinan en el claro
oscuro de la fe. Ella es signo de segura esperanza y ardiente caridad; y su
santidad es fruto de la obra redentora de Cristo”.
Mons. Urbanc dedicó parte de su predicación a los laicos,
a quienes la Diócesis de
La celebración fue vivida en un marco de alegría por el
encuentro con la Madre, que lleva a todos a su Hijo Jesús, presente en la Eucaristía. Cantos y vivas marcaron el
cierre de la emotiva ceremonia.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos Devotos y Peregrinos:
Una vez más el Señor nos concede la gracia
de honrar la Pura y Limpia Concepción de la Santísima Virgen María.
La
fiesta de la Inmaculada Concepción, que siempre se celebra durante el tiempo de
Adviento, nos propone ver a María como Madre de la Esperanza y adquiere su
verdadera dimensión eclesial como símbolo de la humanidad que espera y se
prepara para ser visitada desde lo alto por el que ha querido ser “Dios con
nosotros”, Jesucristo, el Señor.
Esta celebración mariana
pone sobre el tapete argumentos sensibles y utópicos de lo que ha perdido la
humanidad. Si los quisiéramos analizar psicológicamente, habría que recurrir a
muchos elementos culturales, ancestrales, pero muy reales, del pecado y de la
gracia. El contraste entre la mujer del Génesis que se carga de culpabilidad y
la mujer que aparece en la Anunciación, resuelve, desde el proyecto del Dios
Amor, lo que las propuestas antifeministas o feministas no pueden resolver con
discusiones trasnochadas, agresivas, falaces y estériles.
Nunca
está demás que volvamos a meditar el porqué de esta verdad de fe que debemos
profesar. Para ello nos han sido proclamados textos de la Biblia para que
tomemos mayor conciencia de su importancia para nuestra vida, en orden a ser
más agradecidos con Dios y dóciles a Él.
La
acción libre de la mujer y el varón de desobedecer a Dios, movilizó la
misericordia de Dios con la más frágil de sus creaturas inteligentes, pero no
sin ejercer justicia: "Pondré
enemistad entre ti y la mujer entre su linaje y el tuyo" (Gn 3,15).
Estas palabras pronunciadas en el exordio de la humanidad luego que el hombre y
la mujer habían pecado, anuncian la eterna voluntad salvífica de Dios. La
transgresión de Eva y Adán desquiciaron la especie humana. El hombre creado a
imagen y semejanza de Dios, sufre una herida de incalculables consecuencias.
Por eso, siente miedo, experimenta la desnudez y el desamparo, su concepto de
Dios se oscurece y corre a esconderse lejos de su mirada. Aquí suena muy
acertadamente la frase que el ‘pecado nos pone al desnudo’. La pregunta de
Dios: "¿Dónde estás?" deja de manifiesto su dramática condición. El
hombre es expulsado del paraíso, pero al mismo tiempo recibe la promesa de un
redentor.
No obstante, “donde
abundó el pecado sobreabundó la gracia (Rm 5,20).
En su eterno plan, Dios había creado al hombre por sobreabundancia de amor y lo
había elegido para ser santo e inmaculado en su presencia (Ef 1,3-6). El
pecado, sin embargo, introduce la desobediencia, el desorden y la pérdida de la
armonía original, la armonía del "principio", pero no cancela el plan
amoroso de Dios... Si se busca, por tanto, la razón de la presencia de Dios
entre los hombres y la razón de la Encarnación, ahí la tienes: el amor por el
hombre. "El Señor se enamoró de su creatura" y el Verbo de Dios ha
habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para acostumbrar al hombre
a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a habitar en el hombre (San
Ireneo). El Pastor se ha hecho oveja (San Gregorio de Nisa). Cristo ha venido a
la tierra para tomar de la mano al hombre y presentarlo nuevamente al Padre
según la gracia del principio.
En este extraordinario
plan de salvación aparece María, como la primicia de la salvación, como la
estrella de la mañana que anuncia a Cristo, "sol de justicia" (Mal 3,20), como la primera creatura surgida
del poder redentor de Cristo, como aquella que ha sido redimida de modo
eminente por Dios en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género
humano. En un mundo pecador, la Gracia divina ha hecho surgir una creatura
absolutamente pura y le ha conferido una perfección sin la más mínima sombra de
pecado. El plan del Padre que quería enviar a su Hijo a la humanidad exigía,
para la mujer destinada a llevarlo en su seno, una perfecta santidad que fuese
reflejo de la santidad divina. Ella que no conoció el pecado, está en el centro
de esta enemistad entre el demonio y la estirpe humana redimida por Jesucristo,
la estirpe de los hijos de Dios. Ella aparece en medio de esta singular batalla
como la aurora que anuncia la victoria definitiva de la luz sobre la
obscuridad. Ella va al frente de ese grande peregrinar de la Iglesia hacia la
casa del Padre. En medio de las tempestades que por todas partes nos apremian,
ella no abandona a los hombres que peregrinan en el claro oscuro de la fe. Ella
es signo de segura esperanza y ardiente caridad; y su santidad es fruto de la
obra redentora de Cristo.
Sin embargo, en esta
Eucaristía quiero depositar en el Corazón de nuestra querida Madre del Valle el
‘Año pastoral dedicado a los Fieles Laicos’, que son “son hombres y mujeres de la Iglesia en el
corazón del mundo y hombres y mujeres del mundo en el corazón de la Iglesia” (Puebla,
786; Apar, 209).
Es por eso que quiero llamar la
atención, desde mi perspectiva de pastor diocesano, de notables deficiencias en
el compromiso evangelizador de los fieles laicos, a saber: persistencia de
cierta mentalidad clerical en numerosos agentes de pastoral, tanto clérigos,
como consagrados y fieles laicos; dedicación preferente de muchos fieles laicos
a tareas dentro del ámbito eclesial; poco reconocimiento, tanto en los
sacerdotes como en el pueblo, del carácter secular que constituye la identidad
propia y específica del fiel laico; falta de formación e interés por la
filosofía cristiana, la teología, la moral y el estudio y meditación de la
Palabra de Dios; abrumador desconocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia,
con la deplorable consecuencia de que no se la valora ni se la aplica; escaso
acompañamiento de los sacerdotes a los fieles laicos en su compromiso temporal,
cultural, económico, profesional y socio-político; pobrísima conciencia de ser
Iglesia en la mayoría de los fieles laicos; casi inexistente formación
sistemática en teología pastoral; prácticamente nula participación real de los
laicos en la planificación y en la puesta en marcha de los planes pastorales;
tendencia en muchos fieles laicos hacia una religiosidad y espiritualidad
individualista e intimista, alejada del compromiso evangelizador; un
relativismo, cada vez más negativo, en relación con los valores éticos,
eclesiales y religiosos.
La crisis de identidad de los fieles
laicos en el área socio-política se expresa en el temor a manifestarse desde lo
que son, desde lo que creen y desde lo que piensan.
La presencia de personas católicas, de
auténtica formación religiosa, en partidos políticos y en importantes funciones
de Gobierno ha sido muy común a lo largo de nuestra historia, tanto provincial
como nacional. También en la actualidad podemos ver a gran número de personas
con notable formación religiosa ocupando puestos de responsabilidad. Sin
embargo, es una presencia tan discreta y tan timorata que no se llega a sentir.
Alguien los ha definido como “católicos vergonzantes”.
Dicen que en otros tiempos existía una
idea clara de la identidad católica y de su consecuente “militancia”. En ellos
estaba más clara la idea y el compromiso de hacer realidad los valores del
Evangelio en la realidad socio-política del país. Cosa de la que dudo, pues si
hubiera sido así, no estaríamos como estamos. Tendríamos otro legado. En
efecto, no todo tiempo pasado fue mejor (cf. Eclesiastés 7,10).
Dios mediante esta tarde, después de
la solemne procesión, por medio de la lectura del decreto, daré por lanzada la
tarea y les será repartida la carta pastoral que redacté para la ocasión y que
ruego la lean, estudien y difundan para que tomen conciencia de la delicada
misión que les compete por ser el 99, 9 % de la Iglesia, es decir, el rostro
visible de lo que son los cristianos hoy para el mundo creyente y no creyente.
Entre todos depositemos a los pies de
la Virgen del Valle esta intención y la sostengamos con nuestra fervorosa
oración y compromiso para que sean muchos y duraderos los frutos de nuestra
Misión Diocesana Permanente.
¡¡¡Nuestra
Madre del Valle y san José!!!
¡¡¡Rueguen por nosotros!!!