Queridos
Catamarqueños:
Para los que somos cristianos la Navidad es un hecho muy especial. No es
un mero sentimiento, un recuerdo, un símbolo o un cuentito para entretener a
los niños, sino que es un tiempo litúrgico en el que renovamos la conciencia de
un acontecimiento que sigue teniendo plena vigencia: la segunda Persona de la
Trinidad, el HIJO, ha nacido en un pesebre de Belén y se ha hecho Niño,
entrando así en la historia humana y su lógica, asumiendo una cultura con todas
sus consecuencias. A partir de entonces, no se ha retirado ni se ha retractado
de ese acontecimiento definitivo, que ha cambiado la vida del mundo y sigue
expandiendo su energía salvadora en el tiempo y en el espacio, a la vez que
pide nuestra colaboración para que su amor llegue hasta el último rincón del
mundo. Sigue presente en esta tierra especialmente en la Iglesia y en su
misión, actuando por medio del Espíritu Santo en los corazones y en las
culturas que le acogen. Sigue naciendo cada vez que alguien se abre al Amor con
mayúsculas (Dios) o al amor hacia los demás.
Ahora nos preguntemos cómo debemos
vivir este misterio de la Navidad.
No me cabe la menor duda que siendo
fiel y amable reflejo de la Luz que es Jesucristo para el mundo.
Ante la pérdida de símbolos
cristianos, que cada cristiano se vuelva signo vivo y visible de Jesús.
Volviendo a reunirnos como familia
creyente en torno a los pesebres hogareños para contemplar y cantar el misterio
del Dios hecho Hombre en Jesús, a fin de que nuestros niños, adolescentes y
jóvenes no pierdan la sensibilidad frente a este designio divino e incorporen
en su vida el Evangelio de la Vida.
Concretando una sincera conversión
por medio de los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía, que nos
lleven a servir y comprender a los demás, especialmente a los enfermos,
ancianos, desprotegidos, abandonados, marginados, etc.
Los invito a que si ofrecen un
regalo a alguien, tomen conciencia y hagan que se note que están expresando con
ese gesto que el único y necesario regalo que la humanidad ha necesitado,
necesita y necesitará es al Hijo de Dios entregado por su Padre por la
salvación de ‘todo’ y ‘todos los hombres’.
Por último, saludándolos de corazón,
los invito a que le digan al Niño, recostado en el pesebre: “Señor Jesús, tú
que has querido nacer como el primero de muchos hermanos, danos la verdadera
fraternidad. Ayúdanos para que nos parezcamos a ti. Ayúdanos a reconocer tu
rostro en el que nos necesita, en los que sufren o están desamparados, en todos
los hombres, y a vivir junto a ti como hermanos y hermanas, para convertirnos
en una familia, tu familia”.
¡Feliz Nacimiento del Hijo de
Dios en la humildad de nuestra carne!
Mons. Luis Urbanč
8° Obispo de Catamarca