Durante la misa, el Obispo transmitió un saludo y
una bendición especial del Papa Francisco, a quien visitó durante su viaje a Roma.
Destacó el carácter mariano de de san Juan XXIII y san Juan Pablo II. Pidió una
vez más por el cuidado y la educación de los niños.
Esta mañana se llevó a cabo
la Misa Pontifical, principal celebración eucarística de la jornada, en la
antesala de la Procesión, que se llevará a cabo esta tarde, marcando el cierre
de las fiestas en honor a Nuestra Madre del Valle. La solemne liturgia fue
presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por
sacerdotes del clero catamarqueño, entre ellos el Pbro. José Antonio Díaz,
Rector del Santuario Mariano, en el altar mayor del templo catedralicio, que
fue desbordado por la gran cantidad de devotos y peregrinos que llegaron para
estar junto a la Madre.
Durante esta misa correspondiente al tercer
domingo de Pascua, el Señor Obispo dio la
bienvenida “a todos los peregrinos y devotos que nuevamente se han dado cita a
los pies de la Inmaculada Madre del Valle”, e invitó a todos a rezar de una manera
por el Pbro. Carlos Robledo, el último sacerdote que ordenó el Obispo Emérito
de Catamarca, Mons. Elmer Miani, quien está cumpliendo 7 años de ordenación
sacerdotal.
También tuvo presente a los niños y adolescentes
a quienes la Iglesia particular de Catamarca orienta su acción pastoral, en el
marco de la Misión Diocesana Permanente, bajo el
lema ‘Dejen que los niños vengan a mí, no se lo impidan’.
Asimismo, dio
gracias como Iglesia Diocesana por “el precioso regalo de la canonización de
dos grandes Papas: san Juan XXIII y san Juan Pablo II. Doy gracias a Dios que
pude participar en tan magno y significativo acontecimiento para nuestros
tiempos que tan necesitados están de modelos auténticos de vida humana y
creyente”, manifestó el Obispo.
En
un tramo de su homilía, Mons. Urbanc abogó por la educación de los niños,
indicando que “si de verdad creemos que Cristo está vivo porque ha vencido la
muerte y el pecado con su Resurrección, tenemos que tomar con mucha
responsabilidad toda tarea humana, en especial, la generación y educación de
los niños. Esta es la actividad humana por excelencia, es la acción donde el
ser humano coopera más estrechamente con Dios, puesto que se trata de hacer que
esa nueva criatura sea en verdad ‘imagen y semejanza de Dios’ pues Él la ha
creado y que tome conciencia de que ha sido llamada a la filiación divina por
los méritos de la muerte y resurrección de Jesucristo”. Luego agregó: “Por eso
en esta Eucaristía hemos de pedir al Señor que nos ilumine y entusiasme para
tomar más en serio esta misión que no se acaba, sino que exige de mucha
reflexión y oración para llevarla a cabo con eficacia y excelencia”.
Dos enamorados de la Virgen
Al
referirse a los santos Juan XXIII y Juan Pablo II, el Obispo resaltó la
importancia que han tenido para la Iglesia y el mundo, y el carácter mariano de
ambos. “Muchas cosas podríamos destacar en ellos, pero por razón de tiempo y
oportunidad, tan sólo querría destacar que han sido dos enamorados de la Virgen
María, a tal punto que nos dejaron sendas encíclicas al respecto: ‘Grata Recordatio’, Juan
XXIII, y ‘Redemptoris Mater’, de Juan Pablo II. "Totus tuus", fue el lema
que san Juan Pablo II escogió para su pontificado. Todo tuyo María, era su
constante oración”, comentó. Y
apuntó seguidamente que “san Juan XXIII solía recomendar frecuentemente la
devoción a la Virgen María, especialmente con el rezo del Santo Rosario”.
Antes de
finalizar la celebración eucarística, el Obispo catamarqueño saludó a la Madre
del Valle y transmitió un saludo y una bendición especial del Papa Francisco, a
quien visitó durante su viaje a Roma para participar de la canonización de Juan
XXIII y Juan Pablo II.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos Hermanos:
Doy la bienvenida y saludo cordial a
todos los peregrinos y devotos que nuevamente se han dado cita a los pies de la
Inmaculada Madre del Valle. Ella los auxilie en todas sus necesidades
materiales y espirituales. Que vuelvan a sus hogares con el corazón henchido de
gozo y paz para ser testigos del Amor de Dios.
Hoy,
junto a toda la Iglesia, celebramos la Eucaristía que corresponde al tercer
domingo de Pascua y la Liturgia nos propone seguir meditando sobre el misterio
de la Resurrección de Jesucristo, fundamento de nuestra fe, ‘puesto que si
Cristo no hubiese resucitado vana sería nuestra fe y nuestra predicación’ (cf.
1 Cor 15,14).
Otro
elemento que está presente en nuestra celebración son los niños y adolescentes
a quienes hemos dedicado este año de nuestra Misión Diocesana Permanente, bajo
el lema ‘Dejen que los niños vengan a mí, no se lo impidan’.
Por
último, en esta Eucaristía también vamos a dar gracias como Iglesia Diocesana
por el precioso regalo de la canonización de dos grandes Papas: san Juan XXIII
y san Juan Pablo II. Doy gracias a Dios que pude participar en tan magno y
significativo acontecimiento para nuestros tiempos que tan necesitados están de
modelos auténticos de vida humana y creyente.
En
la oración colecta, que es la que Cristo resucitado eleva al Padre en nombre de
toda la Iglesia, decimos: “Dios
nuestro, que tu pueblo se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido,
para que, al alegrarse hoy por haber recobrado la dignidad de su adopción
filial, aguarde seguro con gozosa esperanza el día de la resurrección”.
Es importante destacar algunos
conceptos: ‘regocijarnos siempre’, ‘renovados y rejuvenecidos’, ‘dignos hijos
de Dios’ y ‘esperar con alegría nuestra resurrección’.
En la primera lectura de los Hechos
de los Apóstoles, el apóstol Pedro en el día de Pentecostés se dirige a la
multitud con toda claridad y libertad interior, diciendo: “Jesús de Nazaret fue
un hombre acreditado por Dios ante ustedes, mediante los milagros, prodigios y
señales que Dios realizó por medio de Él y que ustedes bien conocen... Pero
Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, ya que no era posible
que la muerte lo retuviera bajo su dominio… y de ello todos nosotros somos
testigos. Llevado a los cielos por el poder de Dios, recibió del Padre el
Espíritu Santo prometido a Él y lo ha comunicado, como ustedes lo están viendo
y oyendo" (cf. Hch 2,22-33)… El texto subraya el hecho de la resurrección
de Jesucristo como el nuevo motor de la humanidad. Es el único acontecimiento
verdaderamente revolucionario de la historia humana, generando un antes y un
después inconfundibles.
Esta misma enseñanza la continúa en su primera epístola,
diciendo: “Bien saben ustedes que de su estéril manera de vivir, heredada de
sus padres, los ha rescatado Dios, no con bienes efímeros, como el oro y la
plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el cordero sin defecto ni mancha,
al cual Dios había elegido desde antes de la creación del mundo y, por amor a
ustedes, lo ha manifestado en estos tiempos, que son los últimos. Por Cristo,
ustedes creen en Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y lo llenó de
gloria, a fin de que la fe de ustedes sea también esperanza en Dios” (1 Pe
1,19-21).
En el relato del evangelio de Lucas, Jesucristo
Resucitado, se aparece a dos de sus discípulos que regresaban tristes y
defraudados a su aldea de Emaús. Éstos, sin percatarse de que se trataba de
Jesús, reciben de Él una preciosa catequesis acerca de cómo leer la Biblia para
encontrar en ella la sabiduría de los planes divinos, la cual culmina en la
celebración Eucarística en donde ellos lo reconocerán, dándoles tanta fuerza y
alegría que se vuelven inmediatamente donde sus amigos para asegurarles de que
Jesús está verdaderamente vivo y que en Él se cumplió lo dicho en las
Escrituras. Este pasaje del evangelio (Lc 24,13-35) es el paradigma de toda
celebración eucarística.
Si de verdad creemos que Cristo está vivo porque ha
vencido la muerte y el pecado con su Resurrección, tenemos que tomar con mucha
responsabilidad toda tarea humana, en especial, la generación y educación de
los niños. Esta es la actividad humana por excelencia, es la acción donde el
ser humano coopera más estrechamente con Dios, puesto que se trata de hacer que
esa nueva criatura sea en verdad ‘imagen y semejanza de Dios’ pues Él la ha
creado y que tome conciencia de que ha sido llamada a la filiación divina por
los méritos de la muerte y resurrección de Jesucristo.
Por eso en esta Eucaristía hemos de pedir al Señor que
nos ilumine y entusiasme para tomar más en serio esta misión que no se acaba,
sino que exige de mucha reflexión y oración para llevarla a cabo con eficacia y
excelencia.
Para concluir, no podemos dejar pasar por alto lo
valiosos que han sido para la Iglesia y el mundo los santos Juan XXIII y Juan
Pablo II. Muchas cosas podríamos destacar en ellos, pero por razón de tiempo y
oportunidad, tan sólo querría destacar que han sido dos enamorados de la Virgen
María, a tal punto que nos dejaron sendas encíclicas al respecto: ‘GRATA RECORDATIO’, Juan XXIII, y ‘REDEMPTORIS
MATER’, de Juan Pablo II.
"Totus tuus", fue el lema
que san Juan Pablo II escogió para su pontificado. Todo tuyo María, era su
constante oración. Y así solía decir: "Nos has dado a tu Madre como nuestra para que
nos enseñe a meditar y adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y
poniéndola en práctica, se hizo la más perfecta Madre"… "María es 'llena de gracia', porque la
Encarnación del Verbo se realiza y cumple precisamente en ella" (Redemptoris
Mater, 9)… "El ir al encuentro de las necesidades del hombre significa, al
mismo tiempo, su introducción en el radio de acción de la misión mesiánica y
del poder salvífico de Cristo. Por consiguiente, se da una mediación:
María se pone entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones,
indigencias y sufrimientos. Se pone "en medio", o sea se hace
mediadora no como una persona extraña, sino en su papel de madre, consciente de
que como tal puede -más bien "tiene el derecho de"- hacer presente al
Hijo las necesidades de los hombres" (Redemptoris Mater, 21)… "La
misión maternal de María hacia los hombres de ninguna manera oscurece ni
disminuye esta única mediación de Cristo, sino mas bien muestra su eficacia.
Esta función materna brota, según el beneplácito de Dios, de la
superabundancia de los méritos de Cristo... de ella depende totalmente y de la
misma saca toda su virtud" (Redemptoris Mater, 22).
Por
su parte san Juan XXIII solía recomendar frecuentemente la devoción a la Virgen
María, especialmente con el rezo del Santo Rosario, que con sus palabras decía:
“Desde los años de mi juventud he dirigido mi plegaria a Dios por medio del
entero rezo del Santo Rosario y no lo he abandonado con el correr de los años,
procurando hacerlo con mayor devoción el mes de octubre. Por eso, los animo a
que acudan con mayor confianza a la Madre de Dios, junto a la cual el pueblo cristiano siempre ha
buscado el refugio en las horas de peligro pues Ella ha sido constituida causa
de salvación para todo el género humano”.
En
fin, quiero terminar esta reflexión haciendo mías las palabras con las que san
Juan Pablo II se dirigió el 19-8-2002 a la Santísima Virgen María, en su
querida Polonia: "Madre santísima, obtén para mí las fuerzas del cuerpo y
del espíritu, para que pueda cumplir hasta el fin la misión que me ha
encomendado el Resucitado. En ti pongo todos los frutos de mi vida y de mi
ministerio; a ti encomiendo el destino de la Iglesia; en ti confío y te declaro
una vez más: Totus tuus, Maria! Totus tuus! …Danos tus ojos, María, para
descifrar el misterio que se oculta tras la fragilidad de los miembros del
Hijo. Enséñanos a reconocer su rostro en los niños de toda raza y cultura. Ayúdanos
a ser testigos creíbles de su mensaje de paz y de amor, para que los hombres y
las mujeres de nuestro tiempo, caracterizado aún por tensos contrastes e
inauditas violencias, reconozcan en el Niño que está en tus brazos al único
Salvador del mundo, fuente inagotable de la paz verdadera, a la que todos
aspiran en lo más profundo del corazón. Tú que eres la co-partícipe íntima en
el designio de salvación, acompáñanos en el camino de la pasión y de la cruz
hasta el sepulcro vacío para encontrar a tu Hijo divino resucitado, dejándonos
siempre guiar por Ti, Madre fiel y bendita". Amén.