Ariel Glaser. |
El sábado 2 de diciembre,
los jóvenes rindieron su homenaje a la Virgen del Valle, con la presencia del
cantante católico Ariel Glaser, quien brindó un recital junto con las bandas
católicas locales Yanai, Elí y Kairos, una vez finalizada la misa de las 21.00
en la Catedral Basílica y Santuario Mariano.
La antesala de este tributo
fue la convocatoria realizada en horas de la tarde en el Colegio Padre Ramón de
la Quintana, donde se congregó más de un centenar de chicos, que compartieron
un momento de reflexión, dinámicas, música y canciones preparadas por la
Pastoral Juvenil Diocesana. Minutos antes de la celebración eucarística, los
chicos recorrieron el tramo desde el colegio franciscano hasta la Catedral,
portando la Sagrada Imagen de nuestra Madre del Valle en una alegre y colorida
marcha.
Ya en el templo participaron
de la misa, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis
Urbanc, dando inicio
al tiempo de Adviento. En su homilía, el Pastor Diocesano dijo que este tiempo
litúrgico “nos invita a esperar la venida definitiva del Señor al fin de los
tiempos y al mismo tiempo a prepararnos para celebrar su primera venida al
nacer en Belén con el gozo de saber que Él viene permanentemente a nuestros
corazones”.
“El tiempo litúrgico de Adviento
es un mes muy oportuno para ustedes, los jóvenes, ya que nos propone considerar
a la vez el pasado, el presente y el futuro como elementos inseparables para
interpretar la realidad: de dónde venimos, quiénes somos y a dónde vamos”,
expresó.
Y en otro tramo manifestó:
“Queridos jóvenes, el Señor de la Vida y de la Historia, viene a su encuentro,
abran los ojos del corazón para reconocerlo y acogerlo como único tesoro por el
que vale la pena todo sacrificio, renuncia y lucha. No pierdan el tiempo,
porque no tendrán una segunda vuelta u oportunidad”.
Al finalizar la celebración
eucarística inició el recital de músicos católicos de la mano de Ariel Glaser.
Fue una fiesta en torno a la Madre Morenita del Valle.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos devotos y
peregrinos:
En este cuarto día de la
novena se nos propuso reflexionar acerca de cómo la piedad popular alimenta y
sostiene la esperanza de los creyentes.
Hoy damos la bienvenida a
los jóvenes que vinieron a rendir su homenaje a la Madre de Dios y Madre muy
especial de la juventud. Un fuerte aplauso para ellos.
Con esta celebración
vespertina de la Misa damos comienzo al tiempo de adviento y así a un nuevo año
litúrgico.
En su origen el término
"adviento" (del latín adventus) significaba la primera visita oficial
de un personaje importante con motivo de su llegada al poder o de la toma de
posesión del cargo. En el ámbito del culto hacía referencia a la venida anual
de la divinidad a su templo para visitar a sus fieles. Notemos entonces que en
su significado original la palabra adviento se refiere a una llegada, una
venida, una presencia.
En el ámbito cristiano el
eje organizador de todo este tiempo litúrgico es la venida del Señor, su
llegada, su Presencia. Así: "con la palabra adventus se pretendía
sustancialmente decir: Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha
dejado solos. Aunque no lo podamos ver y tocar como sucede con las realidades
sensibles.
Aceptar esto implica
considerar las acciones de los protagonistas. En primer lugar de Dios, que
viene a nuestro mundo, a nosotros. Luego los hombres, invitados a prepararnos
para recibir a Jesús que viene a nuestro encuentro en el misterio de la
Navidad.
Ahora bien, El que viene es,
en realidad, el mismo que
ya vino. Es la doble venida del Señor que reflejan
los prefacios del Adviento. La primera en la humildad de la carne; la segunda y
definitiva en la gloria.
Adviento es el tiempo que,
partiendo del hecho ya ocurrido de la 1ª venida, orienta no sólo a la venida
última y definitiva sino también a la venida sacramental en la liturgia, donde
se actualiza la 1ª y se anticipa la 2ª.
El esquema litúrgico del
Adviento parte del fin, que es lo último en la ejecución (primer domingo de
Adviento) y lo primero en la intención, es decir, la segunda y definitiva
venida del Hijo de Dios, la Parusía. Y termina en la primera venida, ya
realizada, la Navidad.
Por tanto, el ADVIENTO nos
invita a esperar la venida definitiva del Señor al fin de los tiempos y al
mismo tiempo a prepararnos para celebrar su primera venida al nacer en Belén
con el gozo de saber que Él viene permanentemente a nuestros corazones.
Las lecturas de hoy, muy a
tono con la visión teológica propia del adviento (y de la vida cristiana),
ponen de manifiesto e iluminan una dimensión esencial de nuestra vida como es
la relación con el tiempo. En efecto, nuestra vida “corre” en un presente, pero
condicionada por nuestro pasado y también por el horizonte desconocido del
futuro. Por más que quisiéramos no podemos aislar nuestro presente del pasado y
del futuro. El pasado nos condiciona y el futuro nos apremia. Dicho en
categorías bíblicas, se trata de la necesaria y fecunda relación entre Memoria
y Esperanza.
El tiempo litúrgico de
adviento es un mes muy oportuno para ustedes los jóvenes, ya que nos propone
considerar a la vez el pasado, el presente y el futuro como elementos
inseparables para interpretar la realidad: de dónde venimos, quiénes somos y a
dónde vamos.
Durante los años jóvenes se
impone el presente, por eso la compulsión a disfrutar sin límites y la negativa
a posponer para el futuro. En los tiempos vertiginosos de cambio que vivimos,
esto se agudiza más, de allí que se pierda de vista con facilidad y adrede el
fin para el que fuimos creados, ya que es lo último en alcanzarse. Con la
dictadura del presente se excluyen los necesarios procesos para alcanzar los
fines intermedios y el fin último.
Cuando se es joven, se tiene
poco pasado, y menos aún se lo evoca como útil maestro para vivir mejor el
presente y proyectar el futuro. Al igual no interesa el futuro por la
compulsión a vivir intensa y despreocupadamente lo inmediato: llame, ya; no
dejes para después lo que puedes disfrutar hoy = carpe diem; quien me quita lo
bailado, etc. Las energías que brotan por todas partes, novedosas y
placenteras, se imponen como única y valedera realidad, dificultando una sabia
y sensata conducción de la propia existencia, tomando a ésta como una envidiosa
patraña de los mayores para malograr los legítimos goces de la creída eterna
juventud.
¡Cuán dañino y nefasto es
dejarse llevar por la inmediatez y negar los necesarios y saludables procesos
por los que se llega a la madurez!
¡Cuán necesario es que los
adultos demos testimonio de que llegamos aquí porque elaboramos y respetamos
fielmente un proyecto de vida, el cual deben apetecer elaborarlo y respetarlo
las generaciones jóvenes a fin de que no malogren la vida, quemando etapas y
malgastando el tiempo!
Queridos jóvenes, el Señor
de la Vida y de la Historia, viene a su encuentro, abran los ojos del corazón
para reconocerlo y acogerlo como único tesoro por el que vale la pena todo
sacrificio, renuncia y lucha. No pierdan el tiempo, porque no tendrán una
segunda vuelta u oportunidad.
Ahora me dirijo a Ti, Madre
de los jóvenes, para implorarte que a los adultos nos concedas la sabiduría y
la generosidad para dar lo mejor de nosotros y, sobre todo, nuestro tiempo a
los niños, adolescentes y jóvenes que tan desprotegidos los tenemos por
habernos drogado con el nefasto consumismo, abandonando así la sublime e
indelegable tarea de ser padres, conforme al designio de Dios, para
conformarnos con ser meros tutores o criadores.
Haz que los jóvenes nos
perdonen, vuelvan a confiar en nosotros y se dejen guiar por los sabios caminos
de la fe, poniendo su esperanza sólo en Dios y dispuestos a amar como nos ama
el ‘Bendito fruto de tu vientre’, tu amado Jesús. Así todos gozaremos de la
dicha de vivir y seremos alegres e incansables servidores a ejemplo tuyo. Amén
¡¡¡Viva María, la Madre de
los Jóvenes!!!