“La fe depende del lugar que le demos a Dios en nuestro corazón”
El lunes 4 de
diciembre, en el sexto día del novenario en honor a Nuestra Madre del Valle,
llegaron hasta el Santuario a rendirle homenaje el Ámbito del Deporte Estatal
provincial y municipal, Clubes, Círculos, Federaciones, Asociaciones Automovilísticas,
Club Autos de Época; Cámara de Comercio, Sindicato de Comercio y Centro de
Empleados de Comercio.
Los alumbrantes
participaron de la celebración leyendo la lectura bíblica y el Salmo, y luego acercando
hasta el altar productos que serán de utilidad para la asistencia a los
hermanos peregrinos, como también las ofrendas del pan y del vino
Durante su homilía, que
estuvo centrada en la piedad popular, temática que será el centro de reflexión
del próximo año, Mons. Luis Urbanc, “La fe no depende de los estudios que
uno
tenga, sino del lugar que le demos a Dios en nuestro corazón, que lo dejemos a
Dios ser Dios. Personas analfabetas, sencillas o poco instruidas nos dan un
ejemplo contundente de confianza en Dios, en la Virgen y los Santos. ¡Cuánto
para aprender de ellos! ¡Qué gracia grande de Dios poder encontrarnos con
personas de este talante porque renuevan nuestra vida rutinaria y anodina!”.
Y agregó: “El Espíritu
Santo es quien otorga el don de Piedad, que nuestro pueblo humilde lo sabe
cultivar y da como resultado eso que llamamos piedad popular, que es una
herramienta evangelizadora de primer orden, la que tenemos que respetar y
dejarnos interpelar por ella. ¡Cuánto se aprende a amar y confiar en Dios, si
prestamos atención a las manifestaciones de fe de la piedad de
los humildes y
sencillos!”.
Tomando como base el
texto del Evangelio dijo que “así como Jesús afirmó del centurión, puede
también afirmar de tantos devotos y peregrinos que llegan a este santuario de
la Virgen del Valle a buscar alguna gracia para sus vidas o las de amigos,
familiares y vecinos”.
Finalmente, se
dirigió a la Virgen: “Amada Madre del Valle, aquí estamos tus hijos, a veces,
descreídos, otras flojos, tercos y renuentes, pero no olvidadizos, ya que a Ti
no podemos sacarte de nuestro corazón. Por eso venimos a agradecerte por tanto
bien que nos haces, por llamarnos, una y otra vez, para que escuchemos y nos
dejemos educar, sanar y santificar por tu Hijo Jesús, a quien sea la gloria por
los siglos de los siglos”.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos
devotos y peregrinos:
En
este sexto día de la novena se nos propuso reflexionar sobre el rol de los
santuarios en la nueva evangelización. Y nuestro santuario es uno de esos
centros donde nuestro pueblo fiel se encuentra con la Madre Celestial y
alimenta su fe y esperanza.
Hoy
rinden su homenaje a la Virgen del Valle hermanos del mundo del deporte y del
comercio. Bienvenidos a la casa de María y a esta celebración.
El
profeta Isaías (2,1-5) ya se deja escuchar. Una voz henchida de esperanza.
«Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos
instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la
ley, la palabra del Señor de Jerusalén». Un grito se hace oir: «hay futuro»,
cuando nos damos cuenta de que Dios actúa. Un caudal de vida que desahoga y nos
arrastra hasta el monte de la casa del Seño: “Casa de Jacob, ven; caminemos a la
luz del
Señor”.
¿Cuántas veces hemos
cantado ‘arados nuevos de espadas viejas y lanzas desechadas para construir
podaderas’? ¿Cuántas veces hemos orado para que no levante la espada pueblo
contra pueblo, ni hermano contra hermano?
Pues seguiremos soñando y cantando y rezando, porque nos queda todavía
mucha esperanza por recorrer. Una bendita esperanza, que nos sacude para seguir
aprendiendo los caminos del Señor. Una bendita esperanza, que nos saca de
cualquier postración y nos orienta al encuentro del Salvador.
Fijémonos bien, si no
tenemos, en algún rincón del alma, un «criado», o más de uno, que necesita
sanar. Una parálisis que nos hace sufrir, pero que nos motiva para salir al
encuentro del Único capaz de sanar, Jesucristo. Si es así, necesitamos la fe
del centurión (Mt 8,5-11). Una fe que es esperanza. Una fuerza que abre
nuestras vidas al camino de la salvación.
Si Él nos encuentra
con esa bendita esperanza, confiando que una sola palabra suya puede sanarnos,
nos invitará a entrar en el banquete del Reino y nosotros nos sentiremos
seguros, vestidos de buenas obras.
Por
tanto digamos con el salmista: ¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa
del Señor»! (Sal 121,1).
El
pasaje del evangelio es muy adecuado para que profundicemos nuestra piedad, es
decir nuestra relación filial con Dios Padre, nuestra confianza en Él, nuestra
fidelidad a sus mandamientos y nuestra esperanza.
El
centurión es un miembro del ejército romano y, por ende, pagano, es decir, un
idólatra en cuanto al culto. No obstante, goza de buenos sentimientos humanos
pues se compadece de un esclavo que tiene muy enfermo y busca una solución para
él. Al enterarse de los poderes de Jesús de Nazaret va a su encuentro y le
solicita la cura para el esclavo. Jesús, en un acto de magnanimidad para con el
romano opresor, se dispone a ir a su casa, pero éste le dice que no hace falta,
porque si tiene poder, desde allí mismo puede hacerlo, además, que no se
consideraba digno de que Jesús entre en su casa. Es aquí donde Jesús pondera la
fe de este hombre: “Les aseguro que en Israel no he encontrado tanta fe”
(Mt 8,10).
Así
sucede aquí en el santuario con tantos peregrinos y devotos que llegan
agradeciendo y pidiendo. La fe no depende de los estudios que uno tenga, sino
del lugar que le demos a Dios en nuestro corazón, que lo dejemos a Dios ser
Dios. Personas analfabetas, sencillas o poco instruidas y nos dan un ejemplo
contundente de confianza en Dios, en la Virgen y los Santos. ¡Cuánto para
aprender de ellos! ¡Qué gracia grande de Dios poder encontrarnos con personas
de este talante porque renuevan nuestra vida rutinaria y anodina!
El
Espíritu Santo es quien otorga el don de Piedad, que nuestro pueblo humilde lo
sabe cultivar y da como resultado eso que llamamos piedad popular, que es una
herramienta evangelizadora de primer orden, la que tenemos que respetar y
dejarnos interpelar por ella.
¡Cuánto
se aprende a amar y confiar en Dios, si prestamos atención a las
manifestaciones de fe de la piedad de los humildes y sencillos!
Así
como Jesús afirmó del centurión, puede también afirmar de tantos devotos y
peregrinos que llegan a este santuario de la Virgen del Valle a buscar alguna
gracia para sus vidas o las de amigos, familiares y vecinos, pues traen la
misma convicción que el salmista: “Por mis hermanos y compañeros, voy a decir:
«La paz contigo». Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien” (Sal
121, 8-9).
Amada
Madre del Valle, aquí estamos tus hijos, a veces, descreídos, otras flojos,
tercos y renuentes, pero no olvidadizos, ya que a Ti no podemos sacarte de
nuestro corazón. Por eso venimos a agradecerte por tanto bien que nos haces,
por llamarnos, una y otra vez, para que escuchemos y nos dejemos educar, sanar
y santificar por tu Hijo Jesús, a quien sea la gloria por los siglos de los
siglos. Amén
¡¡¡Viva la Virgen del
Valle!