“Debemos hacer resonar la voz de Jesucristo, para iluminar y esperanzar a la humanidad”
El martes 5 de diciembre,
sexto día del novenario, rindieron su homenaje a la Madre del Valle el Ámbito
Estatal y Privado de la Cultura, durante la misa de las 21.00, presidida por el
Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc.
Participaron de la
celebración eucarística la Secretaria de Cultura de la Provincia, Lic. María
Jimena Moreno; el Secretario de Cultura y Deporte de la Municipalidad de la
Capital, Arq. Luis Mauvecín; y representantes de la Sociedad Argentina de
Escritores (SADE), la Junta de Estudios Históricos, SALAC, Damas Belgranianas,
Instituto Sanmartiniano y de Cultura Hispánica, y demás instituciones
culturales y artísticas; bibliotecas públicas y museos.
Durante su homilía,
Mons. Urbanc destacó la necesidad de renovar “nuestra piedad, en nuestro modo
de relacionarnos con Dios. Hemos de revisar nuestro trato con el Señor a fin de
lograr coherencia entre la fe que profesamos y celebramos, con la vida que
llevamos, de lo contrario la grieta se profundizará, y la anhelada paz y
armonía jamás llegará. No dilatemos la decisión, pues tendremos que dar cuenta
a Dios de la dejadez”.
“En este tiempo de
Adviento, podemos alzar nuestro clamor al Padre, a semejanza de Jesús, para que
nuestra oración sea elevada en su presencia, y escuche el clamor de los pobres,
desplazados, descartados y marginados: ‘Porque él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado’”, afirmó.
Al reflexionar sobre
el profeta Isaías que “también hoy nos encontramos en situaciones de
dolor y
desconcierto como en tiempos del profeta: injusticias y precariedades que
provocan las guerras, millones de desplazados y rechazados que patetizan la
sinrazón del orden que imponen los poderosos, unos por los desequilibrios que
provocan, otros por los rechazos que generan; y en ambos lados pluriformes
pobres que siguen tocando a las puertas de nuestro corazón”.
Por eso, consideró
que “también hoy debemos hacer resonar la voz de Jesucristo, para iluminar y
esperanzar a la humanidad, a fin de que confíe el poder de su misericordia,
único camino para la
reconciliación y una armonía duradera”, dijo el Obispo.
Sobre el Evangelio de
Lucas manifestó que “nos habla de la mirada de Dios. Una oración sencilla donde
la mirada de Dios se orienta a los sencillos: “Mi alma canta la grandeza del
Señor, porque Él miró la pequeñez de su servidora’; no se dirige a los
poderosos que nada quieren saber de Dios, ya que complican la historia con sus
intereses malintencionados: ‘Dispersó a los soberbios de corazón; derribó a los
poderosos de su trono y despidió a los ricos con las manos vacías’. Una mirada
reveladora de aquellos que se le acercan y quieren conocerlo”.
En el momento de
preparar la mesa eucarística, los alumbrantes acercaron ofrendas consistentes
en elementos que servirán para la atención de los hermanos peregrinos, junto
con los dones del pan y del vino.
Antes de la bendición
final, todos los participantes de la ceremonia elevaron súplicas y alabanzas a
la Reina del Valle.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos devotos y
peregrinos:
En este séptimo día
de la novena se nos propuso reflexionar acerca de la fuerza evangelizadora que
posee la piedad popular. Le pidamos a la Virgen Santa que nos sostenga en
nuestro diario caminar al encuentro de los hermanos y hacia la morada
celestial.
Hoy honran a la Madre
de Dios con su presencia hermanos del mundo de la cultura, escritores,
historiadores, bibliotecarios y miembros de asociaciones belgranianas,
sanmartinianas e hispanistas. Bienvenidos a esta celebración y que el Señor
derrame abundantes bendiciones sobre ustedes.
Siguiendo al profeta
Isaías, comprendemos que las aspiraciones y esperanzas del pueblo de Israel se
centran en la era mesiánica, que traerá la paz universal, fruto de la justicia
misericordiosa de Dios, que eliminará los conflictos e instaurará la armonía.
El profeta encarna la esperanza en Dios, en la espera del rey ideal que
establezca un orden justo: “El no juzgará según las apariencias ni decidirá por
lo que oiga decir: juzgará con justicia a los débiles y decidirá con rectitud
para los pobres del país; herirá al violento con la vara de su boca y con el
soplo de sus labios hará morir al malvado. La justicia ceñirá su cintura y la
fidelidad ceñirá sus caderas” (Is 11,3-5).
Isaías afirma que
reverdecerá o brotará un renuevo del tronco de Jesé, que defenderá con justicia
al desamparado, con equidad dará sentencia al pobre. Será la justicia ceñidor
de sus lomos y la fidelidad ceñidor de su cintura. Habitará el lobo con el
cordero. Todo en orden a una justa armonía.
También hoy nos
encontramos en situaciones de dolor y desconcierto como en tiempos del profeta:
injusticias y precariedades que provocan las guerras, millones de desplazados y
rechazados que patetizan la sinrazón del orden que imponen los poderosos, unos
por los desequilibrios que provocan, otros por los rechazos que generan; y en
ambos lados pluriformes pobres que siguen tocando a las puertas de nuestro
corazón.
Por eso, también hoy
debemos hacer resonar la Voz de Jesucristo, para iluminar y esperanzar a la
humanidad, a fin de que confíe el poder de su misericordia, único camino para
la reconciliación y una armonía duradera.
El Evangelio de Lucas
nos habla de la mirada de Dios. Una oración sencilla donde la mirada de Dios se
orienta a los sencillos: “Mi alma canta la grandeza del Señor, porque Él miró
la pequeñez de su servidora” (Lc 1,46b.48b); no se dirige a los poderosos que
nada quieren saber de Dios, ya que complican la historia con sus intereses
malintencionados: “Dispersó a los soberbios de corazón; derribó a los poderosos
de su trono y despidió a los ricos con las manos vacías” (Lc 1,51b-52ª.53b).
Una mirada reveladora de aquellos que se le acercan y quieren conocerlo.
La revelación de Dios
en Jesús, se muestra en los pobres, en los que no tienen nada que perder, en
aquellos que no tienen nada donde aferrarse, la propuesta de Dios es decirles
que él es su todo, su fuerza, su esperanza: "Te alabo, Padre, Señor del
cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los
prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has
querido” (Lc 10,21b).
En este tiempo de
Adviento, podemos alzar nuestro clamor al Padre, a semejanza de Jesús, para que
nuestra oración sea elevada en su presencia, y escuche el clamor de los pobres,
desplazados, descartados y marginados: “Porque él librará al pobre que suplica
y al humilde que está desamparado.
Tendrá compasión del
débil y salvará la vida de los indigentes” (Sal 72,12-13).
¡Cuán necesario es
que nos renovemos en nuestra piedad, en nuestro modo de relacionarnos con Dios!
Hemos de revisar nuestro trato con el Señor a fin de lograr coherencia entre la
fe que profesamos y celebramos, con la vida que llevamos, de lo contrario la
grieta se profundizará, y la anhelada paz y armonía jamás llegará. ¡Urge que
tomemos el toro por las astas! No dilatemos la decisión, pues tendremos que dar
cuenta a Dios de la dejadez.
Querida Madre del
Valle, aquí estamos tus hijos, cada uno con distintos carismas, ayúdanos a
hacerlos fructificar a fin de que vayamos gestando una cultura inspirada en el
amor de Dios y en los valores del Reino. Madre que no nos cansemos, que siempre
estemos dispuestos a entregar hasta la última gota de sangre por la noble causa
del Reinado de Dios en el mundo, sabedores de que sólo así es posible una vida
digna para todos. Así sea.
¡¡¡Viva la Virgen del
Valle!!!