Camino a la Beatificación

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10 abril 2017

Mons. Urbanc en Domingo de Ramos en la Catedral Basílica

“Dispongamos nuestros corazones para vivir estos días teniendo presente tantos sufrimientos de la humanidad”

El Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, presidió la Eucaristía del Domingo de Ramos, en el altar mayor de la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle, en el inicio de la Semana Santa, con una sentida manifestación de desagravio a la ofensa que recibió la Virgen Morena, cuya imagen fue dañada en la Gruta de Choya.
La celebración comenzó a las 21.00 en el atrio del Santuario Mariano con la ceremonia de bendición de los ramos de olivos y la lectura del Evangelio de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, una semana antes de su Pasión. Luego todos los presentes ingresaron cantando con los ramos en alto.
En el Evangelio, se leyó el relato de la Pasión de Jesucristo, desde la entrega de parte de Judas Iscariote, su juicio y hasta la muerte en la Cruz.   
En un tono acorde con la reflexión de la misa, que presidió al culminar el sábado la Peregrinación de Pueblo de Dios, durante su homilía, Mons. Urbanc dijo que “antes que nada, nuestra celebración tiene un alto grado de desagravio, puesto que anteanoche, alguna persona se atrevió a romperle la cabeza a la imagen que se venera en la Gruta de Choya. Recemos por este hermano que cegado por la incredulidad, o el odio u otro sentimiento, desairó a su Madre, a fin de que obtenga la gracia del arrepentimiento y el reconocimiento del Amor y la Misericordia de Dios, que
siempre espera a sus hijos extraviados, resentidos o confundidos”.
Asimismo, exhortó a que “dispongamos nuestros corazones para que vivamos intensamente estos días santos teniendo presente tantos sufrimientos de la humanidad, tanto aquí por las inundaciones, como en otros lugares por el mismo fenómeno como por la cruel violencia y las guerras. Por todo esto Jesús se inmoló en la cruz y aceptó el sufrimiento como expresión de su solidaridad con la desavenida humanidad, a fin de transformar, desde su muerte y resurrección, todo sufrimiento, dolor, humillación, etc., en real oportunidad de empeño, alegría y esperanza”.
Invitó “de todo corazón, a vivir intensamente cada una de las horas de estos días de la Semana Mayor del año. No se distraigan con nada. Hagan que toda la familia se adentre en este misterio del Amor de Dios por toda la humanidad. Que cada gota de la sangre humana derramada por el Hijo de Dios sea valorada y sirva para una profunda conversión de cada uno. Sólo así podremos observar los anhelados cambios en la sociedad toda. No te olvides: todo real, provechoso y duradero cambio comienza por ti y por mí”.