Dentro del Triduo Pascual,
el Viernes Santo se recuerda la Muerte de Jesús, y la Iglesia manda a sus
fieles guardar ayuno y abstinencia de carne, a fin de hacer propios los
sufrimientos de Cristo, y con él, unirse al sufrimiento de los pobres, los
enfermos y aquellos cuya alma está atribulada.
Siguiendo una antiquísima tradición,
en este día no se celebra la Eucaristía y se venera la Cruz.
En lugar de la Misa, se
celebra la "Liturgia de la Pasión del Señor" a media tarde, de ser
posible cerca de las tres de la tarde, hora en la que se ha situado la muerte
del Señor en la cruz. Por razones pastorales puede celebrarse más tarde, pero
no después de las seis.
El sacerdote viste
ornamentos rojos, en recuerdo de la sangre derramada por Jesucristo en la cruz.
Los obispos participan en esta celebración sin báculo y despojados de su anillo
pastoral.
El Altar (y los laterales)
se encuentran sin manteles ni adornos, mientras que a un costado de éste, se
dispone un pedestal para colocar en él la Santa Cruz que será ofrecida a
veneración.
Vía
Cucis
Junto con las ceremonias que
tienen lugar en los templos, en muchos lugares se conmemora el Viernes Santo
con el rezo del Vía Crucis, literalmente el camino de la cruz, donde a través
de catorce estaciones se rememoran los pasos de Jesús camino a su muerte. Este suele
realizarse en el templo (donde hay representaciones pictóricas de las
estaciones) o por las calles en torno al mismo. En algunos lugares existe la
costumbre de que algunos fieles, debidamente caracterizados, dramaticen las
distintas estaciones.
También es costumbre en
algunos lugares la meditación de las "Siete Palabras" que Jesús
pronunció en la Cruz.