Mons.
Urbanc: “El servicio es el Testamento de
Jesús, es la herencia que nos deja”
Durante la noche del jueves 13
de abril, se llevó a cabo la Misa de Institución de la Eucaristía y del
Sacerdocio, que dio inicio al Triduo Pascual. La misma fue presidida por el
Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Rector y el Capellán
del Santuario Mariano, Pbro. José Antonio Díaz y Diego Manzaraz,
respectivamente, en el altar mayor de la Catedral Basílica y Santuario de
Nuestra Señora del Valle.
En el transcurso de la misma,
el Obispo lavó los pies de doce varones, reproduciendo el gesto de Jesús, quien
hizo lo propio con los apóstoles antes de ser entregado, como gesto de humildad
y de servicio.
Durante su homilía, Mons.
Urbanc expresó:
“En
esta noche nos reunimos para una celebración muy particular y trascendental. Es
cierto
que todas las Misas tienen el mismo valor, pero hoy, nosotros
conmemoramos la Última Cena del Señor de la Vida y de la Historia, esa hora única
en la que Jesús quiso darnos el don más grande: La Eucaristía y el Sacerdocio.
Cada uno de ustedes ocupa en la mesa del Señor el lugar de los apóstoles. Y sin
mérito de mi parte, yo ocupo el lugar de Jesucristo, el lugar del Maestro.
La
narración del Evangelio de Juan gira en torno al gesto, que Jesús hizo durante
la cena, de lavar los pies a los apóstoles, omitiendo la narración de la
institución de la Eucaristía puesto que ya la habían narrado los otros tres
evangelistas Marcos, Mateo y Lucas.
Realmente
es conmovedor ver a Jesús que lava los pies a sus discípulos. Pedro no
comprende nada, e incluso se resiste. Jesús con paciencia se lo explica para
que
descubran que el Hijo de Dios hecho hombre ha hecho esto y no se le cae
nada, más aún, quiere tener la certeza de que van entendiendo: ‘¿Comprenden lo
que acabo de hacer con ustedes? Me llaman “Maestro” y “Señor”, y es correcto,
porque lo soy. Pues si Yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies,
también ustedes deben lavarse los pies unos a otros: les he dado ejemplo para
que hagan lo mismo los unos con los otros’ (Jn 13,12-15). Jesús es el más
importante y lava los pies. Por ende, entre nosotros, el que tenga un cargo más
alto debe estar al servicio de los otros. Con este signo Jesús nos enseña que
tenemos que estar al
servicio de los demás, ¡¡¡siempre!!!, en todas las
circunstancias de la vida. Hemos de ayudarnos unos a otros de corazón; éste es
nuestro deber. Como sacerdote y como obispo debo estar al servicio de todos.
Este deber nace del amor no de la ley. Amo esto y amo hacerlo porque el Señor
me dio el ejemplo y me lo indica. Este signo es una caricia de la ternura Jesús
por la humanidad desavenida, porque Jesús ha venido no para ser servido sino
para servir, para ayudarnos, para confortarnos, para salvarnos.
El
‘servicio’ es el Testamento de Jesús, es la herencia que nos deja. De esta
herencia
hemos de vivir y hacer que otros vivan de igual modo. Busquemos
siempre el bien de los demás. Ocupemos el resto de nuestra vida en hacer el
bien sin mirar a quien.
Volvamos
la mirada a nuestra Madre Celestial, quien no se veía de otra manera que siendo
servidora de Dios y de la obra de Dios. Jamás apartemos la vista de Ella, pues
en Ella encontraremos la motivación suficiente para corregir los que estemos
haciendo mal y la ayuda para recibir la gracia divina de la conversión”.
Procesión y adoración
Al finalizar la misa, el
Obispo, acompañado por los sacerdotes concelebrantes, llevó en procesión el
Santísimo Cuerpo de Cristo, presente en la hostia consagrada, hasta uno de los
altares laterales, donde los fieles lo adoraron hasta las 24.00.
Los sacerdotes atendieron a
las personas que se acercaron al Sacramento de la Reconciliación o Confesión.