“Dispongamos nuestros corazones para vivir estos días teniendo
presente tantos sufrimientos de la humanidad”
El
Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, presidió la Eucaristía del Domingo de
Ramos, en el altar mayor de la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle, en
el inicio de la Semana Santa, con una sentida manifestación de desagravio a la
ofensa que recibió la Virgen Morena, cuya imagen fue dañada en la Gruta de
Choya.
La
celebración comenzó a las 21.00 en el atrio del Santuario Mariano con la
ceremonia de bendición de los ramos de olivos y la lectura del Evangelio de la
entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, una semana antes de su Pasión. Luego
todos los presentes ingresaron cantando con los ramos en alto.
En el
Evangelio, se leyó el relato de la Pasión de Jesucristo, desde la entrega de
parte de Judas Iscariote, su juicio y hasta la muerte en la Cruz.
En
un tono acorde con la reflexión de la misa, que presidió al culminar el sábado
la Peregrinación de Pueblo de Dios, durante su homilía, Mons. Urbanc dijo que “antes
que nada, nuestra celebración tiene un alto grado de desagravio, puesto que
anteanoche, alguna persona se atrevió a romperle la cabeza a la imagen que se
venera en la Gruta de Choya. Recemos por este hermano que cegado por la
incredulidad, o el odio u otro sentimiento, desairó a su Madre, a fin de que
obtenga la gracia del arrepentimiento y el reconocimiento del Amor y la
Misericordia de Dios, que
siempre espera a sus hijos extraviados, resentidos o
confundidos”.
Asimismo,
exhortó a que “dispongamos nuestros corazones para que vivamos intensamente
estos días santos teniendo presente tantos sufrimientos de la humanidad, tanto
aquí por las inundaciones, como en otros lugares por el mismo fenómeno como por
la cruel violencia y las guerras. Por todo esto Jesús se inmoló en la cruz y
aceptó el sufrimiento como expresión de su solidaridad con la desavenida
humanidad, a fin de transformar, desde su muerte y resurrección, todo
sufrimiento, dolor, humillación, etc., en real oportunidad de empeño, alegría y
esperanza”.
Invitó
“de todo corazón, a vivir intensamente cada una de las horas de estos días de
la Semana Mayor del año. No se distraigan con nada. Hagan que toda la familia
se adentre en este misterio del Amor de Dios por toda la humanidad. Que cada
gota de la sangre humana derramada por el Hijo de Dios sea valorada y sirva
para una profunda conversión de cada uno. Sólo así podremos observar los
anhelados cambios en la sociedad toda. No te olvides: todo real, provechoso y
duradero cambio comienza por ti y por mí”.