El Obispo pidió la
intercesión de la Madre Morena para que sean “apóstoles humildes y valientes
del tercer milenio y heraldos generosos del Evangelio”.
En la penúltima noche del Septenario,
cuando la ciudad se comienza a preparar para la tradicional Procesión con la
Sagrada Imagen, los jóvenes homenajearon a la Reina del Valle.
Convocados por el Equipo de
Pastoral Juvenil Diocesana, adolescentes y jóvenes de movimientos e
instituciones y parroquias se dieron cita a las 19.00 en el Paseo de la Fe,
para compartir juegos y actividades. Invitaron a los chicos que se encontraban
reunidos en la plaza 25 de Mayo a bailar y cantar, anunciando la preparación
para celebrar los 400 años del hallazgo de la Imagen bendita en Choya; y a
participar de la Santa Misa, anotando las intenciones para poner a los pies de
María.
A las 21.00 dio inicio la
Eucaristía, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y
concelebrada por el responsable de la Pastoral de Juventud, Pbro. Diego Manzaraz,
y sacerdotes peregrinos que llegaron desde diócesis vecinas a honrar a la Madre
del Valle.
Ingresaron al Santuario
Mariano, junto con los celebrantes, vestidos de blanco como signo de la paz que
buscan para sus corazones, su familia y el mundo entero.
Como gesto, ofrecieron un Rosario
misionero compuesto por globos que tenían adosadas las intenciones que anotaron
en el paseo público.
Participaron de la liturgia
con alegría y respeto y escucharon la homilía a los pies del Obispo y cantaron
con emoción guiados por el coro de jóvenes de los franciscanos.
En su homilía, Mons. Urbanc se
dirigió a los jóvenes, manifestándoles que “Jesucristo les muestra el camino y
la meta de la verdadera felicidad. No sólo a ustedes; también a sus compañeros
y amigos alejados de la práctica religiosa e, incluso, de la fe o
desconocedores de la misma. Jesús los busca para encarnarse en sus corazones de
jóvenes”.
Afirmó que “el problema
serio en nuestra sociedad es el divorcio entre fe y vida. Justificamos nuestro
proceder diciendo que las circunstancias han cambiado. Es cierto que
las
circunstancias han cambiado, pero también han cambiado las posibilidades y las
modalidades para cumplir con estas obras de amor y de justicia social por las
cuales podemos y debemos ser luz del mundo y sal de la tierra ante las
continuas emergencias que se presentan”.
Y agregó que “todos podemos
hacer llegar nuestra ayuda a nuestros hermanos en desgracia, por lejanos que se
encuentren, ante los males que se han arraigado en nuestra sociedad como la
violencia, el robo, la falta de oportunidades para trabajar y las ganas de
trabajar, la corrupción, la mentira, el odio, la envidia, el egoísmo, la
vagancia y las adicciones. Ante la injusticia y atropellos que sufren los más
débiles como son los no nacidos, los niños y los ancianos, las oportunidades de
participar van creciendo, no sólo denunciando, sino comprometiendo la propia
vida en acciones y actitudes que cuiden y dignifique toda vida humana”.
Luego les dijo: “Queridos
jóvenes, el mundo consumista en el que viven, no los foguea para el sacrificio,
el dolor y las contrariedades, todo lo contrario. Por eso, es muy importante
que le pidan al Señor que les ayude a vivir con realismo la vida terrena, que
es como un campo de batalla que exige abnegación, disciplina, confianza
absoluta en Dios, oración y perseverancia en el buen obrar, si es que quieren
participar en el triunfo de Cristo”.
En el tramo final de su
predicación pidió a la Virgen, en las vísperas de su fiesta, “por los jóvenes
aquí presentes y por tantos que no vinieron a honrarte, pero que están llenos
de sueños y esperanzas. Ellos son los centinelas del mañana, el pueblo de las
Bienaventuranzas: son la esperanza viva de la Iglesia y del mundo. Santa María,
Madre de los jóvenes, intercede para que sean testigos de Cristo Resucitado,
apóstoles humildes y valientes del tercer milenio y heraldos generosos del
Evangelio”.